Helsinki. El exitoso sistema educativo de Finlandia empieza a resentir presiones por el alza de la inmigración, que representa 6.3 por ciento de la población, el aumento de la pobreza y un acelerado envejecimiento.
Hace dos décadas la nación nórdica obtuvo reconocimiento mundial por impulsar uno de los sistemas formativos más avanzados, con 91 por ciento de su población adulta con bachillerato y cuatro de cada 10 con título universitario, pero al mismo tiempo enfrenta los crecientes desafíos de la desigualdad.
“En un país con pocos habitantes (5.5 millones), no podemos dejar a nadie atrás”, afirma Anita Lehikoinen, secretaria permanente del Ministerio de Educación y Cultura de Finlandia.
El más reciente Informe de Política Educativa, emitido en 2021, prevé entre otras metas que para 2030 al menos 50 por ciento de la población de 25 a 34 años cuente con un título universitario y que 4 por ciento del producto interno bruto (PIB) se destine a investigación y desarrollo.
Reconoce que para los finlandeses aún es difícil comprender que, tras ocupar los primeros lugares en el Programa para la Evaluación Internacional de los Alumnos (PISA, por sus siglas en inglés), que cada trienio aplica la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico a sus estados miembros, sus resultados estén a la baja desde 2009, principalmente en aritmética y lectura.
A pesar de esto, Finlandia se empeña en apostar por una educación para todos, gratuita y de calidad en un contexto de creciente incertidumbre económica, cuando aún busca remontar los efectos de la pandemia de covid-19 y los impactos de la guerra entre la vecina Rusia y Ucrania.
La transformación educativa que se impulsa en este país nórdico, donde 75 por ciento de su extensión son bosques y sólo 8 por ciento de su tierra es cultivable, incluye fortalecer el nivel general de educación, invertir en el desarrollo de las habilidades básicas, entre ellas la lectura y las matemáticas, así como garantizar la igualdad de acceso a la educación y la cultura, en particular para niños y adolescentes inmigrantes, pues se estima que uno de cada 10 menores en Finlandia tiene antecedentes extranjeros, es decir, cerca de 115 mil.
Lehikoinen subraya que otro de los logros es que se extendió la escolaridad obligatoria para la población hasta los 18 años y el gobierno apoyará a todos los jóvenes con educación gratuita hasta los 20 años, con el fin de que logren adquirir las habilidades tanto para su vida laboral como para continuar formándose a lo largo de la vida.
Esta propuesta, afirma, representa una gran inversión en educación. En 2023 el país prevé destinar 7 mil 600 millones de euros al sector, lo que incluye la cultura, la ciencia y el deporte. Además, el gobierno busca garantizar que la brecha de aprendizaje entre la población escolar nativa y los alumnos inmigrantes disminuya, pues hoy la diferencia es de hasta dos años de escolaridad.
La funcionaria del Ministerio de Educación y Cultura subraya los ejes de su modelo educativo: centrarse en el aprendizaje de los alumnos; no aplicar pruebas nacionales ni listas de clasificación por escuelas; no establecer rígidos sistemas de inspección y mantener una fuerte participación de los municipios y las escuelas.
Sin duda, el pilar central es la excelencia en la formación de sus maestros. De acuerdo con datos oficiales, menos de 15 por ciento de los aspirantes a formarse como educadores logran ingresar. “Se elige a los mejores y deben obtener una maestría antes de graduarse”, afirma Jari Lavonen, profesor-investigador y director del Departamento de Educación de la Universidad de Helsinki.
Experto en la formación docente, Lavonen destaca que en Finlandia se ofrece una “educación gratuita y de calidad, en la que libros, las comidas escolares y la atención médica son gratuitas, con un enfoque de equidad.
“Tenemos un modelo formativo en el que la educación básica inicia a los siete años, se tienen jornadas escolares cortas y prácticamente sin tareas en casa. Se apuesta por un sistema en el cual el maestro trabaja con plena autonomía en su salón de clases”.
Confianza en docentes
En la Escuela de Formación de Profesores Viikki de la Universidad de Helsinki, donde acuden alumnos desde nivel básico a educación media superior, Mauro, de 17 años, alumno de segundo grado de bachillerato, considera que la clave “es sentirse bien en la escuela, que no te evalúen por el resultado, sino por el esfuerzo para lograrlo”.
De sus maestros, señala: “Lo que más me gusta es que son uno más de nosotros. No son personas lejanas enfrente de la clase hablando. Los conozco personalmente y creo que esa relación es lo más importante. Te gusta mucho más aprender, escuchar a alguien que conoces y no sólo a alguien que se para frente a ti y te habla de su asignatura. Eso hace la diferencia”.
La doctora Erja Schunk, profesora-investigadora y coordinadora de Relaciones Internacionales en Viikki, destaca que la gran autonomía con la que trabajan los docentes en su país no sólo es resultado de la excelencia en la formación de sus maestros, “también de nuestra cultura, porque la profesión docente aún es muy valorada en la sociedad”.