Media hora, no más, fue lo que pude estar entre los entusiastas marchistas antirreforma electoral (RE) y antiamlistas. Mi modesto cartel rezaba: “Reformar al INE es igual a avance democrático”. Les resultó intolerable a los concurrentes de claro perfil social clasemediero alto, que portaban pulcras camisetas blancas y rosadas. Discreta pero firmemente empezaron a corear: “¡Fuera!, ¡fuera!”, defendiendo su grito y proclama contrastante: “El INE no se toca”. Rápido entendí que, según ellos, no se puede tocar al INE ni con el pétalo de un cartel.
Vanos fueron mis reclamos sobre mi derecho a estar ahí, señalándoles que siempre he luchado por la libertad de expresión y de manifestación, cosa que ellos legítimamente disfrutaban. Vicente Fox y Marko Cortés, jubilosos, pasaban por un lado sin mirar más que a ellos mismos.
Fue un gran acierto el haber designado a José Woldenberg como principal orador “a modo”. En su fina pieza oratoria recalcó que “no se puede volver a una institución electoral alineada con el gobierno…”, como sí lo fue hasta la irrupción y rebeldía de julio de 2018. Sí fue todo un acierto el haberlo designado, ya que la mayoría de decenas de miles de marchistas no entiende ni cómo funciona el INE ni el contenido de las reformas propuestas, y mucho menos el contexto histórico de sus orígenes. Ellos piensan y actúan de acuerdo con un elevado pragmatismo político e intereses económicos relevantes. Incluso, algunos me externaron su preocupación de que la reforma electoral les quitaría el derecho al voto libre.
Sin embargo, a pesar de su sensatez y gran conocimiento de la institución, Woldenberg renegó de su pasado ganándole su fobia y activismo anti-Cuarta Transformación al no dejar ni rendijas para discutir una necesaria reforma de gran calado que reconstruya ese costoso, anacrónico e ineficiente lastre político-electoral.
La paradoja es que con la propuesta del Ejecutivo federal para imprimir al INE un nuevo carácter más democrático y ciudadano, éste puede salvarse a sí mismo.
Entre la narrativa presidencial de confrontación y las anticipadas declaraciones de cero negociaciones pregonadas en la movilización del pasado domingo, nos preguntamos ¿de qué lado y en qué cancha está la polarización?
El IFE-INE es un organismo que surge gracias a las duras luchas por apertura democrática y libertades políticas, luchas que generalmente eran encabezadas por la izquierda comunista desde la década de 1960 y en las que el propio Woldenberg y el padre de Lorenzo Córdova participaron de manera activa. Hoy, esa institución pública se ha convertido en un poderoso ariete y una criatura mimada de las élites políticas y del bloque de poder. Justamente la reforma política propuesta busca destrabar esa complicidad. Una complicidad que con el INE actual nada tiene que ver con la democracia ni con la equidad en la competencia electoral, pregonadas por Woldenberg.
Posdata. Curiosa y afortunadamente, el pasado domingo brilló por su ausencia el temible y vandálico Bloque Negro, asiduo rompemarchas de movimientos de protesta no convocados por organizaciones de derecha.
* Doctor en economía