“La retentiva se diluye por vergüenza o imposición, volver a ella te permite pararte con certeza ante el mundo”, señala

Viernes 17 de octubre de 2025, p. 9
En el cuerpo de Paula Villaurrutia (Ciudad de México, 1983) habita una historia de búsqueda. Durante años sintió vergüenza de sus orígenes campesinos, de los rasgos que la acercaban a una raíz que prefería no mirar.
“Me daba pena decir que mi familia era del campo, que mi tío tocaba en una banda o que mi tía bailaba”, señaló la coreógrafa en entrevista con La Jornada.
Hoy, aquella incomodidad se transformó en impulso creativo con Male Rosita, entre caminos y memorias, su propuesta más reciente, donde la danza se vuelve un acto de reconciliación. La pieza se presenta en el Teatro de la Danza Guillermina Bravo del Centro Cultural del Bosque.
El proyecto nació del encuentro con Rosalinda Vázquez Ochoa, mujer purépecha que vive en la capital mexicana sin haber renunciado a su origen. Ambas se conocieron hace más de 15 años y desde entonces mantienen un diálogo que desborda el escenario.
“Ella nunca tuvo conflicto con su identidad; porta con orgullo quién es. Yo, en cambio, represento a quienes han querido rechazar sus raíces por vergüenza o por presión social. De ahí surge la necesidad de contar dos historias: la de quien siempre se reconoció y la de quien tuvo que rencontrarse con su memoria”, añadió Villaurrutia.
El montaje evita reproducir estampas folclóricas o representar una tradición. La coreógrafa eligió hablar desde la experiencia humana, “desde lo personal a lo universal”. Por eso insiste en que esta producción no es un documental ni una recreación purépecha, sino una creación construida a partir de testimonios.
Historia de pérdida y rencuentro
Conviven dos presencias: Rosalinda Vázquez, a quien llaman Rosita, que participa por primera vez en escena, y Paula Villaurrutia, que reconoce su propio desarraigo. “Ella no es artista escénica, pero su esencia está intacta. No le pido nada que no le pertenezca; todo lo que hace fue propuesto por ella”, afirmó.
A su alrededor aparecen objetos cotidianos, como un rebozo, una silla y los sones grabados por la Orquesta Purhépecha Hermanos Hernández de Charapan, que se resignifican para narrar una historia de pérdida y rencuentro.
“Hay imágenes que nacen de lo que me contaba, como cuando enseñaba a bailar a sus hijos moviéndoles los pies mientras estaban sentados. Esos gestos sencillos guardan toda una memoria corporal”, puntualizó la también bailarina.
Paula Villaurrutia considera que la identidad no puede entenderse como consigna política ni como discurso de moda.
“Coincidió en que la propuesta se presenta en el año dedicado a la mujer indígena, pero lo escribí mucho antes. No busco sumarme a etiquetas; parto de lo humano. Lo político está ahí, pero mi punto de partida siempre es la experiencia vivida”.
Male Rosita… forma parte del proyecto Pasos danzantes, testimonial coreográfico de bailadores tradicionales, con la cual la bailarina, integrante del Sistema Nacional de Creadores de Arte, busca acercarse a quienes mantienen viva la danza comunitaria.
“Ellos son los más dignos representantes de lo que hacen. Mi reto es ser un puente entre la tradición y la creación escénica, que la gente perciba la diferencia entre lo que se baila en comunidad y lo que se transforma en escena.
“La memoria se diluye por vergüenza o imposición. Volver a ella te permite pararte con certeza ante el mundo.”
Las funciones de Male Rosita, entre caminos y memorias se realizarán en el Teatro de la Danza Guillermina Bravo del Centro Cultural del Bosque (Reforma y Campo Marte) los jueves 16 y 23 de octubre a las 20 horas; viernes 17 y 24 a las 20; sábados 18 y 25 a las 19 y domingos 19 y 26 a las 18 horas. El boleto cuesta 150 pesos.