Durante 90 minutos, el futbol redujo la gigantesca brecha entre los aficionados que echan a volar sus sueños y aquellos que no creen en la selección mexicana. Cientos atestiguaron en el Monumento a la Revolución, convertido ahora en una pequeña sucursal del estadio Azteca con televisores gigantes, la misma historia que los Mundiales cuentan desde hace 36 años: la decepción de un equipo obsesio-nado con llegar al quinto partido, pero ayer incapaz de ganar el primero en la fase de grupos.
“Si no jugamos mejor contra Argentina, se nos acabó el Mundial”, decía José Francisco Rosas con cara desencajada a su hijo pequeño. A falta de motivos para celebrar frente a Polonia, la fiesta aplazada desde Rusia 2018 terminó en desencanto. Desde muy temprano, las calles cercanas a Paseo de la Reforma estuvieron plagadas de gente con sombreros de charro, estridentes máscaras de luchadores y turbantes árabes personalizados, que se vendieron como pan caliente por un costo de 100 pesos.
Las personas atascadas en el tráfico habitual de la Ciudad de México esta vez no se preocuparon por los bloqueos en las calles. “Ojalá Martino nos calle la boca”, vociferó un grupo de aficionados, cerveza y trofeos apócrifos de la Copa en mano, aún con la sorpresa de saber que Argentina perdió contra Arabia Saudita un par de horas antes.
Según la cosmovisión de la afición mexicana, ganarle a los polacos equivalía a jugar la siguiente fase y mirar de cerca los cuartos de final. “Con un gol estamos dentro”, se escuchaba en medio de la sinfonía de pitidos y cánticos mientras el partido por momentos era tan lento que parecía jugarse bajo el agua. Cerca del mediodía ya nadie podía moverse de su sitio. Casi todos los que ocuparon la plaza –un total de 4 mil personas, según reportes de las autoridades– llegaron ahí con algo tricolor en sus ropas, aunque sea una peluca, la bandera mexicana sobre los hombros, el sombrero o el gran bigote postizo.
Como en los grandes estadios de futbol, los comerciantes recorrieron el perímetro con cajas de cerveza, carritos de tamales y tortas, además de cientos de camisetas no originales de la selección mexicana, a un precio más accesible. En la entrada principal el sistema de Fan ID, aplicado desde el Mundial de Rusia y recientemente en la Liga Mx, entró en marcha para validar la identidad de los asistentes en caso de presentarse actos violentos.
La Secretaría de Seguridad Ciudadana dispuso de 53 elementos policiacos y cinco patrullas, además de los circuitos de vigilancia C2 y C5, como parte del operativo de prevención y salvaguarda en el llamado FIFA Fan Festival.
Cumplida la hora del juego, las pantallas mostraron al polaco Robert Lewandowski siendo derribado por Héctor Moreno, mientras el árbitro señalaba penal en contra de México. Atrapados por el shock emocional, los aficionados miraron al cielo y se persignaron, casi entregados a la catástrofe. Luego, por instinto, sacaron de golpe sus teléfonos para grabar el disparo y celebraron como un gol la atajada de Guillermo Ochoa frente uno de los mejores delanteros del mundo.
Más que un grito, pareció el rugido de un león recién salido de su jaula. “¡Gracias, señor, sentí que se me salía el corazón!”, agradeció con alivio la señora Francisca, una abuela vestida con turbante árabe al lado de sus nietos, como si en algún otro sitio se escucha-ran sus plegarias. Aunque sumar era útil para seguir en competencia, algo pareció apagar la confianza de los hinchas al saber que su siguiente rival es Argentina, un fantasma por demás conocido.