En espera de proporcionales beneficios, Donald Trump estampó su firma como accionista principal de la convención de ultraderecha internacional que el viernes y sábado anteriores insistió en dibujar a un México “en peligro” a causa del “avance socialista” adjudicado al gobierno del presidente López Obrador.
El multimillonario, que buscará un segundo periodo (discontinuo) en la Casa Blanca, apareció mediante videograbación justamente en el cierre del encuentro ultraconservador, con un discurso de coincidencia y aliento a planteamientos extremistas referidos al mundo, al continente y de manera marcada a México.
Ese republicanismo trumpista, mediante voces de políticos extranjeros, significó un acto de abierto injerencismo político con miras al relevo presidencial de 2024, a tal grado que el presidente del capítulo México de la Coalición Política de Acción Conservadora (CPAC), el activista de catolicismo conservador, Eduardo Verástegui, fue coreado como “¡presidente, presidente!”, en una especie de destape electoral binacional, con la bendición de la jerarquía católica mexicana y del aparato del ex mandatario estadunidense.
La intención principal de la multicitada conferencia (Matt Schlapp, republicano de estrecha relación con Trump, preside la CPAC, que, a su vez, otorga una especie de franquicias, como ha sucedido con Verástegui) fue colocar en el tablero político mexicano a la ultraderecha, que no regateó críticas a la “derechita cobarde”, al panismo tradicional que, a juicio de los conservadores, no enfrenta con valentía y fuerza a los “socialistas” actualmente en el poder.
De confirmarse la intención electoral de la estrella de la reunión, Verástegui, tendría que transitar a lo largo del enredo de intereses de los partidos Acción Nacional, de la Revolución Democrática y Revolucionario Institucional, si de verdad este último se mantuviera en la coalición denominada Va por México.
No tienen a estas alturas, en tal coalición, ninguna precandidatura fuerte y viable, así que el asomo de una figura apoyada por el alto clero mexicano y el trumpismo financista bien podría entrar en un primer cálculo pragmático. Pero esos partidos irían perdiendo presencia, privilegios y preponderancia en la medida en que fueran cediendo a una fuerza que los rebasa y menosprecia.
En tanto, Ricardo Monreal Ávila, todavía coordinador de los senadores morenistas, pareció pintar una de sus últimas rayas antes de que llegue el diciembre que días atrás había dicho le gustaría para irse (de Morena, se supone). Reunió en la Arena México a miles de personas y pronunció el discurso de mayor crítica que hasta ahora hubiera hecho a las políticas cuatroteístas, aunque reservándose aún el identificar por nombres y apellidos al destinatario de su deslinde. El mitin monrealista pareció aumentar tanto el distanciamiento político con Palacio Nacional como la versión de que el zacatecano se estaría encaminando a ser candidato presidencial de Movimiento Ciudadano. Hubo, sin embargo, una reacción inmediata en algunos opinantes que son adversos al obradorismo, quienes expresaron en redes sociales su convicción de que ese presunto distanciamiento es acordado con el propio habitante de Palacio Nacional para dividir el voto opositor en 2024 y terminar favoreciendo a Morena, una especie de “Monreal de Troya”.
En otro tema: México criticó que siga “más de lo mismo” a la hora de elegir quién presida el Banco Interamericano de Desarrollo (BID). Lo cierto es que Argentina negoció, a cambio de cargos directivos (vicepresidencia de Sectores, gerencia de Infraestructura y un nuevo Instituto de Género e Igualdad), la declinación de su candidata a presidir el BID, en acuerdo con Estados Unidos, Canadá y Brasil, para dar paso al candidato de este último país, Ilan Goldfajn, propuesto por Bolsonaro, pero sostenido por Lula. La realidad sabida es que Estados Unidos es el que más fondos aporta al BID y el que cuenta con más votos. ¡Hasta mañana!
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