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Cultura

2022-11-22 06:00

José Hernández Delgadillo, muralista de la lucha popular, merece más difusión

José Hernández Delgadillo organizó en los años 90 una asociación de muralistas comunitarios, como José Luis Soto, Teodoro Cano García, Adalberto Meza Pérez y José Meza Velázquez, con quienes desarrolló en 1993 una exposición colectiva de murales transportables que itineró por el país. El muralista creó ese año su pieza Conciliábulo y lucha (en la imagen), la cual pertenece a la colección de la Fundación Cultural José Hernández Delgadillo.
José Hernández Delgadillo organizó en los años 90 una asociación de muralistas comunitarios, como José Luis Soto, Teodoro Cano García, Adalberto Meza Pérez y José Meza Velázquez, con quienes desarrolló en 1993 una exposición colectiva de murales transportables que itineró por el país. El muralista creó ese año su pieza Conciliábulo y lucha (en la imagen), la cual pertenece a la colección de la Fundación Cultural José Hernández Delgadillo. Foto Eduardo Bezaury Creel, tomada del sitio web: https://delgadillo-presente.uacm.edu.mx/home
Periódico La Jornada
martes 22 de noviembre de 2022 , p. 9a

El muralista José Hernández Delgadillo (1927-2000), quien se retiró del mercado del arte y acompañó a las luchas populares de las décadas de la guerra sucia a través de su trabajo artístico, merece mayor difusión y que sus obras, como el mural transportable Por la paz, dejen de estar embodegadas, sostuvo su hijo, Francisco Hernández Zamora.

En la actualidad se exhibe la muestra Delgadillo presente en la galería José Hernández Delgadillo del Foro Cultural Efrén Rebolledo, en Pachuca, que concluirá a finales de este mes.

Hernández Zamora dijo en entrevista que “es importante que las autoridades de cultura y arte de este país se den a la tarea de impulsar una magna exposición de Delgadillo, que de preferencia pueda ser itinerante, en la que se incluya la pieza Por la paz (1996).

“Por otro lado, ya va siendo hora de que este mural pueda tener un espacio permanente de exhibición al público, ya sea en la Ciudad de México o en Hidalgo, estado de donde fue originario Delgadillo.”

Esta obra de 2.40 metros por 12 metros aborda el tema de los desastres bélicos, como en otras series que realizó en los años 60, sobre Vietnam y Argelia, dos guerras populares que enfrentaron al imperialismo”.

Hernández Delgadillo elaboró una obra artística en la que la militancia política tenía un papel central. Realizó una firme crítica al desarrollo del arte en México y, en el ámbito económico, al neoliberalismo, expresada en la militancia radical de sus pinturas. Creó 170 murales, de los cuales 150 fueron “sobre la lucha popular”.

La Fundación Cultural José Hernández Delgadillo AC, en colaboración con la Universidad Autónoma de la Ciudad de México, realizó y mantiene una exposición en línea sobre Hernández Delgadillo, en la dirección https://delgadillo-presente.uacm.edu.mx/home.

El muralista acompañó la lucha de la Federación de Estudiantes Campesinos Socialistas de México y fue precandidato en 1987 a la Presidencia de la República, por el Partido Mexicano Socialista. Fue parte del grupo de Arte Colectivo en Acción. Participó en huelgas obreras, tomas de tierras, asentamientos urbanos irregulares y protestas estudiantiles.

Francisco Hernández refirió que su padre tuvo “muy claro que su propósito no fue colocarse en el mercado internacional del arte; era consumar su formación profesional como artista para lograr ser un pintor muralista y dar continuidad al proyecto que se inició a principios de la década de los 20 del siglo XX. Se vuelca hacia las luchas populares de los años 70 y 80, periodo de la guerra sucia.

“Cuando estuvo en condiciones de dedicarse profesionalmente a lo que le interesaba, el muralismo, se encontró un escenario histórico después de 1968 en que la mayoría de los intelectuales asumieron la consigna de Fernando Benítez de ‘Echeverría o el fascismo’. En lugar de plegarse, se vinculó con diferentes luchas y las acompañó.”

Crítico del corporativismo

El artista afirmaba que “el muralismo se sostiene y es reconocido a escala mundial. Aunque yo coincidía con la crítica al muralismo oficializado, no seguí el mismo camino de estos intelectuales, que en el fondo criticaban el muralismo no tanto por su debilidades o dependencias ante el Estado, sino por su compromiso social y revolucionario”.

Francisco Hernández refirió que el muralista hizo “una crítica a todo el movimiento de la Ruptura, movimiento mediático construido desde la crítica estética, y al conjunto de la ‘mafia cultural’ que se construyó en México a través de los procedimientos corporativistas del PRI de la época”.

En 1960, el artista nacido en Tepeapulco, Hidalgo, intentó acceder al Salón de la Plástica Mexicana e inscribió un cuadro en la Bienal Iberoamericana, siendo desconocido en la esfera del arte. Un año después le otorgaron el premio de la Bienal Internacional de París, el más importante en ese momento. “Se colocó en un instante, se hizo visible para el mundo del arte y la cultura internacional”, recordó su hijo.

En ese momento, el pintor decidió que “la única posibilidad era acompañar a los sectores populares y tuvo que construir un lenguaje específico para esta opción particular: un muralismo que acompa-ña las marchas, las movilizaciones, las huelgas, las tomas de tierra en todos los lugares del país donde se estaban desarrollando.

“Un muralismo que se realiza en calidad de happening: mientras poetas y músicos desarrollaban la actividad cultural para acompañar las luchas, atrás del escenario, Delgadillo estaba pintando el mural frente al público y permitiendo que obreros, campesinos, estudiantes o colonos participaran en la elaboración.”

La creación del artista fue una continuación de la mirada crítica, social y popular que ejercieron los muralistas de inicios del siglo XX contra la posición criolla, oligárquica y colonial. En su caso, Delgadillo destaca que tiene un sentido revolucionario y le agrega la característica de comunitaria, explicó Hernández Zamora.

En la década de los 90, Delgadillo realizó una transición hacia los murales transportables, hechos sobre tela y que pueden ser enrollados. Invitó a otros pintores a elaborar una pieza con esas características, que en 1993 fueron parte de una exposición colectiva itinerante. Tres años después, realizó su último mural: Por la paz.

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