Han pasado más de dos décadas desde que Panteón Rococó irrumpió en la escena musical; desde que se levantó sin ganas de ir a trabajar; de que viera circular la gente obrera de su ciudad yendo a laborar por un salario que no alcanza ni para tragar. Tiempo suficiente en el que la banda ha ido evolucionando, como ente vivo que es, y ha podido atestiguar la transformación de un mundo globalizado, en el que hoy en día permanece la desesperanza en los hogares y la gente pobre aún no tiene lugar. Sin embargo, afirma Darío Espinosa integrante de la banda, “no perdemos la esperanza de que algún día canciones como La arencia sean sólo un recuerdo”.
Y acostumbrados a las transformaciones en su camino creativo, los del Panteón confían en que ese deseo, igual que mucha gente en nuestro país, se consolide con el arribo del actual gobierno, aunque reconoce que, como toda mutación, lleva tiempo; “es gradual, no sé si será rápido o lento” pero el cambio existe, apunta el bajista en charla con La Jornada.
So pretexto de su presentación en el Hell & Heaven, festival que tendrá lugar en el foro Pegaso de Toluca, estado de México, 2, 3 y 4 de diciembre, Panteón Rococó vela instrumentos para la tercera fecha, en un cartel de ensueño con bandas como Ska-P, Bad Religion, Black Flag, Hatebreed, The Interrupters, Filter, Soul Asylum, Alien Ant Farm, Doyle, Los Tres Puntos, Total Chaos, Slaughter to Prevail, Suicide Silence y Soziedad Alkoholika, entre otras.
Recuerda Espinosa que la banda surgió en 1995, cuando aún se movían las aguas sociales y políticas por el alzamiento en Chiapas del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) el primero de enero de 1994. “Ese movimiento nos inspiró mucho”, afirma, “como la autogestión”, y la conciencia social; de tal manera, que llevaron ese mensaje de igualdad, equidad, revolución y emancipación a naciones como Alemania, en donde han sido recibidos siempre con los brazos abiertos.
Los nuevos tiempos que dictan en ciertos sectores la generación correctiva, rayanos en la castración moral que han logrado erosionar propuestas artísticas como Ingrata, canción de Café Tacvba, no han podido hacerlo con los del Panteón Rococó, pues si bien, dice Darío Espinosa, están pendientes de las redes sociales, dan a cada tendencia su justo peso. “Hay que darles a todos los mensajes su justa medida”.
Admite que “el anonimato que dan las redes permiten la multiplicidad de opiniones”, y eso aunque “es una forma de libertad de expresión” válida, cuando cae en el extremo de acotar por acotar, se vuelve “un arma de doble filo”.
Cuestionado sobre qué hace esta banda en un festival de música que se toca en tierras lejanas al ska, Espinosa revira con movimiento espadachín. “Panteón Rococó siempre ha impulsado la pluralidad y apertura, por ejemplo hace por lo menos 20 años, nosotros empezamos a invitar a nuestros conciertos, por ejemplo, a diyéis para enseguida iniciar con bandas alternativas a lo que nosotros tocamos”.
Otra característica de los nuevos tiempos, que complementaa la censura digital, acepta, es la pluralidad de públicos; es decir, la desaparición de prejuicios sonoros de los espectadores es positiva, pues los actuales escuchantes de un ritmo ya no repelen a los otros que en otras épocas eran etiquetados. Punto para las nuevas generaciones.
Ese enriquecimiento y multiplicación de públicos, comenta Darío Espinosa, beneficia a todos, pues conciertos como el Vive Latino o el Hell & Heaven, pueden ir roqueros, skatos, metaleros sin pensar que puede haber algún problema. “Da gusto ver a unos Tigres del Norte junto a uno de cumbia o un grupo de rock o ska. Nosotros aplaudimos esta apertura. Cualquier festival es bienvenido”, puntualiza.
En ese sentido, apunta, que lejos han quedado, “afortunadamente”, aquellas jornadas en las que los conciertos en nuestro país se hacían en lugares apartados, como aquellos legendarios de Rod Stewart en el estadio Corregidora de Querétaro; o el de Miguel Ríos en la Plaza de Toros México; o en sitios pequeños como el Multiforo Alicia o Rockotitlán. “La organización era otra, nula”, con todo lo que eso implicaba en cuanto a seguridad y logística.
Veintisiete años después de bregar, de recorrer éste y otros países, Panteón Rococó sigue levantándose en las mañanas sin ganas de ir a trabajar, hasta que empiezan a tocar; ellos, todavía de alma obrera, contestataria, siguen circulando por la avenida de la música, en las combis, porque siempre están trabajando e igual que su público, siguen ocupando su descanso para soñar.