Helsinki. Durante la Segunda Guerra Mundial, cuando Finlandia se encontraba entre los países más pobres de Europa, se fijó un objetivo prioritario: invertir en comidas escolares. En 1943 fue el primer país en promulgar una ley en la materia y para 1948 todos los alumnos sujetos a educación obligatoria tenían garantizado un alimento caliente.
A casi 80 años, junto con Francia –otra de las naciones pioneras en la entrega de comidas escolares– encabezan la Coalición por la Alimentación Escolar, iniciativa lanzada en 2021 por agencias de Naciones Unidas, entre ellas el Programa Mundial de Alimentos, para llevar viandas a estudiantes de 70 naciones.
La relación entre una adecuada alimentación y el aprendizaje es larga en el país nórdico. Los antecedentes de esta política pública, una de las más estimadas y con mayor prestigio entre la población finlandesa, se remontan al siglo XVII, pues datos oficiales apuntan que las cocinas escolares fueron esenciales para el éxito de los estudios en latín.
Sin embargo, fue en 1896 cuando en la Asamblea de Escuelas Populares se abordó la alimentación escolar como un tema central. El apoyo del gobierno a esta iniciativa se remonta a 1913, medida que no dejó de ser prioritaria, incluso cuando se enfrentó el duro periodo de la posguerra a mediados del siglo XX. Hoy, más de 830 mil raciones diarias se distribuyen en sus escuelas, desde el prescolar hasta el bachillerato.
Ville Skinnari, ministro de Cooperación para el Desarrollo y Comercio Exterior de Finlandia, quien copreside la Coalición por la Alimentación Escolar, asegura que la comida escolar “es mucho más que garantizar una comida. Es un espacio de aprendizaje”. Explica que “no sólo es poner un plato de comida sana y balanceada, es cumplir un principio de equidad. Un niño con hambre no puede aprender”.
Con un costo promedio de 2.80 euros (56 pesos) por comida, durante su jornada escolar niños y adolescentes reciben una ración de comida caliente, que al menos una vez por semana incluye un menú vegetariano.
Las opciones son variadas: proteínas animales (principalmente pescado), verduras frescas, ensaladas, bayas –arándanos, zarzamora, frambuesas y grosellas–, leche y agua. Los estudiantes cuentan con 30 minutos para disfrutar sus alimentos y conversar con sus compañeros en el comedor escolar, los cuales están diseñados como espacios iluminados, amplios y funcionales.
Niños de 7 a 18 años acuden, en sus respectivos turnos, al comedor de la Escuela de Formación de Profesores Viikki de la Universidad de Helsinki. Entre risas y murmullos, recogen su bandeja en la que colocan plato y cubiertos para servirse, ellos mismos, sus alimentos.
Los más pequeños, apoyados por sus profesores, comparten la mesa con sus compañeros, con quienes conversan durante el receso. Una vez concluida, deben llevar su bandeja hasta el área de lavado y dejan platos, vasos y cubiertos.
“Las comidas escolares son un orgullo en Finlandia. Los niños disfrutan este momento y además les sirve para aprender sobre los diferentes alimentos y cómo deben combinarse de una forma sana. También buscamos que conozcan otras culturas y de dónde vienen los alimentos”, afirman los docentes.
Cada municipio y sus localidades son responsables de organizar las comidas escolares, por lo que si bien es un programa nacional, tiene un elevado componente de coordinación a escala local, explica Skinnari.
La coalición, una esperanza al futuro
Reunidos en Helsinki, el pasado 18 de octubre líderes de más de 70 países suscribieron un acuerdo de la coalición en la que se acordó impulsar medidas coordinadas para los programas de comidas escolares en distintas regiones del mundo con la finalidad de mitigar los impactos de la crisis alimentaria agudizados por la pandemia de covid-19.
En la primera reunión ministerial, encabezada por Ville Skinnari, se destacó que están en riesgo los avances en la nutrición, la salud y el bienestar de millones de niños que han regresado –o en muchos casos aún no vuelven–, pues se estima que 153 millones viven en condiciones de inseguridad alimentaria.
Ante eso, el acuerdo que impulsa Finlandia, junto con decenas de naciones, reforzó su compromiso para llegar a 73 millones de alumnos en naciones de ingresos bajos y medios que aún no reciben una comida escolar, lo que representa un costo anual de 5 mil 800 millones de dólares.
Economía doméstica
Las comidas escolares en este país no son el único acercamiento al universo de los alimentos, ya que también lo son su preparación y legado cultural. Como parte de sus planes de estudio se imparte la asignatura de economía doméstica, en la que los estudiantes comparten modernas cocinas instaladas en sus escuelas para elaborar los alimentos, definir los menús que desean preparar y aprender a llevar un gasto e incluso hacer diversas actividades del hogar como lavar y planchar.
En pequeñas mesas colocadas cerca de estufas y fregaderos, los estudiantes planean sus labores para preparar las comidas, como hacer pan, distribuir adecuadamente las porciones para tener una dieta balanceada, el conocimiento de nuevos alimentos y su lugar de procedencia.
Ajenos a los roles de género, explica su profesora, las actividades son para todos los estudiantes, quienes deben colaborar en ellas, incluido el manejo de finanzas personales sanas, por lo que deben proyectar hacer la compra de víveres e insumos, así como aprender a leer etiquetas y el uso de aparatos electrodomésticos.