Exitismo es afán desmedido de éxito, obsesión infantil por el triunfo y necesidad patológica por inventárselo; para convencerse, más que convencer, de que lo realizado estuvo muy bien hecho y que el resultado obtenido es inobjetable, aunque los hechos desmientan esa complaciente percepción. La fiesta de los toros de las últimas décadas es un triste ejemplo de exitismo con la alarmante disminución de bravura y edad en las reses, la necedad empresarial y el pueril otorgamiento de orejas en plazas importantes. Ah, y mentís significa desmentido, señalamiento de haber faltado a la verdad o a lo prometido.
En Perú no todo es sumiso coloniaje taurino, renuente a dar a los diestros locales jerarquía internacional a partir de una apuesta responsable y congruente con esa añeja tradición, persuadida de generar una torería de nivel internacional y no una solitaria, heroica golondrina. Un aficionado pensante, de esos que se niegan a aceptar los fraudes de los profesionales y a dar crédito a los positivos falsos, me envía el siguiente boletín titulado “Premios del Centro Taurino de Lima 2022”:
“El Centro Taurino de Lima, CTL, fundado el 7 de diciembre de 1899, al finalizar la Feria del Señor de los Milagros 2022 en nuestra querida plaza de Acho, manifiesta que durante toda la Feria el ganado fue impresentable, no acorde a la categoría de nuestra más que bicentenaria Plaza de Acho.
“Luego de la cuestionada gestión de la empresa Casa Toreros-Consorcio Perú y creyendo firmemente que el toro es el rey de la fiesta brava y que sin el toro nada tiene importancia, declara lo siguiente: Premio del CTL al mejor matador: desierto. Premio del CTL al mejor toro: desierto. Premio del CTL al mejor picador: desierto. Premio del CTL a la mejor brega: desierto. Premio del CTL al mejor banderillero: desierto. Lima, 15 de noviembre de 2022.”
Estas desérticas declaraciones públicas obedecen a que la plaza más antigua del continente americano (17 de febrero de 1766), una afición tan noble como conformista y antiguas y variadas expresiones populares de la relación hombre-toro no bastan en ese bello, tierno y cruel país para que apoderados y figurines foráneos, ganaderos y empresarios, de allá y de aquí, autoridades y publicronistas quieran llevar la fiesta en paz cuando, gracias al golpe de timón del limeño Andrés Roca Rey, la tradición taurina de Perú demanda, sin excusas, una reconfiguración a fondo de su fiesta de toros, toreros peruanos incluidos. ¿O seguirán conformándose con que por aquellos rincones la fiesta siga hecha girones?
Algunos se hartan de tanto cinismo e ineptitud juntos. Este texto de Lorenzo Garza Gaona, otro matador relegado, no tiene desperdicio: “Me duele lo que pasa con la Plaza México. He vivido en carne propia el desprecio de la empresa, los malos manejos. Hoy pagamos la cuota de su terrible protagonismo y falta de sensibilidad… ojalá logremos que los toros vuelvan, el toreo es más grande que los intereses de unos pocos, sé lo que es pasar el hambre de disfrutar de la fiesta brava”.
“El enemigo está en casa, vamos a tirar juntos al camino de la verdad y la grandeza. El toreo es una fiesta popular tristemente monopolizada, corrompida y prostituida. Hay que pelear por regresar a la verdad y a los valores que representan a todos los que amamos el toreo… Es necesario que los ignorantes aprendan a respetar la tauromaquia, pero para eso hace falta que los que estamos dentro le demos esa grandeza y respeto que ha tenido históricamente…” ¿Así o más claro, autoridades y concesionarios?