La negligencia tuvo consecuencias mortales. La causa es el reiterado descuido en el mantenimiento de la infraestructura y bienes de la Ciudad de México. Las autoridades dan explicaciones para amainar su responsabilidad, pero ésta es ineludible.
El caso que voy a referir pareciera minucia frente a otros asuntos de mayor trascendencia e impacto en la vida social cotidiana. Es un caso que en escala menor muestra parte de lo que millones de ciudadanos padecemos y, consecuentemente, fastidian la realización de actividades que necesitan, para su buena consumación, un entramado en que se entreteje eficacia y responsabilidad de una cadena formada por muchos eslabones.
Hace cinco días las hermanas Sofía y Esmeralda, de 15 y 23 años, caminaban alegres hacia el Palacio de los Deportes, porque iban a poder estar en el concierto del grupo de rock Zoé. Debido a que el tramo de avenida Viaducto Piedad y Añil estaba oscuro por falta de funcionamiento del alumbrado público no vieron que una coladera del drenaje no tenía tapa. Una cayó en el agujero y la otra hizo intentos por rescatarla, las dos murieron y después vino el rosario de seudoexplicaciones de distintos niveles del Gobierno capitalino.
La coladera destapada está a pocos pasos de un puente peatonal que cruzan las personas para llegar al Palacio de los Deportes. Se ubica, como informó el alcalde de Iztacalco, Armando Quintero, en “vía primaria” de la demarcación. Por la banqueta de la coladera destapada han caminado miles de peatones. ¿Cuántos han caído en la trampa, aunque sin las consecuencias mortales para Sofía y Esmeralda? ¿Quedaron fracturados de algún brazo, del tobillo? Las hermanas no debieron morir, su familia está de luto por contundentes negligencias. Al día siguiente de la tragedia, el grupo Zoé dedicó el concierto a las jóvenes mujeres. León Larregui, vocalista, dijo al público: “Exigimos que las autoridades se hagan cargo de esto y que no vuelva a ocurrir jamás”.
A decir de vecinos y vendedores de la zona, la coladera carecía de tapa desde meses atrás. Entre las vergonzantes explicaciones dadas por autoridades de la alcaldía Iztacalco y el Sistema de Aguas de la Ciudad de México (Sacmex) se incluyen que las tapas de las coladeras son robadas por personas que las llevan a lugares en los que compran metales para reciclarlos. Entonces, que Sofía y Esmeralda hayan caído al fondo del ducto que conduce aguas residuales, ¿es culpa de los que sustrajeron las tapas y de quienes las compraron? En cierta proporción sí lo es, pero como consecuencia de las autoridades incapaces de parar el ciclo robo/compra/venta del metal reciclado. ¿Y qué de los reportes vecinales que alertaron por meses acerca de la coladera destapada? Además, las cercanías del paso peatonal estaban en penumbras por falta de funcionamiento del alumbrado público. ¿Será que la razón, usando la lógica de las tapas sustraídas por ladrones, es que también se roban las lámparas?
Las autoridades de Iztacalco, el Sacmex y de la Ciudad de México no están en sus puestos para discurrir en torno al robo de tapas de metal en los miles de registros existentes en la urbe. Su función como servidores públicos es precisamente servir para solucionar problemas, grandes y pequeños, que martirizan la vida de quienes habitamos la capital del país. Los hurtos de tapas, por desgracia, son frecuentes. Las autoridades deben hacerse cargo de reponer inmediatamente el bien robado, porque lo primero es salvaguardar la integridad de posibles víctimas de coladeras destapadas.
Hoyos como los que devoraron a Sofía y Esmeralda hay por toda la ciudad, en calles y banquetas. ¿Cuántos automovilistas han padecido daños en el vehículo que conducen por pasar sobre un tubo de drenaje sin tapa, acaso llantas reventadas, rines chuecos, daños corporales? La solución no es difícil, si las autoridades de los que llaman todos los niveles quieren resolver el problema del destapamiento de las coladeras.
Tanto Armando Quintero, alcalde de Iztacalco, como de Sacmex, y la jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum, han coincidido en lo de las tapas robadas, delito que por las evidencias es muy fácil cometer. ¿Cuál es la solución, aumentar los castigos penales, como propuso la mandataria citadina? Encontrarle salida al enigma, considero, va por otro lado. Hay que detener el robo de tapas y su comercialización. Quienes las roban lo hacen porque es fácil perpetrar el delito y las probabilidades de quedar impunes son muy altas. Quienes compran lo robado en vías públicas, igualmente, no tienen consecuencias por el delito que cometen.
¿Existe en esferas gubernamentales un grupo especializado que investigue el robo de tapas y dónde las compran? Que el delito no pueda perpetrarse es parte clave del asunto. ¿Será muy difícil crear escuadrones que recorran las calles de la ciudad para detectar coladeras sin tapa y colocarle una nueva de inmediato? Porque, ya lo vimos, las negligencias cuestan vidas.