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Economía

2022-08-05 06:00

Economía moral

Periódico La Jornada
viernes 05 de agosto de 2022 , p. 24

Cuando regresé de Bogotá a México de “mis años de lucha contra la pobreza en América Latina” (1988-1992) traje en mi equipaje mental un producto fundamental que no he abordado en esta serie de entregas: el Índice de Progreso Social (IPS). Con ese título publicamos un libro en el Proyecto Regional para la Superación de la Pobreza del PNUD (Autores: Meghnad Desai, Amartya Sen y Julio Boltvinik). En 1993 publiqué en Estudios Sociológicos Vol. XI, núm. 33, “Indicadores alternativos del desarrollo y mediciones de pobreza” que hoy empiezo a reseñar. Comienza así:

“Cualquier acercamiento integral a la medición del nivel de vida, de la pobreza y de la medición alternativa del desarrollo, enfrenta la ausencia de una unidad de medida única. Ello no ocurre en las cuentas nacionales, donde se asegura el papel del dinero como unidad de medida única y universal al reducir los objetos de medición a aquellos que el propio proceso económico mide en términos de valor: las mercancías o valores de uso comprados. ¿Puede adoptarse el dinero también como unidad de medida única en el estudio de la pobreza y del nivel de vida? Una respuesta afirmativa proviene de los que miden la pobreza sólo con el método de la línea de pobreza (LP), que consiste en comparar ésta con los ingresos del hogar (ambos expresados como cantidades de dinero por unidad de tiempo). El método de LP es el oficialmente utilizado para medir la pobreza en los países desarrollados, usado por el Banco Mundial y por la Comisión Económica para América Latina y el Cariba (Cepal). Estas instituciones nos están diciendo así, no tanto por sus palabras, sino por sus hechos, que el dinero es la unidad de medida única de la pobreza y el nivel de vida… Prevalece una especie de ‘esquizofrenia’ social generalizada. El desarrollo se mide por el crecimiento de ese agregado de bienes y servicios (ByS) medibles monetariamente que es el PIB. La pobreza, por el ingreso de los hogares. A un lado se coloca una lista desestructurada de indicadores sociales tan importantes como la esperanza de vida, la instrucción, las condiciones de las viviendas y sus servicios, etcétera, que no intervienen en los cálculos ni del desarrollo ni de la pobreza. Se mide pobreza sólo con ingresos, pero las estrategias para superarla se centran en una mayor inversión en el ‘capital humano’ (educación, atención a la salud, nutrición) Esta ‘esquizofrenia generalizada’ tiene en su base la escisión entre lo económico y lo social, entre la producción y el consumo, entre los valores de cambio y los valores de uso, entre lo medido en dinero y lo no medido con esa vara. El primer paso para romper esta esquizofrenia es dar una respuesta a la pregunta sobre cuáles elementos conforman el nivel de vida, para entonces abordar el problema toral de medirlos en forma integrada. El nivel de vida está conformado no sólo por la calidad de vida, sino también por la cantidad de la vida. La calidad de vida de una persona depende no sólo del acceso a mercancías, valores de uso comprados –como está implícito en el PIB y en las mediciones de pobreza por ingresos–, sino también del acceso a valores de uso recibidos de terceros (v. gr. servicios educativos y de salud gratuitos), y a valores de uso autoproducidos (sopa cocinada en casa). Además, el nivel de vida depende de los conocimientos y habilidades que nos permiten hacer, entender y disfrutar: leer un libro, andar en bicicleta, disfrutar el arte, entender el mundo, y del tiempo libre. Estos determinantes forman un sistema.”

Este artículo compara el IPS con el MMIP (Método de Medición Integrada de la Pobreza) que abordé en la entrega 19 de esta serie. El artículo empieza abordando las razones del predominio del PIB per cápita: “1) En las economías basadas en la producción de valores de cambio se presta poca atención a los valores de uso. 2) El PIB pondera a las personas por su ingreso y a los ByS por su precio, en concordancia con la forma en que el mundo real los valora. 3) El PIB no es una forma extraña de medir el desarrollo para el político o el ciudadano”. Inicia la exposición del IPS refiriéndose a sus propiedades: 1) Busca sustituir al PIB –integrándolo en forma modificada– y no ubicarse en paralelo como indicador adicional, lo que tendería a perpetuar la separación entre lo económico y lo social. 2) Da cuenta tanto del conjunto de oportunidades sociales (COS), expresado por la magnitud y distribución de los medios de bienestar, como del conjunto de realizaciones sociales (CRS), expresado como cantidad y calidad de la vida. 3) La relación entre ambos conjuntos genera el concepto de eficiencia de transformación de oportunidades en realizaciones. 4) Para superar las desventajas de otros indicadores alternativos de desarrollo (enunciados en números abstractos sin significado alguno para la gente), el IPS se expresa, como el PIB, en unidades monetarias. Sobre el COS señala: “Refleja tanto la habilidad humana para obtener lo que necesita o quiere de la naturaleza (dimensión hombre-naturaleza), como la distribución de lo obtenido entre los miembros de la sociedad (dimensión hombre-hombre). Cualquier indicador del desarrollo debería revelar lo que el PIB (a pesar de sus limitaciones) expresa: cuánto nos hemos apartado del reino de la escasez para entrar en el de la abundancia. Sin embargo, el PIB per cápita (PIBC) tiene al menos las siguientes limitaciones: a) sólo capta valores de uso objeto de transacción en el mercado (mercancías), lo cual deja fuera, entre otros, los productos del trabajo doméstico; b) capta mercancías como armamentos o cigarrillos, que no se pueden considerar valores de uso; c) la valuación de los ByS no refleja sus costos sociales reales; d) al referirse a un solo periodo, no toma en cuenta el efecto en las generaciones futuras y no refleja los activos sociales acumulados; e) no toma en cuenta la distribución social de los medios disponibles; f) no considera los niveles educacionales y las habilidades, ni el tiempo libre (TL). Si corregimos el PIBC por los tres primeros elementos –tarea titánica– obtenemos PIB*C. Además, como las necesidades (N) varían con la edad, el sexo, el tipo de actividad y otros rasgos personales, necesitamos expresar el PIB por varón adulto equivalente (PIB*E) en vez de per cápita, acercándonos así a una expresión del flujo de ByS disponibles por unidad de N.” La limitación d) se supera con un concepto de producto sustentable. La limitación f) en cuanto al TL se resuelve combinando PIB*E con un indicador de TL. La limitación de no considerar niveles educacionales y habilidades se resuelve en el CRS. En la dimensión hombre-hombre interesa medir la equidad, que puede expresarse con indicadores de la distribución del ingreso y del TL entre la población. Un buen índice de equidad es 1-G, donde G es el coeficiente de Gini, cuyos valores van de 0 a 1. Al multiplicar ambos indicadores por su índice de equidad se obtienen sus equivalentes igualitarios (I): PIB*EI =PIB*E (1-GY); TLI = TL (1-GTL). El COS es el producto de ambos indicadores igualitarios: COS= (PIB*EI) (TLI), que conceptualmente es el equivalente igualitario del flujo promedio, por unidad de necesidades, de los medios de bienestar (incluyendo el tiempo) socialmente disponibles. El desarrollo del COS fue de mi autoría. En la próxima entrega abordaré el CRS, desarrollado por Meghnad Desai.

www.julioboltvinik.org

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