En el país hay un mercado de madera “lleno de sangre e injusticia”, en el cual no se cuidan los bosques, la biodiversidad, el agua ni los beneficios sociales, y hay otro justo, donde el aprovechamiento es ordenado, sostuvo Andrés Juárez, del Consejo Civil Mexicano para la Silvicultura Sostenible.
Recordó que hay 14 mil 341 núcleos agrarios forestales con al menos 200 hectáreas de selva, bosque o matorral; son dueños de 60 por ciento de los bosques y selvas del país, que suman 66 millones de hectáreas. Hay potencial para aprovechar entre 15 y 18 millones de hectáreas, pero en 2019 sólo 5 millones estaban bajo aprovechamiento forestal comercial autorizado, agregó.
Durante la videoconferencia Otras miradas sobre el cambio climático, convocada por la Coordinación Universitaria para la Sustentabilidad de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), destacó que la política forestal ha dado prioridad a la conservación pasiva por encima de actividades productivas y del desarrollo de capacidades productivas en las comunidades forestales; no apoya el fortalecimiento de capacidades ni el diseño y desarrollo de proyectos de carbono.
A su vez, Marta Astier, del Centro de Investigación de Geografía Ambiental de la UNAM, dijo que hay una presión muy fuerte de la agricultura industrial, cuya principal meta es generar ganancias y su base son las corporaciones que controlan desde las semillas e insumos hasta la concentración y distribución de alimentos.
Señaló que paisajes que eran mosaicos de bosques, cultivos y árboles frutales se han convertido en monocultivos (por ejemplo, de aguacate) y el microclima cambia, se reducen la captación y el almacenamiento de agua en el suelo y los mantos acuíferos, suben la evapotranspiración y la temperatura, se forman menos nubes y los ciclos de lluvia se alteran.
Dijo que el uso intensivo de plaguicidas como el glifosato o el paraquat genera dependencia y deterioro de los suelos, e incluso el colapso de sistemas productivos.