A contrapelo de discursos apocalípticos y de la necedad de algunos sectores de la oposición política y mediática de equiparar el programa del gobierno federal con proyectos de construcción del socialismo, el hombre más rico del país auguró a los jóvenes “un México boyante, con crecimiento sostenido, con muchas oportunidades de generación de empleo y actividades económicas”.
Para Carlos Slim, esto será posible gracias a la tendencia del nearshoring, es decir, la restructuración de las cadenas globales de suministro a fin de acercar los puntos de producción y de consumo, en este caso debido tanto a las lecciones dejadas por la pandemia como a la creciente animosidad de Estados Unidos hacia China. También contribuirán el buen estado de las finanzas públicas, que están sanas y “van a continuar así hasta el fin de este gobierno”, así como la reactivación de la producción petrolera, una noticia positiva para la estabilidad del erario. El dueño de Grupo Carso no está solo en su optimismo: la presidenta del banco español Santander, Ana Botín, calificó a México de “uno de los países más atractivos para invertir”, donde hay una oportunidad muy importante para los próximos años y las condiciones para inyectar capital son inmejorables.
Estas apreciaciones encuentran correspondencia con las cifras más recientes presentadas por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), las cuales muestran un crecimiento del producto interno bruto de 1.03 por ciento en el tercer trimestre de este año, que se traduce en una variación anual de 4.26 por ciento. También van en línea con el reporte sobre el empleo formal presentado por el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) esta semana, en el que se da cuenta de que octubre ha sido el mes con mayor creación de puestos de trabajo desde que se lleva registro, y con el informe del Inegi en torno al consumo, cuyo avance ya lo sitúa por encima de los niveles previos a la emergencia sanitaria. Es cierto, para millones de hogares y empresas todavía no se hallan superados los estragos económicos que trajo consigo la irrupción del covid-19 hace más de dos años y medio, pero estos datos resultan sumamente alentadores tanto en sí mismos como por romper, hasta ahora, la “maldición” de que cuando la economía de Estados Unidos se ralentiza, la nuestra sufre de manera amplificada (fenómeno ilustrado con la metáfora de que un catarro al norte del río Bravo se convierte en una neumonía aquí).
Está claro que ni siquiera el empresario más acaudalado de América Latina posee una esfera de cristal, y que acontecimientos imprevisibles podrían alterar en cualquier momento el curso de la economía mundial y nacional. Sin embargo, la confianza del magnate en la estabilidad macroeconómica del país y en las oportunidades para hacer negocios aquí exhibe que quienes se afanan en caracterizar a la Cuarta Transformación como un proyecto antiempresarial, o actúan movidos por el rencor ante la pérdida de los favores gubernamentales de que gozaron en sexenios anteriores, o son presas de una ceguera ideológica que les impide emprender un análisis realista de las perspectivas nacionales.