El obradorismo es un estado de ánimo
El hilo conductor. En las elecciones de 2018, apareció con nitidez el hilo conductor de las movilizaciones impulsadas por AMLO desde 2006. Un sentimiento de desamparo que lleva a la desesperanza o a la rabia. La gente se siente abandonada por el gobierno. Ese desamparo se vive a través de múltiples carencias: de protección social, de acceso a una educación adecuada, de mecanismos de impulso productivo y social para la juventud, de mecanismos seguros para navegar en la vida en condiciones de discapacidades o para la tercera edad. En el trasfondo de todo ello, están las terribles condiciones de inseguridad que privan en el país.
Los límites. En 2018, el triunfo electoral de Andrés Manuel López Obrador es contundente. La victoria involucra, también, a las cámaras legislativas, 20 congresos estatales y cinco gubernaturas. Aún así el gobierno actual enfrenta una cancha marcada por cuatro tipos de restricciones políticas. El primero son los aparatos del Estado, incluyendo los partidos políticos, los órganos autónomos, fragmentados y capturados en distintas franjas por poderes fácticos. El segundo es un amplio espacio integrado por las ONG, intelectuales públicos, expertos y centros de análisis e investigación. El tercero son los mercados, es decir, el capital financiero y los distintos segmentos del gran capital nacional y trasnacional. En cuarto lugar, los factores externos que en nuestro caso quiere decir Estados Unidos.
La dimensión simbólica. A partir de esas limitaciones AMLO gana la que es siempre la primera batalla política: la lucha por los símbolos. Ese triunfo ejemplificado en temas como la reconversión de Los Pinos en museo, la puesta en venta del avión presidencial, la frugalidad gubernamental y los programas sociales; tiene empero sustento en una transformación central: hacer visibles a los excluidos del pacto neoliberal. En su discurso con motivo del primer año de gobierno, utilizando una frase que se atribuye a Gramsci: “lo viejo no acaba de morir y lo nuevo no termina de nacer”, reconoce lo incipiente del esfuerzo gubernativo.
El obradorismo en un síndrome.
Tres tensiones. Desde principios de este siglo se pueden visualizar tres conjuntos de tensiones. El primer conjunto se refiere a las existentes entre el sistema de partidos y las coaliciones de ciudadanos que exigen un alto a la impunidad, eficiencia, transparencia y rendición de cuentas.
El segundo conjunto expresa la tensión entre gobiernos y poderes fácticos, no sólo los grupos monopólicos, pero también –y en México de manera prominente–el crimen organizado. Esta tensión traduce en el espacio público una percepción ciudadana de inseguridad con la constatación de la incapacidad gubernamental.
El tercer conjunto se relaciona con la profunda desigualdad entre oligarquías ejerciendo privilegios debido a su estatus monopólico, especialmente en las esferas financieras y de telecomunicaciones, y “los nuevos plebeyos” que incluyen a un sector muy amplio de trabajadores urbanos informales, estudiantes y profesores universitarios y jóvenes desempleados.
El obradorismo no es un movimiento organizado aunque se moviliza con frecuencia y la calle es su principalescenario.
No es un partido aunque las elecciones han sido su camino central para acceder al poder. Es una coalición, para ganar elecciones, pero no es una coalición para gobernar.
El obradorismo no es una doctrina
El obradorismo es un estado de ánimo que encarna un sentimiento ciudadano de abandono y que constata las carencias de la democracia liberal y del neoliberalismo.
Ese estado de ánimo que se expresa en un líder carismático y condensa de forma contradictoria una transición simultánea del Estado y de la sociedad, a través de un entramado institucional basado, en gran medida, en reglas informales.
http://gustavogordillo.blogspot.com/
Twitter: gusto47