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2022-11-13 06:00

Devolver a la Naturaleza algo de lo mucho que da, filosofía de la cooperativa KM33

Alejandro Cárdenas y Lucy Elena Olguín, integrantes de la Cooperativa de Producción KM 33, venden verduras, frutas, carne y lácteos, además de la cría de gallinas y guajolotes; se encuentra en Teteocotla en la alcaldía Tlalpan, donde ampliarán su producción a otras ramas.
Alejandro Cárdenas y Lucy Elena Olguín, integrantes de la Cooperativa de Producción KM 33, venden verduras, frutas, carne y lácteos, además de la cría de gallinas y guajolotes; se encuentra en Teteocotla en la alcaldía Tlalpan, donde ampliarán su producción a otras ramas. Foto Cristina Rodríguez
Periódico La Jornada
domingo 13 de noviembre de 2022 , p. 33

La venta de una vaca y una pulsera, más el salario de uno de los cinco hermanos Cárdenas Castellanos, hizo posible hace 30 años tener el capital inicial para crear una cooperativa familiar dedicada a la venta de leche, frutas y hortalizas en un paraje de la localidad de Teteocotla, en la alcaldía Tlalpan.

Lo primero que hicieron fue instalar una línea telefónica, comprar un escritorio, una mesa de trabajo y ya formalizada se registró bajo la razón social Cooperativa de Producción Rural KM 33 Topilejo, y aunque hace años dejaron de producir leche, cuando se deshicieron de las vacas –llegaron a tener 32– porque dejó de ser un negocio rentable al elevarse el costo de la manutención de los animales, diversificaron su producción al elaborar de forma artesanal algunos productos libres de conservadores, saborizantes y colorantes artificiales, como vino, dulces de frutas, mole, pinole y pipián, además de introducir la cría de conejo, guajolote y pollo.

Alejandro Cárdenas –quien dentro de la sociedad es el encargado de las relaciones públicas– explicó que la pandemia de covid-19 los obligó a reducir su producción y trabajar bajo pedido. De unos 60 clientes que tenían antes del confinamiento quedaron 15 de forma permanente, y unos 30 que hacen pedidos de manera ocasional; con la idea de recuperar mercado, ampliaron su oferta con la producción de miel y dentro de poco empezarán un proyecto de cría de cabras destinado a la elaboración de queso, así como la renta de una palapa para reuniones familiares a la que llaman “salón de usos múltiples”, donde ahora están un molino y el metate que utilizan para elaborar el mole, además de un asador y una máquina para sellar dulces.

En un recorrido por el terreno, que tiene una superficie de una hectárea y media, a 2 mil 845 metros sobre el nivel del mar, Alejandro Cárdenas ofrece de entrada probar frambuesas de los arbustos de los costados del acceso, ubicado en el kilómetro 33.100 de la carretera federal a Cuernavaca.

“Le llamamos la fruta de la amistad, porque dicen que los frutos rejuvenecen”, y señala la copa de los perales donde cuelgan algunas frutas que no se cosechan porque se dejan para provecho de los animales, lo que asume como una contribución a la misma Naturaleza: “Si le pagamos impuestos a Hacienda, ¿que no le paguemos a la Naturaleza?”, y aunque asegura que la propiedad es parte del “bosque de agua” que alimenta los acuíferos de la ciudad, para abastecerse paga 8 metros cúbicos por 90 pesos, por eso le indigna que abajo, en la zona urbana, “el trabajo del bosque se desperdicie con tanta facilidad”.

Llegó a vivir al predio en 1977, cuando tenía 7 años, con sus padres Jesús Cárdenas, michoacano, y Elva Castellanos, sanluisina, además de cuatro hermanos, y lo primero que empezaron a hacer fue sembrar árboles frutales que ahora su esposa Lucy Elena Olguín busca ampliar con la introducción de nuevas especies, como la curuba, con la que ya elaboran dulces, y un pino piñonero, aunque ya tiene cuatro años y apenas ha crecido unos 30 centímetros.

En los próximos días la cooperativa recibirá un apoyo de 120 mil pesos por parte de la Secretaría del Trabajo y Fomento al Empleo, correspondiente a la última entrega del año por el subprograma Fortalecimiento de Empresas Sociales, del programa Economía Social de la Ciudad de México 2022, recursos que utilizarán para construir el aprisco elevado, donde caben unas siete cabras, y una ordeñadora con las que empezarán el proyecto de producción de queso.

Con el dinero también incrementarán de cuatro a 14 las jaulas para la cría de conejo y acondicionarán la palapa sin tener que vender otra pulsera, como hace tres décadas, y que, aclara, fue una aportación de su mamá.

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