ace alrededor de una década escribimos en éstas páginas que uno de los conjuntos habitacionales más bellos y funcionales que se construyeron en la Ciudad de México a principios del siglo XX cumplía 100 años: el edificio Buen Tono, mejor conocido como La Mascota.
Está situado en un gran predio entre las calles de Bucareli, Abraham González y Turín. Lo diseñó el afamado ingeniero Miguel Ángel de Quevedo, considerado el Ápostol del Árbol, por su amor y defensa de la naturaleza que lo llevó a construir de su propio peculio los Viveros de Coyoacán.
El inmueble lo mandó construir otro hombre notable, el empresario Ernesto Pugibet, quien en 1885 adquirió la propiedad donde se ubicaba el convento de San Juan de la Penitencia, en la plaza que hoy lleva el nombre de Pugibet, también conocida como Buen Tono.
Con ese nombre bautizó una fábrica de cigarros que durante casi 80 años fue la más importante del país. En 1961 la adquirió La Tabacalera Mexicana, hoy Cigatam. Pugibet estuvo un tiempo en Cuba donde aprendió técnicas novedosas sobre el manejo del tabaco, entre otras, como elaborar cigarrillos sin pegamento. Tenía tres marcas de cigarros: Ideal, Gardenias y La Mascota que dieron nombre a lastres privadas y el último bautizó popularmente el conjunto.
La obra tuvo un costo de 2 millones 500 mil pesos, un dineral para la época, ya que se utilizó la tecnología más moderna: prefabricados de concreto y acero, armado en sitio. Cuenta con 174 departamentos en las tres privadas, en planta baja y alta. La mayoría se ubican en éstas ultimas y algunos quedaron con comunicación directa a la calle. Se diseñó para alojar a ejecutivos de la fábrica; al paso del tiempo varios se dedicaron a consultorios y oficinas que convivieron con la vivienda.
El edificio es precioso, de estilo ecléctico, muy afrancesado, con detalles art nouveau, prevalece el ladrillo rojo, con ornamentación en mampostería y bella herrería. Fuentes y jardineras adornan las calles interiores. Los departamentos son acogedores, decorados con lindo trabajo de yesería, balcones y patiecitos interiores que dan luz y ventilación.
Al igual que la mayoría de las construcciones de renta en la Ciudad de México, la construcción fue víctima del decreto de “congelación de rentas” que duró 50 años, lo que lo deterioró. A raíz de la eliminación de la orden, a principios de los años 90 del siglo XX, inició su recuperación gracias a sus habitantes que están conscientes de que tienen una joya arquitectónica.
Pugibet era un empresario de ideas avanzadas y con sentido social. Edificó conjuntos habitacionales para sus trabajadores en las cercanías de la fábrica; dos que ya no existen en la colonia Doctores y el Mascota. Erigió un templo en la plaza Pugibet que continúa vigente.
Fue pionero en usar la publicidad para promover los cigarros. Mandaba hacer atractivos carteles y daba premios a la llegada del cine a fines del siglo XIX; en los altos del que había sido el convento de Santa Isabel (hoy Palacio de Bellas Artes) colocó una gran pantalla en la que daba funciones gratuitas y de paso anunciaba sus productos.
Resulta que esta joya patrimonial única, a pesar de la calidad de su construcción y de los materiales originales y el cuidado de sus habitantes, está padeciendo el paso del tiempo de forma acelerada a últimas fechas. En particular la balaustrada que remata todo el perímetro del edificio y cuyo cemento se desmorona. Hace dos meses, sin razón específica, se cayo un pedazo grande del pasamanos en una de las privadas, afortunadamente sin daño físico a ningún transeúnte. El dictamen de Protección Civil es de riesgo alto, pero el costo de reparación de la balaustrada por especialistas restauradores se cuenta en millones que no tienen los condóminos, a pesar de tener finanzas sanas.
Angustiados buscan soluciones para salvaguardar el edificio y han acudido a la alcaldía, al gobierno local y al fideicomiso de Centro Histórico, ya que éste último hace unos años realizó la limpieza de la fachada de Bucareli.
Nos unimos a su suplica y solicitamos a las autoridades apoyar en alguna solución, pues el inmueble es un bien histórico, parte importante del patrimonio de la Ciudad de México.
No queda más que ir a unas cuadras a Lucerna 12, a El Circulo del Sureste, que desde hace 60 años ofrece excelente comida yucateca. Yo no perdono la sopa de lima y después a ver si compartimos unos panuchos, salpicón de venado y un pollo capón.