Todavía reverbera el metahistórico discurso de Putin en el Club Valdai donde planteó el nuevo orden financiero global de la “multipolaridad soberanista” (https://bit.ly/3TWMjSi).
En la escala global, Nikolay Patrushev, del compacto “Grupo de San Petersburgo”, a cargo del “Consejo de Seguridad”, fustigó que Estados Unidos socava la “estabilidad estratégica” que catalizó la “crisis global para imponer su dominio” (https://bit.ly/3hfoEy3). En la escala regional medioriental, las elecciones en Israel impulsaron a Netanyahu –aliado de Trump y su yerno Jared Kushner–, apuntalado por los “sionistas religiosos” (sic), como nuevo primer ministro (https://bit.ly/3t4asdY). Brasil no es Israel.
En Líbano –quizá el país más antigravitatorio de la vía láctea– se profundiza el vacío de su Poder Ejecutivo en búsqueda de su otrora legendario equilibrio perdido, mientras en “Occidente” (whatever that means), arrecia intensamente la “guerra de propaganda”, en la que predomina la dupla anglosajona (https://bit.ly/3fAgqjs).
En contrapunto, Putin juega la “carta árabe” cuando expresó en vísperas de la Cumbre 31 de la Liga Árabe, en Argelia, su disposición a profundizar los lazos de Rusia con los 22 países que la integran (https://bit.ly/3WKjElk). Putin invitó a “los casi (sic) 500 millones de habitantes” de la 22-Liga Árabe a “formar un sistema multipolar de relaciones internacionales” (https://bit.ly/3T2s18E).
La 22-Liga Árabe ostenta más de 406 millones de habitantes, la mayoría musulmana sunnita –15 millones de cristianos (3.7 por ciento) cada vez más menguados por las “guerras occidentales” en favor de la “libertad” en Iraq y Siria– con un PIB nominal de 2.7 billones de dólares (¡octavo mundial!) y 13.1 kilómetros cuadrados de superficie (https://bit.ly/3DIvL9T). La 22-Liga Árabe vive la nostalgia de su fulgurante pasado y ha descuidado su encuentro potencial con su futuro promisorio.
Putin juzgó que “los temas políticos y militares que confronta Noráfrica y el Medio Oriente –incluyendo las crisis de Siria y Libia y los conflictos de Yemen y de Israel con Palestina– deben ser resueltos con pleno respeto a la soberanía (sic) y a la integridad territorial de los países”.
En la cumbre de dos días de la 22-Liga Árabe en Argelia no concurrió Siria, que fue suspendida desde 2011. Ya antes el presidente palestino, Mahmoud Abbas, había condenado la normalización de relaciones de Sudán con Israel (https://bit.ly/3fA3ASr). Mas allá de la eterna temática de la 22-Liga Árabe, se abordó la doble grave crisis energética y alimentaria, producto de la guerra en Ucrania.
En su boletín núm. 13 de suscripción, el portal galo Réseau Voltaire, de Thierry Meyssan –catalogado como el primer geopolítico en el ranking global–, sintetiza estupendamente la situación presente del Medio Oriente y Noráfrica. Afortunadamente, los asistentes a la cumbre de Argelia recuperaron la memoria de que Palestina todavía existe. El documento final de la Cumbre de la Liga Árabe “no incluyó una condena contra Etiopía, aunque sí refleja los argumentos de Sudán y Egipto contra la construcción de la presa del renacimiento del río Nilo (Réseau Voltaire)”. Fueron demasiados temas para los dos días en los que se reunieron los 22 países, donde se pronunciaron por el “regreso de los refugiados sirios a su país de origen”.
Más allá de la espectacular copa mundial de futbol de Qatar, donde curiosamente Estados Unidos ostenta su principal base militar en el Golfo Pérsico, hoy el centro financiero de gravedad de la 22-Liga Árabe lo detentan las seis petromonarquías del Golfo Pérsico, debido a la crisis energética global como reverberación de la guerra en Ucrania. Hasta la revista globalista monárquica The Economist admite que la “crisis energética y la geopolítica crean un nuevo aspecto del Golfo” Pérsico, que será “más rico, más poderoso –y más volátil–” (https://econ.st/3E2SkXT), ¡con una bonanza de 3.5 billones de dólares!
Por lo pronto, Irán –que no es un país árabe– ya alcanzó de forma asombrosa el onceavo lugar del PIB global con 1.9 billones de dólares, según datos del FMI 2022, pese a las sanciones de “Occidente”, pero gracias al gas.
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