Podría atreverme a asegurar que todos hemos leído al menos una de las denominadas teorías conspirativas, éstas incluso han tenido mucha más popularidad en los últimos años, sobre todo a raíz de la incertidumbre generada por la crisis del covid-19.
Según los expertos, las teorías conspirativas son vistas como creencias basadas en especulaciones o en visiones del mundo que buscan explicar el orden político, económico y social, pero además hay que anexar un dato importante, y es que dichas suposiciones son creadas por un pequeño grupo de personas poderosas que actúan en secreto contra el bien común para su propio beneficio.
El tema es por demás interesante. Merece la pena ser analizado desde distintos ángulos, como la sicología y la sociología, aunque también se debe admitir que las teorías conspirativas repercuten en la economía, la política e incluso generan sensaciones graves de pánico en la gente, lo que altera seriamente las decisiones mundiales.
Las conjeturas más populares a lo largo de los años han incluido famosos en clanes de caníbales, cultos y sacrificios a seres satánicos, “gente lagarto” como dirigentes corporativos, pero sobre todo, engaños sobre muertes de líderes como la princesa Diana, J. F. Kennedy o Paul McCartney, pero, ¿cuáles son algunas de las razones por las que muchos creen dichas hipótesis? De acuerdo con un estudio publicado en la Biblioteca Nacional de Medicina de Estados Unidos, denominado Teorías de la conspiración: funciones evolucionadas y mecanismos sicológicos, se han considerado al menos los siguientes motivos: 1) la adopción de creencias para sanar ofensas profundas; 2) ofrecer un contrapeso sociológico para tener una sensación de control, y 3) encontrar algún sentido a una realidad que aparentemente se encuentra en caos.
Aunque, la idea de presuntas conspiraciones ha existido desde hace miles de años, en la actualidad, tras la aparición de las redes sociales, la distribución de fake news ha sido no sólo mucho más rápida, sino, además, exponencial. Incluso actualmente, de acuerdo con el informe Detener el virus de la desinformación, de la Organización de las Naciones Unidas, grupos violentos no estatales, incluidos terroristas, extremistas de derecha y del crimen organizado como los cárteles de la droga, han utilizado las redes sociales de manera maliciosa para reforzar sus agendas durante la pandemia de covid-19.
Una de las situaciones más peligrosas con respecto a las nuevas tecnologías radica en que los mensajes son personalizados con la finalidad de que coincidan con la ideología de ciertos actores violentos; por ejemplo, grupos de extrema derecha que responsabilizan a inmigrantes y extranjeros; pero además políticamente hablando, dichas premisas en muchos casos son ocupadas para deslegitimar a supuestos “rivales”.
Muy pocos dimensionamos el impacto de las redes sociales en el mundo; sin embargo, se han convertido en noticiarios, espacios de debate, sistemas que convocan a marchas, dirigen búsquedas de personas y/o animales, pero, sobre todo, se han transformado en una importante fuente para ideas revolucionarias y nuevas estrategias de comunicación.
En los últimos años abordar y estudiar los diferentes aspectos de las redes sociales se ha traducido en una constante para distintas áreas. ¿Qué las hace tan poderosas?, ¿cómo es que han crecido tan velozmente?, ¿por qué estamos constantemente atados a su uso? Pero quizá la pregunta que nos atañe sería: ¿podrían convertirse en un arma para propagar información falsa?
Tanto en el mundo virtual como en la realidad, distinguir entre la verdad y las noticias falsas requiere información fehaciente y, al contrario de lo que se podría pensar, la evolución de la tecnología y la expansión de la globalización han hecho mucho más difícil tener datos confiables; además, la velocidad con que se dispersan y el poco interés que se le da a la comprobación han hecho que la desinformación tome un papel relevante en la cotidianidad.
Es necesario mantenernos no sólo atentos, sino además cautelosos respecto de los datos que compartimos, pero además apostar por la educación ya que, de acuerdo con información de la Organización de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, ésta puede desempeñar un papel fundamental en el desarrollo de la resiliencia, los conocimientos y las capacidades de análisis necesarias para “deconstruir” y desmentir los discursos propuestos por las teorías conspirativas, incluyendo la alfabetización mediática e informacional.
* Analista en temas de seguridad, justicia, política y educación