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Política

2022-11-21 06:00

Chomsky: se desvanecen las opciones diplomáticas y escala la guerra

Soldados ucranios frente a un edificio en ruinas del aeropuerto de Jersón.
Soldados ucranios frente a un edificio en ruinas del aeropuerto de Jersón. Foto Afp
Periódico La Jornada
lunes 21 de noviembre de 2022 , p. 16

La guerra de Rusia contra Ucrania se ha extendido casi nueve meses y ha escalado a niveles altamente letales. Putin enfoca sus ataques en la infraestructura de energía y repetidamente ha invocado el espectro de las armas nucleares. Los ucranios, en tanto, siguen creyendo que pueden ganar la batalla e incluso reconquistar Crimea. Ciertamente, el enfrentamiento no tiene un final a la vista. Como señala Noam Chomsky en una entrevista exclusiva con Truthout, la progresión ha hecho que las opciones diplomáticas se desvanezcan.

Chomsky es profesor emérito de los departamentos de lingüística y filosofía del MIT, así como docente galardonado en lingüística y presidente del programa Agnese Haury de Justicia Ambiental y Social en la Universidad de Arizona. Es uno de los académicos más citados a nivel mundial y un intelectual al que millones consideran tesoro nacional e internacional. Ha publicado más de 150 libros sobre lingüística, pensamiento político y social, economía política, estudios de medios, política internacional estadunidense y asuntos internacionales. Sus más recientes obras son Los secretos de las palabras (con Andrea Moro, MIT Press, 2022), La retirada: Irak, Libia, Afganistán y la fragilidad del poder de EU (con Vijay Prashad, The New Press 2022) y El precipicio: Neoliberalismo, la pandemia y la urgente necesidad por el cambio Social (con CJ Polychroniou, Haymarket Books 2021).

–Noam, la guerra en Ucrania se acerca a su noveno mes, y en lugar de una distensión, vemos que se encamina hacia una escalada sin control. Se está convirtiendo en un enfrentamiento sin fin ahora que Rusia, en las últimas semanas, ha atacado la infraestructura energética e incrementado sus embates contra la región oriental del país, mientras los ucranios piden cada vez más armas a Occidente, convencidos de que tienen el potencial de derrotar a Moscú en el campo de batalla. En la actual coyuntura, ¿puede aún la diplomacia ganar el conflicto? ¿Cómo se desescala uno que está en un nivel tan alto, cuando las partes parecen incapaces de tomar una decisión y ver más allá de sus desacuerdos? Por ejemplo, Rusia jamás aceptará regresar a los límites fronterizos que existían el 24 de febrero, cuando lanzó la invasión.

–Tragedia anunciada. Recapitulemos lo que hemos discutido durante meses. Antes de la invasión de Putin existían opciones basadas, en términos generales, en los acuerdos de Minsk, que pudieron haber evitado este crimen. Hay un debate no resuelto sobre si Ucrania debió aceptar esos convenios. Al menos verbalmente, parece que Rusia lo hubiera hecho incluso hasta un poco antes de la intervención. Estados Unidos los desestimó en favor de integrar a Ucrania a la OTAN, es decir, a su comando militar, sin tomar en consideración ninguna de las preocupaciones de Moscú sobre su seguridad. Estas maniobras se aceleraron bajo el gobierno de Biden. ¿Era posible que triunfara la democracia y se evitara la tragedia? Sólo había una forma de saberlo: intentándolo, pero esta opción fue ignorada.

Putin rechazó los esfuerzos del presidente francés Macron quien, casi en el último minuto, ofreció una alternativa viable. Despreció todas las oportunidades y acabó disparándose en el pie y a Rusia, lo que fomentó que Estados Unidos lograra su sueño más acariciado: tener a toda Europa en deuda con él. Al crimen de la agresión se le añadió el de la estupidez.

Las negociaciones entre Ucrania y Rusia tuvieron lugar bajo auspicio de Turquía recientemente, entre marzo y abril. Fracasaron. Estados Unidos y Reino Unido se opusieron a ellas. La falta de consultas es la forma en que los círculos dominantes menosprecian a la diplomacia. No sabemos hasta qué grado ese fue un factor en el colapso.

Inicialmente, Washington esperaba que Rusia conquistara a Ucrania en unos cuantos días y fue preparando un gobierno en el exilio. Analistas militares se sorprendieron por la incompetencia militar rusa y la notable resistencia ucrania, así como que Moscú no siguiera el consabido modelo de guerra estadunidense-británico, también empleado por los israelíes contra la indefensa Gaza: irse contra la yugular de la infraestructura con armas convencionales, así como destruir las vías de comunicación, transporte, energía y todo lo que mantiene funcionando a una sociedad.

Después, Estados Unidos tomó una decisión fatídica: continuar la guerra con el fin de debilitar severamente a Rusia, y por tanto, impedir cualquier negociación para luego hacer una apuesta espantosa al creer que Putin empacaría sus maletas y se perdería en el olvido, derrotado, sin haber usado las armas de las que sabían que disponía para destruir a Ucrania.

Si ésta quería arriesgarse con esa apuesta, eso es asunto suyo. El papel que jugó Estados Unidos al impedir las negociaciones es tema nuestro.

La escalada de Putin en las últimas semanas consiste en atacar la infraestructura energética de Ucrania e incrementar sus ataques contra la región oriental del país siguiendo, ahora sí, el modelo estadunidense-británico-israelí que es justamente condenado por su brutalidad, si bien quienes condenan son los mismos que aceptaron la ofensiva original con escaso cuestionamiento y cuya horrenda apuesta sentó las bases de la escalada. No habrá rendición de cuentas, aunque tal vez se hayan aprendido algunas lecciones.

Liberales que hicieron tibios llamados a adoptar la opción diplomática mientras daban su total apoyo a Ucrania son ahora objeto de envilecimiento, pero también de temor. En cambio, las voces que llaman a la diplomacia provenientes de la clase política dominante están exentas de este trato. Esto incluye a la publicación Foreign Affairs.

Puede ser que las preocupaciones sobre una guerra destructiva, con potencial de consecuencias cada vez más ominosas, están alcanzando a los halcones neoconservadores que parecen guiar la política exterior de Biden.

Es muy posible que estén escuchando a otras voces. Mientras, las corporaciones estadunidenses de energía y militares van felices camino al banco, Europa es golpeada por el recorte de insumos rusos debido a las sanciones impuestas por Estados Unidos. Esto es particularmente cierto en el caso de la industria alemana, que es la base de la economía europea. Queda abierta la pregunta de si los líderes europeos estarán dispuestos a supervisar el declive económico de su continente junto con su creciente subordinación a Estados Unidos y si sus habitantes tolerarán las consecuencias de cumplir las exigencias estadunidenses.

El golpe más dramático contra la economía europea fue la pérdida del gas ruso barato que ahora está siendo remplazado por insumos estadunidenses más caros (que contribuyen mucho más a la contaminación por su tránsito y distribución). Eso no es todo: el suministro de minerales ruso juega un papel esencial en la industria europea, incluida la que lleva a cabo los esfuerzos hacia la transición a las energías renovables.

El suministro de gas a Europa fue severamente dañado, tal vez de forma permanente, por el sabotaje de las tuberías del gasoducto Nord Stream, que une a Rusia y Alemania a través del mar Báltico. Esto es un golpe mayor para ambas economías. Estados Unidos recibió la noticia con beneplácito entusiasta. El secretario de Estado, Antony Blinken, describió la destrucción de las instalaciones como “una tremenda oportunidad para eliminar de una vez por todas la dependencia a la energía rusa y así quitarle a Vladimir Putin la oportunidad de usarla como arma y medio para avanzar en sus designios imperialistas”.

Los esfuerzos estadunidenses de bloquear Nord Stream datan de mucho antes de la crisis en Ucrania y de las febriles acusaciones actuales sobre los designios imperialistas a largo plazo de Putin; se remontan a los tiempos en que Bush II lo miraba a los ojos y percibía que su alma era buena. El presidente Biden informó a Alemania que si Rusia invadía Ucrania “no habrá un Nord Stream 2. Le pondremos fin”.

Pese a ser uno de los más importantes sucesos en meses recientes, el sabotaje pasó muy rápidamente a la oscuridad. Alemania, Dinamarca y Suecia llevan a cabo investigaciones, pero mantienen en silencio los resultados. Hay un país que de seguro tiene la capacidad y el motivo para destruir las tuberías; sin embargo, el tema es considerado innombrable por la sociedad educada. Dejémoslo así.

¿Existe todavía una oportunidad para los esfuerzos diplomáticos que se proponen desde la clase política dominante? No podemos estar seguros. Mientras el conflicto escala, las opciones para la diplomacia van en declive. Por lo menos, Estados Unidos podría abstenerse de insistir en sostener esta guerra para debilitar a Rusia y así abrir camino a la diplomacia. Una postura más fuerte es la que mencionan las voces de la clase política dominante sobre opciones que pueden ser exploradas antes de que los horrores empeoren, no sólo en Ucrania.

Funcionarios de ésta afirman tener una estrategia para recuperar Crimea. Moscú se la anexó de manera ilegal en 2014. Se hicieron anuncios similares, incluso antes de la invasión, si bien ningún estratega militar cree que Ucrania esté en posición de recuperar Crimea. ¿No es esto una evidencia más en el sentido de que no hay final a la vista para la guerra? ¿No es esta una razón para no entregar a los ucranios los cohetes de largo alcance Atacms que dicen necesitar?

Publicada originalmente en Truthout

Traducción: Gabriela Fonseca

Versión completa en La Jornada on-line: https://bit.ly/3UVXZVK

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