El endeudamiento entraña a la tasa de interés; son las dos caras de una misma moneda. El interés es el precio del crédito, un factor esencial para determinar al gasto en consumo, en inversión y el gasto público y, así, el nivel de la actividad económica. El interés es por ello un precio clave en la economía.
El proceso de endeudamiento requiere de una provisión constante de “liquidez”, es decir, que quien presta debe tener los recursos para hacerlo de modo suficiente y oportuno y quien paga también, cuando le toca abonar.
La liquidez la proveen el banco central y los bancos comerciales; ambos crean dinero, cosa que no penetra suficientemente en el entendimiento de lo que es el dinero y el crédito.
Los desfases en la liquidez frenan, o de plano, interrumpen el circuito económico de la producción y el gasto. Por eso se dice que la “falta de liquidez mata”. El sistema económico puede verse como un gran entramado de deudas.
Las formas del endeudamiento son múltiples: del crédito al mayoreo, como son las tarjetas o los autos, al crédito de las grandes corporaciones o de los gobiernos hay grandes diferencias; pero la esencia de las deudas y la relación entre las partes es la misma.
Siendo un precio clave, hay una relación estrecha entre la inflación (el índice que mide el aumento de los precios) y la tasa de interés. A mediados de 2021 la tasa de interés de referencia (tasa objetivo) fijada por el banco central era de 4 por ciento.
Desde entonces ha subido de modo constante; en particular, el aumento ha sido muy notable desde finales de junio de este año hasta la semana pasada. La tasa ha tenido sólo en ese último lapso un aumento de tres puntos porcentuales, desde 7 a 10 por ciento, con cuatro incrementos consecutivos de 0.75.
Esto sucede hoy en un proceso conjunto con una alta y persistente inflación. A fines de 2020 los precios crecieron a una tasa de 2.2 por ciento y se inició una marcada tendencia al alza que se extiende hasta hoy. En septiembre el índice creció 8.7 y en octubre bajó a 8.4 por ciento.
La confluencia de una elevada inflación con muy altas tasas de interés genera distorsiones en la asignación de los recursos y, por eso, en la distribución de las ganancias y las pérdidas entre los agentes económicos.
Lo que ocurre en la economía revela un fuerte choque monetario y financiero. Las repercusiones de él son de muy corto plazo y, también, tienen un profundo impacto de más largo plazo sobre la estructura económica, lo que tiene siempre una contraparte social. No son estos dos discursos disociados. Los efectos adversos de este choque durarán largo tiempo.
Se discute de modo pormenorizado cada movimiento de las principales variables económicas: el producto, el empleo, el gasto agregado y demás. Lo mismo se hace con las variables financieras y se sigue periódicamente la trayectoria de la inflación y mucho más de cerca, por minutos, los movimientos del tipo de cambio, la tasa de interés y las cotizaciones bursátiles. Todo esto en pantallas que operan sin interrupción y prácticamente sin que la inmensa mayoría de la población del planeta tenga idea del poder que ahí se expresa.
El patrón del endeudamiento ha cambiado la carga entre deudores y acreedores. Desde la crisis financiera de 2008 y por más de una década las tasas de interés en el mundo fueron extremadamente bajas. La Reserva Federal optó por una exorbitante creación de liquidez que rebajó el costo del crédito a prácticamente cero, y con eso generó una estabilidad de precios que ahora finalmente se ha roto. Esto distorsionó el entramado de las deudas, pues en esencia el dinero dejó de tener valor. Una expresión clara de esta distorsión fue la casi irrestricta capacidad de contratar créditos inmobiliarios en Estados Unidos. Finalmente, cuando el mercado colapsó fue uno de los principales detonadores de la crisis.
Otro aspecto de la resonancia de la pérdida de valor del dinero se ha visto en el mercado de las criptomonedas. Primero un espectacular incremento de los precios, como se aprecia claramente en el caso del bitcóin, una moneda emblemática. Las pérdidas ahora han sido billonarias.
Las casas eventualmente caen de precio cuando las deudas (hipotecas) contratadas a tasas muy bajas han crecido tanto que al subir no se pueden pagar. En un mercado plagado de deuda se precipita la crisis. Pero las casas tienen un valor intrínseco. En el caso del bitcóin no hay ningún valor creado, sólo un precio representado nominalmente por una demanda desbocada, mal concebida y muy manipulada. No queda nada. La reciente quiebra de FTX, importante empresa de intercambio de criptomonedas, expresa a las claras una de las manifestaciones de la deuda que colapsa con el alza de las tasas y la ruina que provoca, excepto para los manipuladores del mercado, que siempre existen.
El choque monetario y financiero provocará ajustes muy severos, unos visibles y otros menos, pero igualmente reales.