Existe adrenalina imposible de manejar. Como la que sucede antes de asistir al festival Hipnosis. No hay manual para sobrellevar tanta expectación. Lo cierto es que para la edición de este año, el eje transversal que determinó el desarrollo del espectáculo fueron los rencuentros, los regresos y las despedidas.
Con la esperanza de demostrar que el rock progresivo toma elementos del jazz, la música clásica, además de hacer uso de frecuentes cambios de ritmo y crear piezas habitualmente largas que forman parte de composiciones de mayor o incluso temáticas, el viaje comenzó. Los encargados de dar el banderazo de salida fueron: El universo, Parque de cometas, The lazy eyes y Tempers. En medio de una multitud, cada vez más creciente, de camisetas negras, el viaje comenzó a tomar forma con la presentación de Still Corners. “Gracias México, es un lindo día, el sol está brillando, y el viento corre entre mi cabello”, dijo Tessa Murray, la vocalista del dúo estadunidense/británico que en vivo, compensan su naturaleza reservada mediante el uso de impresionantes proyecciones, y en otros lados que no fue el caso de México, con el uso minimalista de luces qué crean una atmósfera genuina. El grupo no tardó en inundar el parque con un sonido puro y sumergido en una quietud al más puro estilo de David Linch. Estalló The trip, el que quizá sea el tema más conocido de la agrupación y el más esperado.
A Hipnosis le tocó una tarde soleada de noviembre. Desde temprano, el Parque Bicentenario fue cubierto con un cielo despejado y el sol picante que cayó y encogió la sombra de los asistentes. Poco a poco, después de las cuatro de la tarde, el espacio vio desfilar –al ritmo de sonidos densos y sicodélicos, cortesía de Psychedelic Porn Crumpets y Babe Rainbow– a cientos de almas que llegaban ansiosas de ocupar un lugar en la celebración. También se dejaron caer uno que otro fallo, como el del micrófono de John Dwyer, vocalista de Osees, errata que compensó con derroche de energía propio del garage rock.