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Noboa: cortinas de humo
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a Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE) rechazó ayer los intentos del gobierno ultraderechista de Daniel Noboa de involucrar a México en sus maniobras para imponer un Estado totalitario en Ecuador. Horas antes, Quito se declaró en alerta máxima ante el ficticio traslado de sicarios desde México para ejecutar un atentado contra Noboa a sólo unos días de que se proclamó ganador en una muy dudosa segunda vuelta electoral. Por ello, la cancillería desmintió tajantemente la reiterada e inescrupulosa creación de narrativas en comunicados oficiales o filtraciones de documentos oficiales, que aludan a México como fuente de supuestos actos delictivos o situaciones internas en ese país.

No es la primera vez que Noboa agrede a México para impulsar su agenda política interna. El 3 de febrero pasado, sólo unos días antes de la primera vuelta de los comicios, impuso aranceles de 27 por ciento a todos los productos importados desde México. En un discurso calcado, palabra por palabra, del empleado por el presidente estadunidense Donald Trump, acusó a nuestro país de abusar de Ecuador por tener una balanza comercial favorable, y dijo que la tarifa estará vigente hasta que México acceda a firmar un tratado de libre comercio en términos que resulten satisfactorios para su administración. De manera significativa, busca que se levanten las barreras a las exportaciones ecuatorianas de plátano, un cultivo controlado por su familia que le valió a su padre, el hombre más rico del país y cinco veces frustrado candidato presidencial, el mote de Rey del banano. Para los ciudadanos ecuatorianos estas acciones son la enésima confirmación del uso del poder público para el enriquecimiento personal que es la razón de ser del noboato, pero para México sus bravatas resultan poco menos que risibles: el valor total de las exportaciones mexicanas a Ecuador equivale a lo que se envía a Estados Unidos en menos de ocho horas.

La animadversión de este personaje contra nuestro país se debe a que México no ha colaborado en la cacería contra sus adversarios políticos y se ha mantenido firme en su tradición de asilo humanitario. Por este motivo, el 6 de abril de 2024, Noboa ordenó la invasión de la embajada mexicana en Quito y secuestró al ex vicepresidente ecuatoriano Jorge Glas, quien contaba con la protección del derecho internacional y se encontraba bajo resguardo mexicano. Por esta violación a la soberanía nacional, la cancillería anunció el rompimiento de las relaciones diplomáticas.

En un sentido más profundo, Noboa ha dirigido su inquina contra México porque la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo se encuentra en las antípodas de su servilismo a Washington, de su explotación de la guerra contra el narco como fachada para la cancelación de libertades y, en general, de todo lo que representa su gobierno: el secuestro del Estado por parte de una oligarquía corrupta, represora y profundamente antinacional. Debe recordarse que Noboa ha gobernado de manera ininterrumpida bajo estado de excepción, es decir, con las garantías individuales suspendidas; ha clasificado a las bandas delictivas como grupos terroristas –otra medida de negación de derechos humanos– y ha criminalizado a las víctimas de la violencia de Estado, como los cuatro niños que fueron levantados y asesinados por 16 soldados mientras jugaban futbol en el barrio Las Malvinas de la ciudad de Guayaquil. Asimismo, ha entregado a Washington las islas Galápagos para que instale ahí bases militares terrestres marinas y aéreas, en lo que simboliza no sólo el carácter cipayo de las derechas latinoamericanas, sino su compromiso con la destrucción de la biodiversidad y los últimos reductos de la vida silvestre.

Con lo dicho, sólo queda saludar la firmeza mostrada por el gobierno mexicano frente a las agresiones de un régimen que se desliza de manera peligrosa desde el autoritarismo hacia el totalitarismo, así como expresar solidaridad al pueblo ecuatoriano en este pasaje tan oscuro de su historia.