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Cervantino 2025
Bailarines sudcoreanos narran con delicada danza las etapas vitales de un ciruelo
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▲ La compañía de danza sudcoreana Jajack Movement durante la interpretación del montaje Samsara of Blossom, en el Auditorio del Estado, como parte del Festival Internacional Cervantino.Foto Carlos Alvar / FIC
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Periódico La Jornada
Viernes 17 de octubre de 2025, p. 5

Guanajuato, Gto., La historia del ciruelo que floreció en pleno invierno, contada por la compañía de danza sudcoreana Jajack Movement, dejó en éxtasis al público que la noche del miércoles acudió al Auditorio del Estado, en el contexto del Festival Internacional Cervantino.

Los asistentes reconocieron con un continuado aplauso de pie al elenco y a Yumi Kim, directora del montaje coreográfico Samsara of Blossom, basado en la narración de Tam-Mae-Do sobre el viaje que hizo el filósofo Joseon Kim Siseup en la búsqueda de la flor de ese árbol (representación de los taoístas).

La obra, que tuvo presentaciones los días 14 y 15 de octubre, fusionó elementos simbólicos de la filosofía coreana con la danza moderna e imágenes en tercera dimensión.

Dividida en las escenas Flor de ciruelo, Alas de Siseup, En busca de la flor de ciruelo, Mujeres tejiendo flores de ciruelo y Samsara de la flor de ciruelo, el montaje inició con un hermoso y evocador árbol en la parte superior del escenario, mientras se escucha el discurrir del agua y 10 bailarines que conforman una especie de esbelto y frágil tronco. Una noche melodiosa con el canto de aves invisibles y un anciano en la búsqueda.

Los danzantes se tornan viento, olas que rodean la convicción del filósofo. Siempre con el plástico follaje del ciruelo. Hay parsimonia y encanto en su ejecución. Concurren con clama y se separan en una especie de meditación en movimiento y tenue canto. Dos manos abiertas dominan el centro del árbol y de a poco sostienen sus flores.

Samsara significa en algunas filosofías orientales el ciclo de renacimiento o trasmigraciones originadas en el karma.

La pieza llegó a una etapa de resurgimiento, con los bailarines desplegando agitación y vitalidad. El compás compartido como de universo ordenado y ellos, elementos o seres de la tierra en concierto, se alinean y se dispersan a pesar de sus distintas velocidades. Ecosistema o vórtice sideral.

El protagonista se tiende y se yergue. Ejecuta un solo apasionado. Es una sensación de pensamiento. Lo circundan los seres que apenas permiten atisbar sus pasos. Un fluir como de viento. Es una leyenda de palabras hechas carne.

Seduce la expresión de las figuras femeninas y luego el discurso más sólido de los varones. En esta escena, ellas con trajes flexibles y de colores, representan nueva energía, se despliegan cual flor con pétalos reunidos y vibrantes. Un ejercicio de respiración siempre al pie del ciruelo.

En un punto, éste adopta movimiento, como espiral de galaxia gira rauda mientras debajo la pareja se vierte en la circularidad y en el delicado toque entre ellos. Más una atracción que un pesado lazo. Continúan su dualidad y cuando se convierten en uno, se desvanecen.

Una bailarina desarrolla un nuevo solo bajo el ya rojizo ciruelo, como círculos, como centro de su tronco. Ella explora los márgenes de lo inefable a su alrededor. Al ritmo de la música se acelera y alcanza la velocidad de la primera. Estalla en el giro y el amarillo la cubre como otoño.

Se instala entre el público una tranquilidad que desea no acabe. Campanillas y tambores con la misma fuerza. Se acerca la muestra de belleza concluyente: la escena primera es la última parte y los cuerpos vuelven a sostener el follaje del árbol florecido en el cerrado invierno. Y la oscuridad de cierre.