Lydia Tár es el personaje ficticio, celebridad musical, que encarna con maestría la actriz australiana Cate Blanchett en Tár (2022), tercer largometraje del realizador estadunidense Todd Field ( In the Bedroom, 2001). Entre los múltiples cargos que ha acumulado Tár en su metéorica carrera figura el de dirigir a la Orquesta Filarmónica de Berlín, ciudad en la que es entrevistada durante casi media hora al inicio de la cinta por Adam Gopnik, periodista de la revista The New Yorker. En ella le brinda una extensa explicación de su estilo de trabajo, que incluyen tecnicismos, siglas relacionadas con instituciones y personalidades del medio musical, un lenguaje muy especializado y otros detalles más que serán un misterio para muchos espectadores, y posiblemente para el propio entrevistador. Sin embargo, y conviene advertirlo, Tár no es únicamente una película sobre el mundo de la música, sino de modo más contundente, sobre el ejercicio y el abuso del poder en un medio artístico. Una vez trazado en la pantalla el recio perfil de Lydia Tár y su manera polémica de lidiar con sus colaboradores –súbditos virtuales que no dejan de llamarla Maestro–, se procede a la deconstrucción del personaje de quien se rumora tiene una capacidad perversa para promover primero, obstaculizar después, y eventualmente destruir las carreras de alumnas suyas de música que pudieran haberse resistido a su manipuladora seducción sexual.
En una secuencia clave, filmada en un solo plano, Tár se enfrasca en una controversia con sus estudiantes en la célebre escuela de música neoyorkina Juilliard. Un joven afroamericano que se identifica como pangénero y bipoc rechaza la música de Bach por considerar que el compositor –padre de veinte hijos– fue misógino, mientras ella descalifica en tono sarcástico la caricaturizada cultura de la cancelación y la corrección política que la película le endilga al joven. Este último abandona el salón insultando al gran ícono musical. El episodio es interesante porque prefigura el hostigamiento que Tár padecerá en las redes sociales, las cuales exponen no sólo su lesbianismo (por ella muy asumido), sino sus pretendidos abusos sexuales, con la consecuencia de derribar su prestigio artístico y académico, y el equilibrio doméstico que mantiene con su esposa Sharon (Nina Hoss) y su pequeña hija Petra. Hay alusiones también a compositores célebres (James Levine, supuesto pederasta; Wilhelm Furtwängler, simpatizante nazi) como objetos de suspicacia o de un linchamiento mediático similar al que padece Tár. Todd Field dejará abierta la interrogación sobre la responsabilidad real de la protagonista.
Sólo el talento camaleónico de Cate Blanchett podía llevar a buen puerto el diseño de un personaje tan controvertido y complejo como Lydia Tár. Por medio de ella, el realizador disecciona de modo implacable a todo un medio artístico, despojándolo de su glamur estudiado y exhibiendo su narcisismo. La ambición del señalamiento es desmedida y probablemente injusta. Sin embargo, Tár no deja de ser una realización realmente notable, con un guion original bien estructurado, cuyo tema delicado puede suscitar discusiones encendidas.
Se exhibe en la sala 2 de la Cineteca Nacional a las 12:30 y 17:45 horas.