En las elecciones intermedias estadunidenses aún se disputa quién ganó casi una semana después; hasta ahora el Senado queda en control de los demócratas y la cámara baja aún está por definirse. Algunos argumentan que triunfaron los demócratas por el hecho de no perder tanto como se esperaba, otros dicen que los republicanos ganaron, si conquistan la cámara baja, ya que tendrán el poder para anular casi toda iniciativa de la Casa Blanca durante los últimos dos años de Biden.
No cesan los análisis sobre las implicaciones de este ejercicio electoral para las cúpulas de cada partido en el futuro inmediato, y para el sistema democrático minusválido de Estados Unidos. Podría ser que para las cúpulas no cambió mucho más allá de que se evitó el caos potencial amenazado por Trump y sus cómplices.
Pero para los que aún luchan por democratizar a la superpotencia, esta elección se trató de un triunfo parcial de la resistencia civil contra el proyecto neofascista promovido por Trump y sus cómplices.
Esa resistencia se expresó a través de varios sectores desde sindicatos progresistas, agrupaciones de mujeres en defensa de sus derechos fundamentales, jóvenes blancos, latinos, afroestadunidenses y de otras minorías, fuerzas ambientalistas y de defensa de derechos civiles, defensores de los derechos de los migrantes, organizaciones de la comunidad gay, entre otros. Ellos rescataron, por ahora, la democracia estadunidense.
Por ejemplo, el triunfo de la senadora demócrata Catherine Cortez Masto en Nevada, cuya victoria selló el control demócrata del Senado, fue gracias al intenso trabajo de movilización del voto por la poderosa sección del Sindicato Culinario, filial de sindicato nacional Unite-Here con sus casi 70 mil miembros en ese estado.
Ante el ataque contra la salud de las mujeres con el fallo de la Suprema Corte anulando el derecho constitucional al aborto, agrupaciones estatales y nacionales de mujeres impulsaron la movilización de bases para enfrentar esta amenaza en estados que buscaban prohibir esa opción, algo que contrarrestó en parte la pronosticada ola derechista en esta elección.
Ante el ataque abierto contra el proceso electoral, en los estados bisagra incluidos Arizona, Nevada y Michigan, todos los candidatos para secretario de Estado estatal –los administradores de elecciones– promovidos por Trump y la derecha fueron derrotados por la movilización de votantes en defensa del principio democrático fundamental del sufragio efectivo.
En la resistencia contra los proyectos derechistas fue clave la participación de votantes jóvenes (entre 18 y 29 años), la cual fue la segunda más alta en casi tres décadas (aunque aún bastante baja en términos reales, 27 por ciento), con una amplia mayoría favoreciendo a los demócratas, pero más bien estaban enfocados sobre los temas del cambio climático, la violencia de las armas de fuego, sus derechos civiles y económicos y el futuro de esta democracia. “Los jóvenes salvaron esta elección”, afirmó Varshini Prakash, director de Sunrise Movement.
A la vez, el elenco de legisladores federales progresistas se amplió; el senador Bernie Sanders celebró al declarar que “habrá más progresistas firmes en la cámara baja que nunca antes”.
Fueron estas fuerzas las que frenaron el avance de los ultraderechistas por todo el país. Pero el giro antidemocrático neofascista y el proyecto neoliberal de donde surgió que, durante décadas, literalmente desmanteló partes de esta democracia y su contrato social a través de la concentración de riqueza y por lo tanto poder político, sigue poniendo en peligro a esta superpotencia, y por lo tanto, a todos en el planeta. En esta elección, la resistencia impidió que la derecha avanzara. Pero se requiere de mucho más para derrotar esta amenaza.
Por lo tanto, las fuerzas democratizadoras de Estados Unidos requieren más que nunca la solidaridad de sus contrapartes en México y otras partes del mundo.
Rising Appalachia. Resilient.