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La big band de Sam Eastmond derrochó virtuosismo e improvisación en el FIC
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▲ El director Sam Eastmond durante la presentación del sábado pasado en la Alhóndiga de Granaditas.Foto Carlos Alvar/ FIC
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Periódico La Jornada
Lunes 13 de octubre de 2025, p. 6

Las bagatelas fueron escritas por el saxofonista Zorn entre marzo y mayo de 2015, y contienen 300 obras, que combinan una amplísima gama de influencias, sin distinción entre las más formales o consagradas y otras propias de la cultura popular, por ejemplo, del compositor de música para dibujos animados Carl W. Stalling. La obra del contrabajista Charles Mingus es un antecedente claro de estas composiciones lúdicas, entre el formalismo y la improvisación. Las piezas de Zorn se identifican con un número.

En conferencia previa a la presentación, el director de la big band, Sam Eastmond, declaró: “la improvisación crece y va mutando en el espacio donde la desarrollamos, lo que tocamos nunca se repite de la misma manera, surge algo nuevo con las composiciones de Zorn y nuestros colores”.

Consultado por el funcionamiento de la improvisación en una gran banda, dijo: “Somos una big band, por lo que la raíz de Duke Ellington es innegable, pero la forma en que nos organizamos para improvisar está más relacionada con la manera de ordenar un ensamble de músicos más reducido. Mi trabajo es crear problemas para que los resuelvan los músicos”.

Eastmond agregó: “Zorn es el mejor compositor de este siglo, del siglo pasado y del siglo que viene, alcanza con tomar uno de sus discos, como Naked City, para entender su magnitud”.

No hay uniformes en la orquesta, sus integrantes pueden elegir vestir como estudiantes de conservatorio, deportistas o miembros de una banda de rock. Eastmond, el director, usa tenis Nike, que le sirven para moverse de forma descontracturada; incluso, para bailar, si lo necesita para transmitir información musical a los integrantes del grupo.

Toda la banda de Eastmond maneja a la perfección el dilema entre lo improvisado y lo escrito, particularmente la sección de vientos, conformada por la trompetista Charlotte Keeffe, sumada a los saxofonistas Asha Parkinson, Emma Rawicz y Chris Williams.

Destacó la labor del pianista Olly Chark, ejecutante refinado e incapaz de mantenerse en el asiento. El contrabajista Fergus Quill estaba tan inclinado sobre su instrumento que parecía capaz de atravesarlo.

Terminado el concierto de 80 minutos, y luego de un bis muy pedido por la audiencia, quedó salir de la Alhóndiga de Granaditas hacia el centro de Guanajuato, un espectáculo aparte: un grupo cantando El rey, de José Alfredo Jiménez, mientras la audiencia improvisa una coreografía en el momento.

Otras canciones salen de los autos y se mezclan con el ruido de los motores de los autos que transitan cerca, con los bares abarrotados, donde sube el volumen de decenas de conversaciones, todas, señales que indican la certeza de un clima festivo.