Las “biorrefinerías” representan una de las opciones más eficientes para el manejo de los residuos sólidos urbanos, pues a diferencia de los rellenos sanitarios y los tiraderos a cielo abierto, en estas plantas se “exprime químicamente” a la basura y se obtienen de ella diversos compuestos que pueden venderse o utilizarse en otros procesos productivos.
Así lo afirmó Héctor Poggi Varaldo, investigador del departamento de Biotecnología y Bioingeniería del Centro de Investigación y de Estudios Avanzados (Cinvestav), quien señaló que además de dicho beneficio económico, las mencionadas instalaciones ayudan a reducir la cantidad total de basura y sus impactos ambientales.
En entrevista con La Jornada, el académico recordó que actualmente en México se producen cerca de 53 millones de toneladas de residuos sólidos urbanos al año –con un promedio de un kilo 200 gramos por persona al día–, y sólo en la capital del país se generan 13 mil toneladas diarias, cuyo manejo se vuelve cada vez más difícil.
Ante dicho escenario, señaló Poggi, una posible alternativa es la construcción de “biorrefinerías”, que son plantas industriales donde, “mediante múltiples procesos, se transforma a los residuos orgánicos en una variedad de productos útiles, entre ellos combustibles gaseosos, como metano e hidrógeno; etanol, ácido hialurónico, ácido succínico y productos que pueden sustituir a algunos petroquímicos básicos”.
Utilizando diversos procesos biotecnológicos, “se va ‘ordeñando’ o exprimiendo química y físicamente ese residuo, y en una cascada se va extrayendo un menú de bioenergías renovables y productos, tanto de valor agregado como masivos de bajo precio. Así se recupera una gran cantidad de recursos de lo que nosotros llamamos basura”.
Luego de enfatizar que los desechos sólidos son un recurso prácticamente “inagotable”, a diferencia de los combustibles fósiles, Poggi explicó que el modelo de biorrefinería desarrollado en el Cinvestav puede producir hidrógeno, metano, enzimas de interés industrial y licores ricos en azúcares, además de solventes, de forma más amigable con el medio ambiente.
El investigador recalcó que, para ser una opción viable, las “biorrefinerías” necesitan estar acompañadas de un sistema de industrias que, primero, reciclen todos los desechos previos que no pueden explotar –como cartón, papel y vidrio–, y aprovechen todos los productos que se obtengan después.
Poggi indicó que este tipo de instalaciones no sólo pueden generar ganancias económicas por la venta de los productos obtenidos, sino que resultan 340 por ciento más sostenibles que las plantas de incineración de basura (aún muy comunes en Europa y Estados Unidos) y 620 por ciento más que los rellenos sanitarios.