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Capital

2022-11-13 08:55

La Central de Abasto de la CDMX cumple 40 años

Fundadores del mayor centro de distribución de alimentos de la Ciudad de México narran a ‘La Jornada’ la transformación que ha vivido su actividad en las 9 mil bodegas y 2 mil 500 locales desplegados en 327 hectáreas en el oriente de la capital, adonde fueron reubicados en 1982 de La Merced. A diario comercializa hasta 45 mil toneladas de productos. Foto Luis Castillo

Lugar al que llegan agricultores nacionales e importadores, la Central de Abasto (Ceda) ha sido testigo de los cambios de cultivos en el campo nacional, la desaparición de granos y semillas, así como la llegada de productos extranjeros con la liberación comercial en los noventa.

A cuatro décadas de su apertura –el 22 de noviembre será su aniversario–, sus fundadores hablan con La Jornada sobre la transformación que ha sufrido la actividad comercial en las 9 mil bodegas y 2 mil 500 locales ubicados en 327 hectáreas del mercado mayorista.

Reubicados de La Merced en 1982 al oriente de la ciudad, cuando aún no había cortinas en los locales ni servicios como agua, baños o comedor, cuentan que en sus orígenes se vendía prácticamente producción nacional, con excepción de chiles secos y especias traídas de Asia, como la canela, cuyo cultivo aquí ha sido casi nulo.

Sin embargo, con la apertura comercial ciertos productos, sobre todo granos y semillas, han sido desplazados por los importados, ahora con una nueva tendencia centrada en los superfoods o superalimentos, que son semillas, frutas o plantas deshidratadas, como parte de la innovación del mercado.

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Semillas que los jóvenes no conocen, como los alverjones y el frijol canario, cedieron su paso en la Ceda a productos provenientes de otras latitudes, lo mismo pasó con variedades de fruta que dependen de la temporada y el clima. Foto Luis Castillo.

Allí se comercian de 30 mil a 45 mil toneladas diarias de productos, entre abarrotes, frutas, legumbres, hortalizas, aves y cárnicos que generan al año 9 mil millones de dólares.

Luis Bojorge, quien con sus hermanos continuó el negocio que empezaron sus padres, recuerda que llegaban a las bodegas lenteja y alpiste –emblemáticos de esos tiempos– de Michoacán, pero desafortunadamente se dejó de cultivar y ahora “somos dependientes de la producción de Canadá y Estados Unidos”.

Especializado en granos y semillas con marcas propias como Don Pepe, refiere que desapareció el frijol canario y el negro manteca, mientras el negro de Nayarit se produce menos. Lo mismo ocurrió con el alverjón, especie de chícharo color marfil que se cosechaba en Puebla, pero ahora nadie lo conoce y todo viene de fuera, además del arroz delgado de Sinaloa. “Antes éramos autosuficientes, ahora hay que traerlo de Uruguay y Brasil”.

La era digital facilitó todo

Tercera generación en la familia dedicada a la importación de especias, granos, semillas y productos enlatados, Ángel Güemes Arreola señala que antes pocos importaban por el control del gobierno, pero después se facilitó el comercio y más con la era digital, que con un teléfono celular se está en contacto con productores de todo el mundo.

Foto Luis Castillo.

Antes se iba a las ferias a París o Alemania y ahí se hacían los contactos. “A la fecha sigue sucediendo, pero todo es más dinámico y al alcance de la mano, lo que ha cambiado incluso el método de compra.

“Antes traíamos 20 variedades de un solo producto y ahora está tan abierto el mercado, que buscamos aquellos que nos den una ventaja frente a la competencia. En nuestro caso hemos innovado con maíz palomero gourmet, que revienta como pelotita y es difícil de conseguir, e incursionamos con los productos orgánicos o los superfoods”.

Raymundo Gómez, dedicado a la venta de limones al mayoreo, indicó que la apertura comercial también trajo beneficios para los productores mexicanos, como en el caso de la especie persa o sin semilla, que comenzó a ser negocio y desplazó el cultivo de mandarina y naranja en zonas como Veracruz.

“En el país el limón predominante siempre ha sido el criollo o con semilla, y antes el persa no tenía mercado, pero tuvo muy buena recepción en Europa y Asia, así como en Estados Unidos y Canadá, por lo que incluso se han introducido variedades mejoradas para tener una mejor vida de anaquel”.

Foto Luis Castillo.

Desde la bodega M143, Salomón Bernal, quien se dedica a la producción y venta de piña, destaca que el cambio climático y el uso de la tecnología también han influido en lo que se cosecha en el campo mexicano. “Antes estaban definidos los tiempos de lluvias, y ahora no, y eso rompe con la producción, y la tecnología ha avanzado en el norte, pero se detuvo en el sur, donde los cultivos sólo son de temporal”.

En el caso de la piña, cayena y gota de miel, de febrero a julio viene del sureste y el resto del año de Nayarit, donde se cultiva en invernaderos.

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