Política
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Recursos, sociedad y guerra
D

esde tiempo inmemorable, no se sabe cuándo, los grupos humanos peleaban entre sí, ya sea por los recursos naturales, por sus territorios o por otra situación relacionada con la posesión de algo.

Existen un número incalculable de estudios sobre la interacción entre las personas, los pueblos, las naciones y sus recursos naturales. No obstante, las conclusiones de estas investigaciones dejarán de ser vigentes porque la relación humana es sumamente cambiante. Agreguemos el desarrollo constante de los medios de comunicación y su influencia en los criterios de una sociedad multicomunicada como la actual.

Por una parte, la velocidad de la interacción nos mantiene al día con los acontecimientos, incluso nos permite estar de acuerdo con millones en el mundo, aun sin conocernos. Y, por otro lado, existe una marcada polarización respecto de las posiciones políticas en general. Lo anterior influye en un hecho sumamente importante para la convivencia: llegar a acuerdos. De ello depende la paz mundial. En caso contrario, los conflictos llegan y se convierten en agresiones diversas: guerras, invasiones y todo tipo de actitudes ilícitas. Los motivos son incontables, pero uno de ellos, el más evidente en todos los tiempos, es la desmedida ambición material.

Marx, en su teoría del materialismo histórico, señala que la humanidad empezó a enfrentarse a sí misma cuando hubo exceso de producción, porque al principio se cumplía con las necesidades básicas de la comunidad, pero en el momento en que la sociedad empezó a producir más allá de lo necesario, las diferencias sociales empezaron a agravarse.

Con esto no queremos decir que, por ejemplo, las guerras sean únicamente producto del exceso de producción, pero sí podemos tomar como punto de partida la indiscriminada producción y la excesiva industrialización de todo tipo de recursos naturales. Ya lo hemos señalado en diversas ocasiones por este y otros medios de información.

Donde hay tierra, hay guerra, frase que resume los conflictos permanentes de la sociedad humana. Es una característica y un sello de nuestro ser. Pelear por el territorio que creemos que nos pertenece es una conducta consuetudinaria.

Después de la Segunda Guerra Mundial, dirigida por Adolfo Hitler, se mostró una de las facetas más destructivas del ser humano. Nos dimos cuenta de que la humanidad sigue siendo capaz de hacer hasta lo imposible por dominar a cualquier costo.

Una de las peores consecuencias de la Segunda Guerra Mundial fue el gran éxodo judío, obligando a las comunidades a inmigrar a hacia otras partes del mundo, principalmente Palestina, tema del que seguiremos analizando en lo subsecuente.

Una diferencia entre aquel horror nazi y el actual que continúa provocando el ejército criminal del multiasesino ministro israelí sionista, Benjamín Netanyahu, es que para los nazis el recurso humano fue un objetivo principal para lograr la infraestructura que se propuso el nacional socialismo hitleriano.

Y entonces el esclavismo resurgió con gran fuerza. La mano de obra de los presos, básicamente judíos, fue una gran ayuda para el poderío que logró Alemania en pocos años de guerra.

En el caso del neonazismo sionista israelí, su objetivo principal es la extinción de todo un pueblo. No le interesa el capital humano. Exterminar, acción que, de hecho, no niegan, es un acto permitido por el silencio y complicidad de aquellas instancias internacionales que un día se propusieron la protección de todo el mundo. No más guerras, esa fue la consigna. No era posible permitir más destrucción en contra de ningún país. ¿Recordarán esto en la ONU?

Para los nazis, demostrar al mundo que el pueblo alemán representaba a la raza perfecta por ser aria era uno de sus objetivos más acariciados. En contraste, el regalo más preciado para los merolicos del sionismo sería demostrar al mundo que, una vez arrasada la tierra palestina, la verdad de la tierra prometida se haría realidad.

Hoy, Israel es la nueva cara del fascismo, en su versión judía, que se opone a la existencia del pueblo árabe invadido hace más de 70 años. Netanyahu quiere asegurar la no existencia de un holocausto palestino. La historia se repite: antes nazis contra judíos, pero ahora judíos contra palestinos.

Una vez violadas todas las leyes por parte del gobierno israelí, ¿qué sigue? ¿Querrá demostrar Netanyahu que él es más poderoso que todo el mundo? O de plano, su objetivo es demostrar que puede ser mejor que Hitler. Estos son los sueños de un desquiciado, protegido y estimulado por otros desquiciados.

(Colaboró Ruxi Mendieta)

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