A las voces de las madres que desde hace décadas toman las calles para exigir verdad y justicia para sus hijas desaparecidas, víctimas de feminicidio y violencia machista, cada año se suman nuevas, las de quienes recientemente enfrentan ese mismo calvario. Para todas ellas, las constantes son la impunidad, “la complicidad con los agresores” y el desdén de las autoridades.
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Ayer, como cada conmemoración del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, miles de ellas se movilizaron hacia el Zócalo capitalino para demandar avances en las investigaciones de los crímenes contra sus hijas y cárcel para los culpables. En esta ocasión, no todos los inmuebles estaban cercados por vallas metálicas en la Plaza de la Constitución, porque frente a Palacio Nacional hay un plantón de profesores de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) provenientes de Guerrero.
Durante la marcha, que salió desde la llamada glorieta de las mujeres que luchan, las madres buscadoras y de víctimas de feminicidio exigieron “poner tras las rejas a los agresores de nuestras hijas y la reparación del daño”. También pidieron mayor presupuesto para la atención a sobrevivientes de la violencia machista y llamaron a las fiscalías estatales a dejar de ser cómplices de los perpetradores.
“Nuestras hijas no se suicidan, no mueren por congestión alcohólica, son víctimas de las violencias feminicidas y de la inacción y omisión de las autoridades” que imparten justicia.
A los casos conocidos desde hace años se suman nuevos, como el de Sandra Karina García Alemán, licenciada en ingeniería civil de 27 años, que fue encontrada sin vida el 18 de mayo de 2020. Inicialmente se dijo que fue por congestión alcohólica, cuando la verdadera razón es asfixia por estrangulación. Su madre, Antonia, asegura que el responsable es la ex pareja sentimental de su hija y reclama justicia.
A 22 años del feminicidio de Alejandra, cometido en Ciudad Juárez, Chihuahua, su madre, Norma Andrade, sigue demandando justicia. Aseveró que aunque intentaron silenciarla con cinco balazos y su salud está deteriorada, “ni así podrán acallar mi voz”. Pidió a sus compañeras de lucha relevarla en la exigencia de castigo en caso de que la vida no le alcance para ver en la cárcel a los responsables.
Guerra contra nosotras
Antes de iniciar la caminata, Agnès Callamard, secretaria general de Amnistía Internacional, aseguró que en México y el mundo existe “una guerra en contra de las mujeres, de nuestra dignidad y de nuestro derecho a vivir sin violencia”, pero “estamos luchando”.
La movilización fue encabezada por familiares de víctimas de feminicidio y desapariciones, quienes gritaron consignas –algunas de las cuales fueron acompañadas por batucadas– como “¿Qué queremos las madres en México? ¡Justicia! ¿Cuándo? ¡Ahora!” y “¡Nos queremos vivas, libres y combativas!”
La mayor parte de la marcha fue pacífica; no obstante, mujeres con el rostro cubierto y vestidas de negro realizaron algunas pintas en monumentos y mobiliario urbano. Estos contingentes se ubicaron en la retaguardia y fueron escoltados por elementos policiacos femeninos, lo que derivó en algunos roces entre ambos grupos.
En el Zócalo, que fue intervenido por feministas la madrugada previa con siluetas pintadas en el piso, semejando una escena de crimen, las mujeres embozadas no pudieron arremeter contra Palacio Nacional, por lo que optaron por romper vidrios y hacer pintas en la fachada de uno de los edificios del gobierno de la Ciudad de México. También lanzaron artefactos inflamables y petardos contra la Catedral Metropolitana, la cual estaba protegida por altas vallas metálicas que hicieron infructuosa la acometida.