Uno. Luiz Inácio Lula da Silva ganó el balotaje (60.3 millones de votos), frente al impresentable Jair Bolsonaro, quien no admitió su derrota (58.2 millones). ¿Qué tal diferencia de apenas 1.8 por ciento (dos millones entre 118.5 de votos válidos), fue un triunfo “ajustado” en el país-continente habitado por 218 millones de almas?
Dos. A las encuestas hay que ponderarlas como lo que son: técnicas de “ marketing electoral”, programadas con dolosa “cientificidad”. Porque en sus “mediciones”, invariablemente, descartan lo inconmensurable: la conciencia de los pueblos.
Tres. Aclaración pertinente: si son honestas, bienvenidas las encuestas o la fatigosa “teorización permanente”. Bien que mal, ayudan a ensanchar el conocimiento. Pienso, por ejemplo, en obras como El antiedipo (1972) y Mil mesetas (1980), de Gilles Deleuze y Félix Guattari (reunidas en el volumen Capitalismo y esquizofrenia). En particular la segunda, que sirvió de base para el polémico ensayo Imperio, de Toni Negri y Michael Hardt (2000).
Cuatro. Tomado de la botánica, Deleuze y Guattari desarrollan el concepto de “rizoma”, entendido como “unidad heterogénea arbórea que carece de centro, y cuyos brotes en las plantas pueden ramificarse en cualquier punto, raíz, tallo o rama”. Según ellos, el rizoma permitiría develar, entre otras disciplinas, la distribución de poder y autoridad en el cuerpo social.
Cinco. Textos que “por mi culpa, por mi culpa, por mi culpa”, no entendí bien. Quizá porque me formé como técnico mecánico y tornero especializado en diseño de matrices para motores de combustión interna. Aunque algo del “rizoma” apareció cuando en la fábrica donde trabajaba, un dirigente sindical preguntó quien podía redactar un pliego de peticiones, sin faltas de ortografía. Alcé la mano, y así me hice periodista.
Seis. Sentí orgullo, entonces, cuando José Saramago me dedicó uno de sus libros, apuntando: “Al otro tornero mecánico”. El Nobel lo era, y… ¡Lula también! Pero con los años, el legendario líder metalúrgico de Sao Paulo (a quien los “espertise” en asuntos revolucionarios califican de “reformista” o “progresista”), fue democráticamente elegido en dos ocasiones, y partió en dos la historia de Brasil.
Siete. Así están las cosas en América Latina: izquierdas y derechas pagadas de sí mismas, y subestimando la conciencia de los pueblos. Las unas, perdidas en los bucles de la teorización permanente. Y las otras, representadas por la diputada bolsonarista que en víspera de la votación, en un barrio exclusivo de Sao Paulo, persiguió a un simpatizante de Lula con una pistola automática.
Ocho. Lula se paseó por el mundo explicando a los genios el funcionamiento de la economía, en un país explotado hasta la médula, y cautivo de los intrincados “rizomas” de su identidad nacional. El factor “hambre”, entre los principales.
Nueve. En sus gobiernos (2003-10) y el menos “progresista” de Dilma Rousseff (2011-16), más de 33 millones dejaron de sentir hambre. Pero con el “capitalismo esquizofrénico” de Bolsonaro, el hambre volvió a tocar las puertas en un país que figura entre los mayores productores agropecuarios del mundo. Ni hablar del negacionismo del covid-19, que demoró la compra de vacunas (700 mil muertos).
Diez. Como bien recuerda la periodista Mercedes López San Miguel, Bolsonaro llamó a tomar cloroquina y a no usar el tapaboca… defendiendo “el Estado mínimo y el desprecio por la vida” ( Página/12, 31/10/22).
Once. La inobjetable victoria de Lula ha dado lugar a miles de comentarios y análisis. No obstante, pocos advirtieron qué la señora Michelle Bolsonaro concurrió a las urnas con una camiseta estampada con la bandera de Tel Aviv.
Doce. El profesor Michel Gherman, de la Universidad Federal de Río de Janeiro e investigador del Centro de Estudios del Antisemitismo de la Universidad Hebrea de Jerusalén, manifestó que el episodio fue una “subida de tono”.
Trece. A su juicio, el país que se representó en la camiseta de la saliente primera dama no es “real”, sino una “nación imaginada”: la defensa de una franja de la sociedad israelí con perspectivas tribales, y marcada como “un espacio exclusivo de la blanquitud, la violencia, la liberación de las armas, la exaltación del ultracapitalismo y el cristianismo”.
Catorce. “Intentaron enterrarme vivo…”, dijo Lula. En efecto: con cancha inclinada, referí en contra, corporaciones mediáticas y redes antisociales vomitando mierda, y varios líderes y seguidores asesinados por los que odian la democracia… los votos de Lula valen por cinco, en comparación con los del pirómano de la Amazonia.
Quince. En fin… cuando los pueblos se enojan, “hacen tronar el escarmiento”. Palabras de un líder de América Latina que no voy a nombrar, porque ahorita la fiesta es del estadista probo y probado de 77 años, que en Brasil doblegó a los sicarios del oscurantismo y la sinrazón.