u biografía no sorprende menos que sus historias. Estudia seis años de primaria y uno de secundaria. No más. A los 14 publica su primera caricatura. Es obrero, pintor de brocha gorda, cobrador. A los 19 intenta suicidarse. Como el fracaso por ya no estar en este mundo sólo lo llevó a unas horas en coma, al volver en sí decidió tomar su vida con intensidad inusual. A sacarle jugo, como decía. A los 20 se convierte en secretario de redacción del célebre semanario Marcha. A los 24 ya es director del diario Época y, al cumplir 31, publica el libro que lo tatuará en la literatura política hispanoamericana: Las venas abiertas de América Latina. Es el libro de un activista que investiga, tiene buena pluma y busca conectar con los demás: una experiencia de búsqueda de comunicación
.
En ese libro intentó decir que no hay ninguna riqueza que sea inocente
.
Pese a su éxito editorial, 43 años después, Galeano reconoció en la segunda Bienal del Libro de Brasilia que “no sería capaz de leer el libro de nuevo, porque cuando lo escribí no sabía tanto sobre economía y política… No estoy arrepentido de haberlo escrito, pero ya es una etapa superada”. Como fue un libro identificado plenamente con la izquierda fue proscrito en las dictaduras de Chile, Argentina y Uruguay. Marcó el exilio de Galeano.
Como sea, gracias a ese texto en el que invirtió cuatro años de investigación y unas 90 noches en escribirlo
, logró llamar la atención de cientos de lectores e incluso a convertirse en libro de texto. Me parece que su popularidad fue resultado de su gana de compartir lo encontrado más que de hacer puntos en la academia. No sólo eso, sino de reunir en la escritura razón y corazón; un ensayo sin asepsia ideológica cargado de emoción.
Hemos divorciado la razón del corazón. El mundo de las emociones al mundo de las razones. Yo intento escribiendo a juntarlas un poquito usando un lenguaje que combine a las dos.
Parece que cuando se tiene claro un destino todos los caminos llevan a él. Galeano quería conectar con los otros. Escucharlos y decirles algo para modificar su entorno: el de ellos y el propio. Las viejas historias de los republicanos exiliados que escuchó en bares y cafés, fueron la chispa primigenia que encendió su gana de contar. Esos exiliados fueron su gran escuela y su primera gran lección aprendida: los perdedores, pese a todo, podían tener la razón. Ellos la tenían.
Elena Poniatowska ha escrito que Galeano recoge los episodios, los sentimientos, las ideas de nuestra historia que más lo impactan para compartirlos. Nunca nadie había hecho a la historia un servicio tan grande: ponerla al alcance para todos, sabios e iletrados
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Galeano creía en el poder de la palabra, pues multiplica la imaginación, la capacidad de asombro e indignación. Nadie regresa intacto de la lectura
. Para él, la realidad no es un destino, sino un desafío: estamos destinados a cambiarla
, y la escritura, una herramienta para lograrlo.
Aunque nunca escribió un verso, lo marcaron a fuego
Machado, García Lorca, Cernuda, Miguel Hernández. Más aún: Memoria del fuego nació el tercer año de su destierro, no en algún lugar específico de la geografía, sino en la primera página de su edición de la Poesía completa de Cavafis, publicada por Hiperión. En 1979, Eduardo Galeano leía en el tren desaforadamente al poeta griego. Al llegar a su casa imaginó esa trilogía. Vida y poesía tensaban la misma cuerda, vibraban al unísono.
Él ha dicho algo sobre su libro Espejos que podríamos aplicar a la totalidad de su obra: siempre ha querido “ayudar a recuperar los colores del arcoíris terrestre… Poco sabemos de nuestro propio arcoíris. Tenemos más colores que los del arcoíris del cielo. Estamos ciegos a los colores. Estamos ciegos por el machismo, por el racismo, por el miltarismo, por el clasismo que nos han mutilado la mirada. El libro intenta rescatar la mirada. Cuenta historias que tienen que ver con las mujeres, los indios, con los chinos. El libro quiere recuperarlos y, por tanto, a recuperarnos”.
En El libro de los abrazos nos compartió una clave maestra para entender el secreto de su escritura: Somos las palabras que cuentan lo que somos
.
Escribir vale la pena para él, porque hemos divorciado la justicia de la libertad, que eran hermanas siamesas y que quieren volver a estar pegaditas. La tragedia del siglo XX fue ésa: las sociedades que sacrificaron la libertad en nombre de la justicia y las que sacrificaron la justicia en nombre de la libertad. Ese es el resumen del siglo XX
.
Escribir para hacer memoria, escribir para no dejar de ver, escribir para mirarnos en los otros y saber que también eso somos. Para hacer de la realidad no un destino, sino un desafío para modificarla. A 10 años de la muerte de Eduardo Galeano, su escritura sigue viva, palpita en los cuerpos de sus lectores.