Con el retiro parcial de las tropas rusas de la ciudad de Jersón, capital de la región homónima, y de toda la zona de la margen derecha del río Dniéper, el presidente de Ucrania, Volodymir Zelensky, se encuentra en una encrucijada y la decisión que tome va a determinar al menos los próximos cuatro meses de esta guerra fratricida.
Cualquiera de las dos opciones más probables que elija el mandatario ucranio ofrece ventajas para intentar seguir recuperando territorio en manos de Rusia, pero también encierra no pocos problemas que, mal gestionados, podrían volverse un duro revés. En ambas, el factor clima –la inminencia de un duro invierno, con lluvias y fango, primero, y nevadas y frío, después, que dificulta el avance de las tropas y del armamento– no puede soslayarse y afecta a las dos por igual.
Una decisión lógica, desde el punto de vista militar, es no exponer a los soldados extenuados tras el esfuerzo de la contraofensiva y, mientras dure el invierno, entrar a una fase operativa táctica de desgaste del enemigo mediante un constante bombardeo con artillería y misiles. Esto, en contrapartida, da a Rusia un respiro de varios meses para reagruparse con los miles de movilizados e intentar un contrataque cuando empiece la primavera.
La otra posibilidad, impulsada por la euforia de la victoria simbólica en Jersón, la única capital regional ucrania bajo ocupación rusa, es continuar la contraofensiva e intentar cruzar el Dniéper, pese al elevado número de bajas que causaría una operación de esa magnitud con clima adverso, para no permitir que las tropas rusas se fortifiquen en la margen izquierda con la llegada de refuerzos y cortar la franja que une por tierra el Donbás con Crimea.
A todo esto, mientras prepara su contragolpe de primavera, Rusia apuesta a seguir destruyendo la infraestructura energética para dejar a la población ucrania sin luz, calefacción y agua durante el invierno, a la vez que confía en que el impacto económico de la guerra en el bolsillo de los europeos y estadunidenses haga que Washington y Bruselas presionen a Kiev a negociar un alto el fuego bajo las condiciones que fije Moscú, quedándose con el territorio ocupado.
En síntesis, lamentablemente hay guerra para rato, mientras se incrementa cada día la devastación y el número de bajas ucranias y rusas.