El pasado 6 de agosto se cumplieron ocho años del derrame de 40 mil metros cúbicos de lixiviados de sulfato de cobre acidulado en el arroyo Tinajas; luego fluyeron a los ríos Bacanuchi y Sonora. Provenían de la mina Buenavista del Cobre, filial de Grupo México y dedicada a la extracción de cobre y molibdeno. Es el mayor desastre ambiental ocasionado por la minería en el país. La empresa opera ahora sin plan de manejo de residuos peligrosos, pese a las promesas hechas durante el sexenio anterior y el actual. Y los causantes de la tragedia siguen cubiertos por la impunidad.
Las organizaciones sociales de la región presentaron un balance sobre las afectaciones provocadas por ese derrame tóxico. En él documentan la exposición a metales pesados en personas de ocho municipios de la cuenca. Por su parte, el Centro Nacional de Programas Preventivos y Control de Enfermedades encontró altos niveles de plomo, cadmio, arsénico y manganeso en el organismo de los habitantes analizados en las poblaciones afectadas. Además, los daños económicos para el estado y sus habitantes superan los 10 mil millones de pesos.
Los tóxicos recorrieron 17.6 kilómetros del arroyo Las Tinajas, 64 del río Bacanuchi y 190 del Sonora, hasta llegar a la presa El Molinito que abastece de agua potable a parte de los habitantes de Hermosillo. Atravesaron los municipios de Arizpe, Banámichi, Huépac, San Felipe de Jesús, Baviácora, Aconchi y Ures, y llegaron a la zona rural de Hermosillo. Ante la tardía reacción de autoridades y empresa, los casi 23 mil pobladores de 38 localidades de esos municipios y algunas zonas rurales de Hermosillo, consumieron y se bañaron con agua envenenada.
Las concentraciones de cobre, arsénico, aluminio, cadmio, cromo, hierro, manganeso y plomo encontrados en los ríos rebasaron los límites establecidos en la norma oficial mexicana (NOM) 127-SSA1-1994 y la calidad del agua. A ocho años del derrame, persiste la presencia masiva de metales como plomo, arsénico y cadmio en habitantes de la cuenca.
La investigación más completa de lo ocurrido es de José Luis Moreno, distinguido integrante de El Colegio de Sonora. En su libro Acaparamiento y deterioro del agua en el noreste de Sonora. El caso de la mina de Cananea, 1899-2020, detalla la historia del mineral de Cananea y su relación con las fuentes de agua desde el inicio de su historia moderna en 1899.
Dado que persiste el problema, y que ningún funcionario o integrante de dicha empresa, propiedad de Germán Larrea, segundo hombre más rico del país, ha respondido ante la ley por esa tragedia, la edición reciente de La Jornada Ecológica (https://ecologica.jornada.com.mx/) ofrece los aspectos centrales que hacen de Cananea un símbolo de lucha social, laboral y ambiental. Y nada mejor para ello que el detallado estudio de José Luis Moreno.
Él analiza los mecanismos de apropiación del agua por una sola empresa en una región hidrológica clave para Sonora. Muestra que la producción de mineral durante más de un siglo provoca el deterioro de la cantidad y la calidad de las fuentes de agua y el acaparamiento citado. En su mañanera del pasado jueves, el presidente Andrés Manuel López Obrador denunció que se ha hecho con la complacencia de quienes en su gobierno son responsables de regular el manejo del agua en el país.
La ubicación de este centro minero en el nacimiento de dos cuencas hidrológicas (Sonora y San Pedro) y cerca de otras tres (Magdalena, Santa Cruz y Yaqui), lo convierte en un sitio clave para preservar todas las fuentes de agua que requieren el ambiente, las poblaciones y las actividades económicas situadas aguas abajo, incluyendo Hermosillo. Y porque las cuencas de San Pedro, Santa Cruz y Yaqui se comparten con Estados Unidos, en particular, con Arizona.
Moreno expone los rasgos esenciales de la explotación del mineral y el uso del agua por los distintos dueños que ha tenido la empresa los últimos 120 años: la Cananea Consolidated Copper Company (1899 a 1907); la Anaconda Copper Company (1907 a 1971); la Compañía Minera de Cananea (1971 a 1989), y el Grupo México. Primero como Mexicana de Cananea, y desde 1990, como Buenavista del Cobre.
En un país en que las tragedias pronto se olvidan, la de Cananea debemos recordarla siempre. Y exigir que a los culpables no los cubra ya la impunidad.