Ciudad de México. El libro objeto Trizas “fascinó” a la poeta Anne Carson, ganadora del Premio Princesa de Asturias 2020, y cautivó a los museos Reina Sofía y de Arte Contemporáneo de Barcelona (Macba), donde fue integrado a sus centros de documentación. El título cuestiona “la relación entre la escritura y la construcción/destrucción de la identidad”, así como el significado de ser mujer. Intenta “armar algo nuevo que juegue con los géneros literarios”, explicó su autora, Laura Ramos Zamorano, a La Jornada. La artista agregó que “puede leerse como una carta de amor hecha con retazos, una especie de novela policiaca fragmentaria, un borrador arruinado o algo que se inscribe deliberadamente en la paraliteratura”.
Su interés, sostuvo la escritora, era “llevar la escritura fragmentaria a un límite” y que también “pudiera leerse como una carta de amor hecha con retazos, como una especie de novela policiaca fragmentaria, un borrador arruinado o algo que se inscribiera deliberadamente en la paraliteratura o como escritura de koans o epigramas accidentales, pero siempre apuntando al silencio y a la crisis del lenguaje”.
Ramos Zamorano recordó que el origen del libro “es la pulsión. Está constituido por pedazos de lo que fuera una de mis writer’s notebook –con un guiño a la libreta de escritor(a) como género–, que contenía una miscelánea de textos escritos en un par de años: borradores de ensayos, poemas, notas, cartas, relatos, entradas de diario, listas”.
Relató que luego de destruirla en noviembre de 2018, conservó los fragmentos y los fue pegando uno a uno en una libreta nueva. “Mi idea al acomodarlos sí fue explícitamente jugar con la idea del caos y el azar, al estilo John Cage. Quería ver qué era lo que se me aparecía, cómo se reacomodaban los restos, qué nuevo sentido surgía a partir de esa irrupción brutal del caos y su posterior reacomodo de la mano del azar”.
Destacó que en la primera página “saturada apareció medio rota la pregunta ¿qué significa ser mujer? Y con esta pregunta en mente traté de ver qué nuevo sentido surgía como respuesta a través de esa especie de diario desgarrado, de ver si existía la posibilidad de reconfigurarlo”.
En 2019, una vez que lo publicó en edición de autor y lo envió a librerías, le quedaron un par de cajas de ejemplares hasta que leyó una entrevista de Anne Carson en la que decía que “fantaseaba con romper todas sus libretas y hacer una especie de mural pegando los pedazos con lápiz adhesivo, pero que no sabría qué hacer con los anversos de las páginas”.
Le escribió a la poeta estadunidense y su respuesta fue “que mi libro se veía fascinante y que ya tenía ganas de verlo”. Enseguida le escribió al Museo Reina Sofía, de donde le respondieron que les interesaba el ejemplar para su colección, lo mismo sucedió con el Centro de Estudios y Documentación del Macba.
Ramos Zamorano mencionó: “Me llena de alegría saber que mi libro está en un sitio donde será conservado para la gente que quiera consultarlo, además de esa satisfacción que da saber que hay espacios en los que se aprecia mi propuesta”.
En la actualidad, comentó la artista: “Tengo la sensación de que la literatura se trata ahora más de un debate sociológico que sobre el lenguaje. La mayoría de los escritos contemporáneos se hacen de manera que la obra sea fácilmente traducible a todos los formatos (cine, series para plataformas), pero también a todos los idiomas. Paradójicamente, eso a veces conduce –o parece conducir– a que la literatura ya no tenga su soporte exclusivo en el lenguaje.
“A veces pienso que la poesía es el último refugio del lenguaje. Me gusta exponer explícitamente eso, la materialidad del lenguaje. También quería rascar los límites, hacer algo intraducible, por un lado, y que no pudiera trasladarse a otro medio o soporte.
“Medio en broma siempre digo que este libro sólo puede traducirse al silencio. De ahí también mi interés por la literatura fragmentaria y su implícito silencio (de los místicos, de los poetas, pero también el silencio de lo inefable, y el silencio del poema materializado también en todos los espacios).
“En El placer del texto, Barthes menciona que ‘estamos entregados a la frase (y de allí a la fraseología)’, y eso también era parte de mi crítica o de lo que quería cuestionar y problematizar: Trizas es un libro del que no puedes sacar prácticamente una sola frase citable, las letras parecen estar a veces afuera, por momentos llegan a perder sentido porque no tienen una base para armar una historia y, sin embargo, lo intentan”.