Cuernavaca, Mor. Todo indica que la fuerza de Cuentepec viene de abajo, de la mera tierra, de una lengua propia y un mundo quizá pequeño, pero único. Lo confirma su alfarería, practicada tradicionalmente por mujeres de todas las edades. Los hombres trabajan la tierra de otro modo: la cultivan. Labrar en barro es oficio creativo que ellas heredan de generación en generación, como en otros pueblos indígenas son bordadoras, tejedoras, cocineras. El barro de Cuentepec (municipio de Temixco) tiene mucho qué decir y lo hace con sencillez esclarecedora.
Muy ilustrativa resulta entonces la muestra actual En Cuentepec barro se dice sokitl, presentada en el universitario Museo de Arte Indígena Contemporáneo, a pocos pasos de Jardín Borda, en Cuernavaca. La multitud de piezas, todas del mismo barro, escenifican un conjunto armónico de numerosas piezas utilitarias, ornamentales, naturalistas, lúdicas o mágicas. Hablan un mundo.
Epicentro de la resistencia
Cuentepec está hoy amenazado por un proyecto minero a cielo abierto de las empresas canadienses Alamos Gold y Zacatecas Silver que dañaría irremisiblemente una bella y hasta ahora más o menos intacta región de Morelos. De Temixco a Xochicalco, Cuentepec, Miacatlán y Coatetelco, la población defiende su suelo y sus atmósferas contra la corrupción y la cooptación de mineras y partidos políticos. Dicen algunos que Cuentepec parece haber despertado para convertirse en epicentro de la resistencia de estos pueblos contra la minería y la urbanización salvaje; ya le queda cerca un aeropuerto. Allí se reunió en abril pasado la primera Asamblea del Pueblo Nahua de Morelos en Contra de la Minería y los Megaproyectos de Muerte, también convocada por el Congreso Nacional Indígena (https://www.jornada.com.mx/2022/04/26/ politica/013n2pol).
Por las salas del museo pulula una auténtica explosión de piezas vivas salidas de las manos de las alfareras de Cuentepec. Parecen hablarnos comales, metates, vasijas, molcajetes, anafres y ollas de formas suaves, casi tan animales como el zoológico de tecolotes, jaguares, guajolotes, culebras, murciélagos, lagartijas, tortugas, cocodrilos, peces, perros, venados, vacas, puercos. Son ocasionales los retratos chocarreros o el asomo de alguna divinidad traviesa.
Historias de las cañadas
Estamos ante una fantasía matriarcal elaborada por madres e hijas, retratadas en los muros del museo. Ellas forman el lodo, hornean pieza por pieza lo que la imaginación y la necesidad dispongan. No es casual que sea el barro lo que habla por Cuentepec. Coronadas de milpas, sus alturas carecen ya de vegetación natural. Pero sus cañadas y barrancas cuentan otra historia. Así lo describe para la exposición Topiltzin Contreras-MacBeath:
“El paisaje de Cuentepec está conformado por una serie de lomeríos y barrancas, que vistos desde el espacio asemejan un abanico. Las lomas son utilizadas para la agricultura de temporal, mientras las barrancas representan refugios y corredores de biodiversidad. Se trata de un hábitat relativamente bien conservado, dominado por especies de selva baja en las laderas, donde se pueden apreciar imponentes amates amarillos, blancos y negros, así como bosque de galería en los márgenes de los arroyos, vegetación que se mantiene verde todo el año y donde abundan ahuehuetes milenarios.”
Ello permite la presencia en las barrancas de peculiares especies: tortuga de casquito, iguana negra, guacamaya verde, gavilán de Cooper, cacomixtle, mapache, coyote, y felinos como lince rojo y yaguarundí, la biznaga de knippel (Mamillaria knippelina), “que no hay en ninguna otra parte del mundo”, al igual que la carpita de Morelos (Notropis boucardi), pez amenazado de extinción.
Reducto milenario
Cuentepec es parte de un reducto milenario de los pueblos mexicanos. Eslabón actual en la heredad del reino de Xochicalco (eslabón a su vez entre Teotihuacan y Tula) al final del periodo Clásico, cuyas ruinas se localizan a unos cuántos kilómetros y fueron lugar de astrónomos, arquitectos y creadores de nuevas variedades de maíz. De artistas excepcionales, por lo que dejan ver sus piedras.
El hilo creador continuó en los señoríos de Coatetelco y Malinalco, ya contemporáneos del imperio azteca. Vieron llegar a los conquistadores e interrumpir la construcción de sus ciudades. La pirámide y las esculturas de Malinalco, en el vecino estado de México, a la manera de Petra (antigua ciudad nebatea en la actual Jordania), labradas en una ladera monolítica, nunca fueron terminadas.
Hasta ahora, a salvo de las golosinas de la depredación (turismo, inmobiliarias, supermercados, minas de oro, hidroeléctricas) que se apoderaron de buena parte del feraz estado de Morelos y lo llenaron de albercas y narcos, Cuentepec, su entorno y sus casi 4 mil habitantes llegan al siglo XXI con una mayoría de la población hablante del náhuatl, dedicada a la agricultura comunal y la ganadería en pequeña escala. Su suelo da maíz rojo y el barro rojizo al cual las artesanas dan forma y contenido.
Llaman la atención las participaciones masculinas en la muestra. Por el lado tradicional tenemos una colección de cestería funcional de notable factura. Por otro lado, colaboraciones de las alfareras con los artistas profesionales Cisco Jiménez y Gabriel Garcilazo.
Jiménez, conocido experimentador plástico e instalador, cercano a las más crudas expresiones populares contemporáneas, en 2017 realizó con Celerina Estrada un par de grotescos “cuernos de chivo”, una gorda pistola Magnum que cabría en un cuadro de Botero y unos aparatos electrónicos (cámara de video, radiograbadora, bocina) dignas del David Cronenberg de Existenz.
Dos años antes (2015) Garcilazo produjo con las mujeres de la comunidad tres elegantes vasijas de cuello estrecho y con caritas decorativas. En su panza llevan pintadas en blanco las fórmulas químicas de las drogas que infestan Morelos: cocaína, efedrina y metanfetamina.
Con barro sublimado, agricultura natural, barrancas intactas, arroyos y manantiales salvaguardados y una lengua viva, Cuentepec nos interpela desde la tradición hasta las urgencias presentes. Protagoniza una resistencia digna y una propuesta vital de singular importancia.