Hace más de un siglo que la literatura migratoria se refiere al tema de la integración y los resultados son ambiguos, unos se integran, a otros les cuesta más y otros tantos se sienten excluidos. Los problemas suelen presentarse en la primera generación de migrantes que batallan con el idioma y las costumbres, no obstante, se incorporan con notable facilidad en el mercado de trabajo. La segunda generación suele adaptarse mejor, aunque siguen operando como factores negativos la raza, la clase social y la segregación residencial.
En el caso de Estados Unidos, la integración se da en el casillero racial correspondiente, sea éste el de blancos, negros, latinos o asiáticos. En teoría, la movilidad de un casillero a otro no debería ser posible, pero los hispanolatinos han creado un verdadero problema porque pueden ser racialmente mestizos, blancos, negros o incluso asiáticos. Por ello la clasificación oficial del censo se refiere a blancos “no hispanos” y “negros no hispanos”, en aras de mantener una pureza racial y controlar a los tránsfugas.
En realidad, se pretende negar la posibilidad del mestizaje, ni siquiera existe esa palabra en inglés, aunque ya se habla en el censo, desde hace unos 20 años, de personas que pueden tener “varias razas”. El caso es tan claro y transparente que Barak Obama es negro y no mulato, y tiene 50 por ciento de sangre negra y otro 50 de blanca. En el caso de la vicepresidente Kamala Harris, de padre jamaiquino y madre de India, el resultado es el mismo: negra, nadie la considera asiática, porque lo negro domina.
En otros tiempos, la categoría del blanco WASP ((White Anglo-Saxon Protestant) era aún más excluyente, por ejemplo, los irlandeses y los italianos, no eran considerados como blancos, porque los irlandeses eran católicos y los italianos eran católicos y no eran anglosajones. En ese sentido, la llegada de John Fitzgerald Kennedy a la presidencia estadunidense marcó un precedente para blanquear a estos otros europeos y, medio siglo después, Barack Obama entreabrió la puerta a los negros y ahora tenemos a una vicepresidenta negra.
Un resquicio que Donald Trump y los republicanos trataron de cerrar y ahora vuelven a la carga en estas elecciones de medio término. La presencia de “otras razas” en el espectro político electoral debilita, supuestamente, el poder electoral de los republicanos.
En el caso de California, la política antinmigrante y antimexicana le dio resultados inmediatos al gobernador Pete Wilson, en 1994, al poder relegirse con la famosa Proposición 187 que penalizaba a los migrantes mexicanos. Pero a su vez empoderó a la comunidad latina. El partido demócrata se renovó a partir de la lucha contra la Proposición 187 y salieron nuevos líderes, que ahora están en el poder. El racismo les cobró la factura a los republicanos. Algo parecido, aunque en mucho menor escala, pasó en Arizona, con la ley 1047, que penalizaba por su rostro a los latinos y donde, finalmente, Trump perdió allí la elección al segundo mandato y acaba nuevamente de perder el Partido Republicano.
Paradójicamente, el racismo ahora les cobra la factura a tres líderes latinos de California, Nuri Martínez, Gil Cedillo y Kevin de León, por haberse expresado con términos racistas de un concejal negro. Por lo pronto, les han costado los puestos, pero también, habrá costos serios al reabrirse las heridas entre la comunidad negra y latina, lo cual afectará al Partido Demócrata.
En el siglo XXI los videos y las grabaciones son el peor enemigo de los políticos, aunque propiamente son ellos mismos, con sus actitudes racistas, su propio enemigo. La palabra prohibida para referirse a los negros, la famosa n, ni siquiera se puede poner por escrito. La autorepresión verbal parece funcionar entre los blancos, pero no entre los latinos, que creen que con un diminutivo de negrito o changuito solucionan el problema.
Hay un dilema serio de alianzas político-raciales en Estados Unidos, que ha sido difícil de superar. En Chicago se logró de manera coyuntural con el apoyo latino a Harold Washington, en 1983, y la alianza ha dado buenos resultados en otros momentos. En Nueva York la alianza de puertorriqueños, dominicanos y negros también ha dado resultados. El Bronx tiene a una representante latina.
Los intereses y prioridades también son divergentes, para los latinos la migración es un tema fundamental, para los negros no significa nada, incluso pueden sentirse afectados por los nuevos flujos migratorios. Pero también hay puntos en común, la lucha de Black Lives Matter, también podría ser la de “Latino Lives Matter“. De 2015 a 2021 murieron en manos de la policía mil 552 negros y mil 59 latinos.
Martin Luther King y César Chávez comparten el olimpo de los luchadores sociales. El movimiento chicano surgió de manera paralela a la lucha por los derechos civiles, los Black Panters tuvieron su réplica en los Brown Berets, pero cada quién por su lado, al igual que los barrios de negros y latinos.
¿Hasta cuándo?