La Revolución Mexicana ha sido exaltada y denostada simultáneamente por sus apologistas y sus críticos. Conforme pasa el tiempo, apologistas se han reducido y críticos han crecido. La crítica más fuerte que se le ha hecho es que no fue consistente con sus fines expresos, que fueron siempre muy vagos. El gran crítico que desde 1948 mostró sus filos, Daniel Cosío Villegas, señaló con certeza cómo la Revolución traicionó sus propósitos con el establecimiento indefinido en el poder de un grupo, una desigualdad escandalosa en la que la suerte de los menos prevaleció sobre los más y además una incapacidad manifiesta para defender los intereses y la identidad de nuestra nación.
Sin embargo, uno aceptaría las críticas de don Daniel sin parpadear si a la vez señalara los grandes avances que en el siglo XX y en el principio del siglo XXI la Revolución logró gracias a, como dice Zaid: “Calles fue un asesino que tuvo el talento de organizar a los otros en un Estado estable y lucrativo. Transformó la guerra de todos contra todos en un reparto pacífico del botín. Creó un mercado de la paz (comprada y vendida) y restauró la presidencia absoluta… La corrupción como sistema fue un mal menor para la sociedad. La corrupción institucional consiste en la simulación de un estado de derecho para enmascarar un estado de chueco”. No hay duda de que ese estado de paz forzosa y viciosa logró la estabilidad política y el crecimiento económico.
Es muy difícil no ver la serie de avances que en los años recientes se han logrado: por ejemplo, el respeto al voto. A partir de 2018, las impugnaciones por fraudes electorales se han reducido drásticamente. Otro avance reciente es el respeto a los derechos de los opositores, que por supuesto se quejan de la fuerza del gobierno y con toda razón inician una crítica, pero no podemos negar que existe garantía a los derechos humanos y concretamente de los derechos políticos, de expresión y manifestación, que a los opositores antes difícilmente se les habían dado en México.
Sería muy interesante la publicación de un libro blanco sobre estos avances, en los que se enumeraran los logros obtenidos y las cosas que están pendientes. Tendríamos entonces un buen balance de esta nueva etapa de la Revolución Mexicana, que creímos muerta y que está resucitando.