Fort Mcmurray., Arde, es víctima de insectos y se está reduciendo: tan vital para el futuro del planeta como la Amazonia, el bosque boreal que rodea el Ártico está tan amenazado por el cambio climático como la selva tropical de América del Sur.
Este gigantesco anillo verde que se extiende por Canadá, Escandinavia, Rusia y Alaska se está deteriorando por los incendios forestales, el derretimiento del permafrost, las plagas de insectos y el aumento de las temperaturas.
Los expertos son categóricos en sus advertencias: en el norte, el bosque boreal está invadiendo la tundra, y en el sur, las praderas están desplazando a los árboles.
En su cabaña en Quebec, no lejos de la orilla del río San Lorenzo, Jean-Luc Kanapé, indígena innu, vive entre álamos temblorosos y píceas negras, sintiendo “la energía del viento, el frío”, ahí donde la Vía Láctea enciende el cielo en las noches de verano.
“Cuando estoy en el corazón del bosque siento que soy parte de él. Los árboles son como mis raíces”, asegura a la agencia de noticias Afp este corpulento hombre de 47 años y piel bronceada por el sol.
“A menudo decimos que necesitamos salvar el planeta, pero eso no es cierto”, señala, sugiriendo que lo que está en juego es la propia existencia de la humanidad.
El bosque boreal, llamado así por Bóreas, el dios griego del viento del norte, cubre 10 por ciento de la superficie terrestre y tiene un impacto decisivo en los océanos del norte del planeta y en el clima global.
Sus mil 200 millones de hectáreas, que representan casi un tercio de todas las tierras boscosas del mundo, ayudan a frenar el calentamiento global al absorber una cantidad importante del dióxido de carbono liberado a la atmosfera.
En total, almacena el doble de carbono que todos los bosques tropicales juntos; también acumula un enorme volumen de agua dulce.
Hoy, los incendios forestales se multiplican en Alaska, Canadá y Siberia. Son una de las mayores amenazas para el manto boscoso del norte aunque, paradójicamente, también son esenciales para su supervivencia y evolución.
Efectos benéficos
Los incendios liberan valiosos nutrientes en el suelo del bosque y crean huecos en la copa de los árboles que permiten el paso de la luz del sol, lo que contribuye al crecimiento de nuevos árboles.
En el bosque boreal, el tipo de incendio más frecuente es el de copa, que se propaga rápidamente. Es más intenso y más difícil de combatir que los de superficie.
El fuego puede persistir todo el invierno incluso con la nieve, produciendo humo tóxico y cantidades significativas de monóxido de carbono.
Los incendios destruyen dos veces más cubierta forestal en el mundo que a principios de siglo y 70 por ciento de las superficies devoradas por las llamas en 20 años corresponden a bosques boreales, según datos satelitales publicados en agosto.
Los expertos del Global Forest Watch, el World Resources Institute y la Universidad de Maryland, que recopilaron los datos, también revelaron que las olas de calor extremo son cinco veces más probables que hace 150 años.
El calentamiento global tiene un efecto devastador en regiones septentrionales, ya que las temperaturas aumentan dos o tres veces más rápido que en el resto del planeta.
La destrucción de tierras boscosas por estos incendios provoca emisiones masivas de gases de efecto invernadero, que alimentan el cambio climático.
Los científicos se preguntan si el bosque boreal se acerca al llamado “punto de inflexión”, un umbral más allá del cual las emisiones de carbono y metano son inevitables y los cambios en el ecosistema son irreversibles.
A diferencia de la Amazonia, en el inhóspito y frío bosque cercano al Ártico, la acción humana, como la deforestación o la extracción de arenas bituminosas, es menos perjudicial para el medio ambiente que los fenómenos naturales provocados por el cambio climático.
La solución para que el bosque boreal siga desempeñando su papel esencial para la salud del planeta sólo puede ser global, subrayan los expertos. Nota ampliada en @lajornadaonline https://bit.ly/3hJCMj6