Un mundo “más empático y menos egocéntrico” es posible mediante la filosofía, la curiosidad intelectual y la importancia de cuestionar desde la niñez, afirma la poeta y promotora cultural Maureen McQuerry (San Francisco, California, 1956).
Autora de cuatro novelas y comprometida a apoyar a los estudiantes, maestros y bibliotecarios, McQuerry asegura que los niños de entre 4 y 7 años pueden aprender a razonar e incluso a abordar conceptos universales con los adultos.
“Nunca es demasiado pronto para entablar una conversación filosófica con los menores”, explica en entrevista con La Jornada.
“La filosofía comienza con hacerse preguntas y tener curiosidad. La curiosidad permite que cualquier niño vaya más allá de sí mismo, experimente otros puntos de vista y muestre interés por los demás, así como por el mundo que nos rodea.
“Formular preguntas es algo extraordinario, las requerimos para averiguar qué lugar ocupamos en el universo; pero ojo, estas interrogantes no tienen una única respuesta. Por eso es importante que niños y adultos aprendamos a pensar.
“Necesitamos personas que piensen profundamente en los numerosos problemas a los que se enfrenta nuestro mundo actual, que se inspiren para encontrar soluciones creativas y éticas mediante la amabilidad, el respeto y la empatía.”
Hojeando la sección de libros ilustrados en una librería, la autora examinó minuciosamente aquellos relacionados con la ciencia, la ingeniería, así como biografías para niños muy pequeños. Sin embargo, llegó a la conclusión de que sólo en pocos ejemplares se aludía al significado de vivir bien como ser humano, entre otros conceptos vivenciales.
“Durante años los filósofos han explorado ésta y muchas otras cuestiones existenciales que nos rodean. Así que comencé a preguntarme si sería posible destilar algunas de sus nociones y experiencias para incitar conversaciones importantes con los pequeños.”
Fue así como Maureen McQuerry logró consolidar una de sus aspiraciones literarias junto con el profesor Duane Armitage y la ilustradora Robin Rosenthal: la colección Grandes Ideas para Pequeños Filósofos, que lanzó Penguin Random House mediante el sello Serres.
“Nos interesaban las grandes ideas, retomar uno o dos principios de cada filósofo para después diseccionarlos a través del lenguaje e ilustraciones y, posteriormente, reflejar sus razonamientos en el mundo de un niño” de 4 a 7 años.
“Al mismo tiempo, queríamos que los niños, pero también los adultos, se involucraran y motivaran para realizar preguntas abiertas. Este método nos permite aprender a razonar.”
McQuerry utilizó a Sócrates, René Descartes, Aristóteles y Simone de Beauvoir para fomentar en los niños el amor por la sabiduría.
En el primer volumen, el pensador griego Sócrates señala que para ser sabio “hay que ser sincero y honrado, aunque te dé miedo”, además de que “las mentiras hacen daño a los demás, pues al hacer daño a otras personas te haces daño a ti también”.
El filósofo, matemático y físico francés René Descartes utiliza su imaginación para comprender mejor el mundo. Con su célebre frase “pienso, luego existo”, cruza el umbral de la curiosidad infantil y advierte que “la filosofía es una ciencia que nos enseña a pensar, a hacernos preguntas y ¡a resolverlas!”
Considerado el padre de la filosofía occidental, Aristóteles sumerge a los niños en un mar de interrogantes sobre el objetivo de su vida y de lo que los hace ser felices. El intelectual griego pensaba que la forma más importante de ser feliz era teniendo amigos.
El cuarto y último libro, protagonizado por la filósofa, activista feminista y periodista francesa Simone de Beauvoir, da testimonio de que todas las personas son iguales, pero “debemos preocuparnos por los que sufren rechazo, ser amables y cariñosos con todo el mundo, incluso con quien es distinto a nosotros”.
Para la especialista en educación para superdotados, combinar los libros ilustrados con la filosofía anima a los menores a pensar en grande.
“La amabilidad, la compasión, la veracidad o el vivir bien son conceptos muy amplios y con muchas capas, pero cuando se utilizan ejemplos de las propias experiencias de los niños y, además, se formulan preguntas adecuadas para su edad, incluso ellos mismos pueden indagar en cualquier idea.
“Los libros permiten que los pequeños y los adultos exploren juntos temas universales partiendo de reflexiones tan simples como ¿qué hace un amigo? ¿Qué es lo que te preguntas? y ¿cómo puedes ser de ayuda hoy?”