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Los granos básicos en la encrucijada
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espués de siete años de un cambio en los programas para el sector rural, la producción de granos básicos se encuentra en un punto de quiebre. El financiamiento al campo se desmanteló junto con los seguros agrícolas, desaparecieron las instituciones y programas de comercialización, y los subsidios como Producción para el Bienestar, Fertilizantes o Precios de Garantía excluyeron a los agricultores comerciales de granos.

Sobrevivir como agricultor sin regulaciones ni apoyos estatales es casi imposible, a menos que se trate de enormes productores que pueden sortear los vaivenes especulativos del mercado y los impredecibles cambios naturales, a partir de economías de escala. Todos los demás necesitan instituciones, regulación y subsidios que garanticen la rentabilidad de su actividad.

Pero desde el sexenio pasado, el gobierno convirtió los subsidios agrícolas en subsidios asistenciales, únicamente para productores de autoconsumo, que cultivan bajo una lógica diferente. Los productores comerciales fueron abandonados a las fuerzas del mercado en el más puro neoliberalismo. Ellos son perdedores netos del viejo TLCAN y del actual T-MEC, pues compiten directamente con las importaciones subsidiadas de Estados Unidos, controladas por las trasnacionales.

Los programas agrícolas existentes se dirigen a la gran mayoría de pequeños productores, que dedican su actividad principalmente a la alimentación de sus familias, pero han dejado sin apoyo a porcentajes muy importantes de la producción de granos, indispensable para la seguridad alimentaria del país. En una economía abierta, tal como es México, la pérdida de producción nacional se traduce en una mayor dependencia de Estados Unidos, además de la pérdida de empleos, el desmantelamiento de la planta productiva agrícola, el abandono de infraestructura y la pérdida de conocimientos.

Los primeros en dejar la agricultura son los productores comerciales más pequeños, que sin rentabilidad optan por rentar sus tierras a los grandes, quienes concentran la producción en pocos agronegocios.

Con los actuales programas, se estima que 41 por ciento de los agricultores y 93 por ciento de la producción de trigo no recibieron ningún subsidio. La producción de trigo se redujo en 500 mil toneladas entre 2019 y 2024, mientras las importaciones aumentaron un millón de toneladas en el mismo periodo. En el caso del sorgo, no recibieron subsidios 27 por ciento de los productores y 73 por ciento de la producción. El volumen producido se mantuvo estancado desde 2018.

El gobierno se ha centrado en la producción de frijol y maíz como alimentos esenciales, de ahí que haya apoyado a un mayor número de productores. El sexenio anterior presumía haber logrado la autosuficiencia en frijol, aunque se estima que 57 por ciento de su producción no tuvo subsidios. La producción se redujo 200 mil toneladas entre 2018 y 2024.

La producción de maíz amarillo recibió menores apoyos que la de maíz blanco, ya que se destina a la alimentación de ganado. Cerca de 72 por ciento de su producción no recibió subsidios, contra 58 por ciento de la de blanco. Los efectos en la producción de maíz fueron alarmantes: el volumen cosechado cayó de 27.1 millones de toneladas en 2019 a sólo 24.3 millones en 2024. Esta reducción de 2.8 millones de toneladas provocó el aumento de las importaciones en 7.1 millones de toneladas, hasta alcanzar 23.6 millones de toneladas importadas en 2024. Por primera vez, el volumen cosechado en México fue casi el mismo que el volumen importado.

Estos resultados deprimentes de la producción de granos básicos durante el sexenio de López Obrador explican en parte el exiguo crecimiento del PIB de las actividades primarias, de únicamente 0.18 por ciento anual, con el peor desempeño de todos los sexenios después de la puesta en marcha del TLCAN.

La mayoría de los productores comerciales de granos básicos están llegando al límite de sus operaciones, pues su actividad, sin instituciones ni apoyos gubernamentales y la frontera abierta, ha dejado de ser rentable.

Toca al gobierno actuar con verdaderas políticas productivas para garantizar la seguridad alimentaria de la población y no dejar los alimentos básicos en manos de las trasnacionales y los productores del vecino del norte. Después será demasiado tarde.