La muerte de Hebe de Bonafini, acaecida ayer en La Plata, Buenos Aires, es una noticia triste para las causas de los derechos humanos, la memoria histórica y el activismo social en Argentina y en el mundo. La que era un ama de casa sin formación ni participación política fue empujada a la lucha por la dictadura militar que devastó su país entre 1976 y 1983. A unos meses de haberse instaurado, ese régimen secuestró y desapareció a Jorge Omar y a Alfredo Bonafini, hijos de la activista, y en 1978 hizo otro tanto con su nuera, María Elena Bugnone, esposa de Jorge Omar. Junto con otras madres de desaparecidos, Hebe fundó la Asociación Madres de Plaza de Mayo, cuyas integrantes, desafiando el terror dictatorial, se manifestaban en ese sitio bonaerense en demanda de la devolución, con vida, de sus hijos.
Desde un inicio, la luchadora social enfrentó, junto con sus compañeras, una sistemática represión que pasó por la desaparición de tres de ellas, dos religiosas francesas y otros siete activistas, todos los cuales fueron torturados y arrojados al mar en uno de los llamados “vuelos de la muerte”.
El retorno de Argentina a la democracia formal no significó el fin de la lucha de Madres de Plaza de Mayo y de Hebe; por el contrario, empezó entonces un periodo de intensas movilizaciones y de luchas legales, ya no sólo para exigir el regreso de los desaparecidos, sino también la aplicación de justicia para los responsables de los secuestros, la búsqueda de menores que nacieron durante el cautiverio de sus madres, niños que fueron entregados a familias de militares –lucha que daría lugar al surgimiento de Abuelas de Plaza de Mayo– y la preservación de la memoria de las víctimas de la dictadura y de las atrocidades perpetradas por ésta.
Hebe extendió su activismo a la solidaridad con sectores sociales movilizados ante la temprana instauración del neoliberalismo durante los gobiernos de Carlos Menem (1989-1999), periodo en el cual sufrió en carne propia los embates de la policía. La persecución y el acoso en su contra por parte de estamentos militares y de derecha llegaron a tal punto que en 2001 su casa fue allanada por desconocidos que, al no encontrarla, torturaron a su hija, que se encontraba en el domicilio.
Ya con el reconocimiento internacional por su lucha a favor de los derechos humanos, recorrió diversos países de América Latina y Europa, abogando por el cese de toda represión, las reivindicaciones nacionales, el reconocimiento a los derechos de los pueblos originarios y el fin de las guerras neocoloniales. Asimismo, participó en el establecimiento del Centro Cultural Nuestros Hijos, que funciona en la que fuera sede de la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA), donde fueron retenidos, torturados y asesinados innumerables opositores a la dictadura militar.
En suma, Hebe de Bonafini es una figura fundamental en la formación de las luchas en contra de la desaparición forzada, de los crímenes de lesa humanidad y de las prácticas represivas en general, y el ejemplo de su voluntad irreductible fructificó y perdura en movimientos, organizaciones y causas sociales de dentro y fuera de Argentina. Falleció ayer en La Plata, pero sigue viva en el mundo.