Ciudad de México. El presidente de Chile Gabriel Boric, en pleno ejercicio de su músculo diplomático para romper la distancia con Latinoamérica que establecieron los gobiernos anteriores, propone a los gobernantes de la llamada nueva ola progresista: “De partida no hay que confiarse. Uno ve las elecciones que tuvimos en Chile, las que hubo en Brasil o la situación de Perú y ve que pese a que tenemos gobernantes donde tuvimos una mayoría presidencial, la derecha o los sectores más conservadores siguen estando muy fuertes. Por lo tanto, no podemos dejar de lado el ejercicio de convencer a nuestro pueblo de que la alternativa que estamos proponiendo es mejor y que la vamos a proponer en conjunto”.
Sugiere: “Ante la ofensiva contestataria de ciertos sectores que no creen en la ciencia, que niegan el cambio climático, que utilizan la violencia en las manifestaciones, que no creen en la democracia, la izquierda ha quedado un poco arrinconada. Tenemos que salir a la ofensiva, pensando en que la izquierda no se construye solamente desde el Estado. Es importante volver a vincular a la sociedad civil, a las organizaciones barriales, que la izquierda no se quede solamente en la administración de las políticas públicas, es la política”.
Y define: “Además, tenemos que ser profundamente internacionalistas. La pandemia lo dejó muy manifiesto, que aquí nadie se va a salvar por sí solo, y que en ese sentido la integración, en particular la integración latinoamericana, es para mí tremendamente importante”.
Antes de esta visita oficial a México estuvo en Colombia con Gustavo Petro y en Argentina con Alberto Fernández. La próxima semana estará con Pedro Castillo, en Lima. “Quiero reivindicar con orgullo que somos profundamente latinoamericanos y que desde acá queremos hablarle al mundo”.
Con La Jornada habla de diversos temas. Está convencido de que en su país hay un “consenso transversal” de que la actual carta magna heredada por el pinochetismo “está agotada y que no es capaz de hacerse cargo y de canalizar institucionalmente las demandas y esperanzas de los chilenos de hoy en día”, pese al fracaso que sufrió en el referendum por una nueva constitución.
Ante el parlamento, ha insistido: “No esperemos a tener otra crisis social como la de 2019 para renovar nuestro pacto social. Los motivos que llevaron a esa crisis siguen vigentes en la sociedad chilena y si bien hoy día puede haber otras urgencias, como la seguridad, el alza del costo de la vida, es importante también hacernos cargo de estos desafíos más estructurales, como el tener una nueva carta de convivencia democrática”.
Así es como visualiza esta nueva Constitución:
¿Cómo visualizas esta nueva Carga Magna?
—Me gusta la idea de una Constitución que sea capaz de contener las preguntas que aún no nos hemos hecho. No puede ser rígida, que imponga una manera de pensar por sobre de otras; debe permitir que el debate democrático vaya canalizando institucionalmente las demandas de la sociedad: promover un modelo de desarrollo que sea verde, fortalecer la democracia en todas las instancias, en donde la paridad, la equidad de género sea un puntal central; donde no quepa ninguna duda del respeto irrestricto a los derechos humanos. Y donde se permita que el Estado también cumpla un rol, no ser un Estado meramente subsidiario. Además descentralice el poder. Nosotros tenemos que distribuir de mejor manera la riqueza, pero también el poder”.
Hay quien llama a Boric Font, ya con ocho meses de ejercer la presidencia, como un “izquierdista moderado” y “bien portado”.
—-¿Le molesta esta definición? ¿Encaja en lo que quiere hacer?
—No. Yo trabajo con el norte de que nuestro pueblo viva mejor. Y en eso no necesito darle garantías de izquierdismo a ningún académico ni activista. Mis convicciones son firmes de izquierda, enraizadas en la historia de la izquierda de América Latina, y creo que la izquierda tiene el deber de estar permanentemente repensándose y que actuar con responsabilidad. No significa ser moderado, significa ser responsable, porque cuando somos irresponsables, las consecuencias las terminan pagando los sectores siempre más vulnerables.
Fotos: Cristina Rodríguez
Arauco tiene una pena: Violeta
—-Es antiguo y penoso el conflicto mapuche en la Araucanía. Se ha propuesto una Comisión de Paz para abordarlo. ¿Cómo va avanzando? ¿Cómo resolver el tema de la violencia política que usted recientemente definió como terrorismo?
—-Hay cosas que corren por carriles paralelos: una demanda totalmente legítima respecto de los pueblos nación Mapuche, que tiene que ver con su derecho a existir como pueblo y ser reconocidos como tal. Eso significa que se reconozca su lengua, el mapuzugun, que se reconozcan las bases de medicina intercultural, que se les reconozca sus formas de organización, que se respete su tradición, su cultura y su cosmovisión del mundo. Además hay un problema muy concreto respecto a las tierras. La colonización de La Araucanía en la segunda mitad del siglo XIX se basó en la ocupación y el despojo y por lo tanto es importante que exista y este es el principal mandato de la comisión, que se establezca una verdad oficial respecto de la demanda de tierras.
¿Cuáles son las tierras que se demandan? Y, establecido eso, reconocer que no todas las tierras van a poder ser restituidas, porque hay muchas ciudades que se fundaron sobre esas tierras o pequeños campesinos que tienen propiedad hoy día, y por lo tanto hay que establecer qué tierras se pueden devolver, con qué procedimientos y en qué plazo.
Sin perjuicio de ello, las acciones de violencia son inaceptables y van a ser perseguidas con toda la fuerza de la ley como está siendo el día de hoy.
—¿Qué tanto respaldo tiene entre la población?
—Hemos tenido una buena recepción hasta ahora, porque todos quieren la paz. La violencia ha traído mucho dolor a la zona, y el despojo ha traído mucho dolor. Violeta Parra cantaba “Arauco tiene una pena” hace 50 años y esto sigue plenamente vigente. Creo que hoy día están las condiciones para que avancemos hacia una paz y un encuentro.
Litio y neoliberalismo
—-El litio. Su gobierno propone una industria nacional, que el litio no solo sea un mineral privado. El gobierno de México ha avanzado en una idea similar. ¿En esta materia Chile y México pueden establecer algún tipo de alianza?
—-Sabemos que tiene haber vínculos entre el sector público y el sector privado, pero estamos decididos a que el Estado tenga un rol importante y rector en la explotación del litio en nuestro país, porque es un mineral estratégico que se necesita en el mundo para la reconversión a propósito de la crisis climática y por lo tanto el Estado tiene más que algo que decir respecto de este tema.
—-¿En el entorno político chileno cuáles son las presiones que enfrenta con este tema?
—En Chile el neoliberalismo, tal como en México, de 1988 a 1994, se instaló de una manera muy dura y se creó una hegemonía en donde se establecía que el Estado no podía formar parte de las actividades económicas. Yo creo que esto es un error. El Estado tiene perfecto derecho y posibilidad de tener una gestión eficiente en materia económica, tal y como lo hemos demostrado en materia del cobre. Hay gente que defiende muy a rajatabla esta visión neoliberal del Estado subsidiario, pero yo creo que en general ha ido avanzando en que tenemos que tener un equilibro entre los sectores público y privado, donde el sector público tiene un rol importante en lo qué decir respecto a la economía.