Si la cumbre climática fuera una fiesta, sería “de traje”, pues cada país llega con su cooperación: las políticas que le permitirán reducir sus emisiones y así acercar al mundo a la meta de mitigar el calentamiento global.
De cara a la 27 conferencia de las partes (COP27), que tiene lugar en Egipto, el gobierno de México ha anunciado la aportación nacional, que explica en entrevista la titular de la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat), María Luisa Albores, acompañada en la charla por Agustín Ávila, director del Instituto Nacional de Ecología y Cambio Climático (INECC).
Los compromisos de cada país se plasman en la Contribución Determinada a Nivel Nacional (NDC, por sus siglas en inglés), y en el caso mexicano se anuncia un paquete de 43 medidas, ocho de ellas de “mayor ambición” y puestas sobre la mesa de última hora, enfocadas a los sectores de transporte e industrial, así como el programa Sembrando Vida, la Estrategia Nacional de Carbono Azul (enlistada en los compromisos, aunque no se ha publicado) y otras a cargo de la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (Conanp).
Agustín Ávila recuerda que en París (2015), México –que ocupa el lugar 13 entre los grandes contaminadores del planeta– se comprometió a bajar la generación de gases de efecto invernadero (GEI) en 22 por ciento. “Esto se ratifica en 2020. Lo que estamos haciendo es aumentar nuestro compromiso de reducción de emisiones. Las nuevas acciones nos permiten aumentar las ‘ambiciones’ (para disminuir las emisiones) a 30 por ciento, con el sello de lo que está haciendo el gobierno de la 4T”.
Sigue el funcionario: “Si no hiciéramos nada, las emisiones a 2030 llegarían a 991 millones de toneladas (mdt), según un estudio del INECC. Con el aumento, México tendría, en 2030, alrededor de 680 mdt”.
Los datos disponibles (de 2019) permiten afirmar que México había entrado ya en una “meseta de reducción de emisiones”, resultado del “cambio de la matriz energética en el país”, con ingredientes como “energías limpias sin contratos sucios, cogeneración de energía, uso de residuos”.
En la lista de nuevas acciones que permiten aumentar las “ambiciones” hacia 2030, la Semarnat incluye el Tren Maya, que en el futuro reducirá los viajes por carretera y avión.
“Sólo se tomó en cuenta lo del Tren Maya, faltó hacer toda la sumatoria (incluir los efectos que tendrá el cambio en la modalidad de transporte con el Transístmico, por ejemplo). Hemos sido un poco moderados en lo que nos estamos comprometiendo como país”, dice la secretaria Albores.
Las “acciones fuertes”, asegura la funcionarias federal, están en las “soluciones basadas en la naturaleza”, rubro en que incluye el programa Sembrando Vida, “que ya se empieza a medir (…). Planteamos que para 2030 pueda tener estabilidad en su medida y sacar un promedio en el caso de los sistemas agroforestales”.
En la misma línea, Albores refiere que también hubo un cálculo moderado en lo que se refiere a las áreas naturales protegidas (ANP). “Hablamos de 2 millones de hectáreas, aunque estamos planteando y programando que antes de irnos dejaremos 3 millones de hectáreas en régimen de conservación”.
–En un escenario mundial complicado, este gobierno ha redoblado la apuesta por los combustibles fósiles, al tiempo que disminuye el presupuesto para la conservación. ¿Cómo cumplir los compromisos con menores recursos?
–El presupuesto de 2023 (para Semarnat) se amplía 83 por ciento. La mayor parte va dirigido a la Comisión Nacional del Agua (Conagua), porque se busca que mínimo se haga trabajo en 17 presas; hay nueve proyectos de presas con innovación tecnológica.
En este punto, Albores explica que lo destacable de los proyectos de Conagua es que los desarrollará “sin conflictos con las comunidades” y con innovaciones tecnológicas.
Estas acciones están lejos de la “acción conservacionista” que prevaleció por mucho tiempo, en la que se trataba de “cuidar una mariposita, una abejita…” mientras se olvidaba a la gente.
No es casual, afirma, que justo las ANP sean zonas donde se registran, según datos del Coneval, los más altos índices de marginación y pobreza.
Conservación sin gastar más
–Se pierden 230 mil hectáreas al año por la deforestación. Y hay estudios que indican que los recursos destinados a las ANP son apenas de 10 pesos por hectárea. ¿Es posible hacer realidad la mitigación?
–En las ANP estamos haciendo un trabajo muy serio. En la Conanp me encontré compañeros con mucha mística, con vocación y dedicación, en el territorio, pero también vimos que no se había avanzado en oficinas centrales.
Estima que algunos de los problemas pueden resolverse sin necesidad de más recursos y se han solucionado con la coordinación entre dependencias. “En todos los lugares donde hay ANP, vamos juntos con Sembrando Vida”.
–¿Cómo enfrentar los problemas de inseguridad? Hay personas que temen ir a hacer los trabajos de conservación.
–La tala ilegal se normalizó en el país, pasaron más de 40 años. La cocaína la meten en una maleta, la ocultan, ¿pero un tronco? La gente joven participó o lo sigue haciendo, no es tan fácil, pero no lo dejamos de lado. Lo trabajamos con la seriedad que implica, a través de la Secretaría de Seguridad, en las mesas de paz, y llevamos avances importantes.
“Cuando existe tráfico ilegal es porque existen países que consumen. Tenemos el dato de los países que más consumen las maderas tropicales; hay una red de delincuencia organizada.”
Pese a la existencia de “un programa de reforestación tan bello como Sembrando Vida, que es para un millón de hectáreas”, y olvidar que “este es un país de 200 millones de hectáreas”, no se puede asumir que “no pasa nada”, señala. “Es un tema que se trabaja y se meten varios presupuestos”, es decir, participan en el combate de la tala ilegal diversas dependencias federales y gobiernos estatales.
–Sembrando Vida fue sectorizado en Bienestar. ¿En el camino se convirtió también en un programa ambiental?
–Llevó las dos cosas desde el principio, fue con un sentido claro, la regeneración social, pero también todo lo que iba a contribuir en términos ambientales.
–¿Qué le parece esa consigna del Consejo Nacional Agropecuario de que “sin pesticidas no hay país”?
–El glifosato no está permitido en muchos países. Ahora que se impulsa una ley de plaguicidas (vía cambios a la Ley General de Salud), hablamos de unos que son altamente tóxicos, prohibidos en más de 36 países, esa industria tóxica nos sigue tirando y afectando a los jornaleros que son los que aplican esas sustancias.
–¿Las cumbres climáticas realmente pueden dar resultados?
–Si se lleva algo concreto como país, puede ser muy eficaz. En esta ocasión, México lleva algo muy concreto: un acuerdo que se va a firmar con Estados Unidos (el acuerdo fue dado a conocer por John Kerry, enviado estadunidense para el tema).
Albores recuerda que la COP26 estableció un fondo de reforestación, “al cual no ha entrado un dólar”. México “fue más serio cuando empezamos el programa Sembrando Vida en El Salvador y Honduras”.