
uernavaca, Mor., Una tarde de octubre de 2023, alrededor de las 17 horas, una niña de 16 años caminaba por la calle Anáhuac de la colonia El Calvario del pueblo de Atlacholoaya, Morelos. Recién había terminado la secundaria y se disponía a entrar a la prepa. Esa tarde se dirigía a la fiesta de 15 años de una amiga, donde seguramente iba a intercambiar numerosos abrazos; en lugar de esos abrazos, a ella le tocaron balazos. Después de ser herida, fue rematada, ignorada y vuelta a agredir por la autoridad
. Si dependiera de los negligentes funcionarios y oficiales (de todos los niveles de gobierno) que debieron protegerla y no lo hicieron, esta niña hubiera quedado en el anonimato, en calidad de desconocida, una estadística más, otro hito del infame daño colateral
. Pero no fue así, porque esta niña tiene nombre: Karla Mareli Salazar González. Al momento de su inicuo e impune asesinato, Karla Mareli formaba parte de ContraCanto, el coro de niñas de Atlacholoaya. Y desde entonces, sus compañeras del coro recuerdan su nombre, su vida, su canto y su persona, dedicándole explícitamente cada una de sus presentaciones, con una imagen suya en el escenario.
Hace unos días asistí en esta ciudad, en el Centro Cultural Teopanzolco, a una presentación de ContraCanto en la que no sólo escuché música, sino que además percibí el germen de algo que, en el mejor de los casos, puede trascender el canto. ContraCanto es, además, el sello de un proyecto amplio de desarrollo humano. Fue fundado en junio de 2022 por el músico Luis Arturo Suaste, quien hasta la fecha prepara y dirige al coro. El proyecto se sostiene con los ingresos de sus presentaciones, que atraen a públicos numerosos, y un puñado de donaciones privadas. Dice Suaste: Me he mantenido independiente del gobierno porque quiero que mi proyecto viva
. Sabias palabras, sin duda. Quince niñas de Atlacholoaya y cinco de Cuernavaca conforman el coro, que se ha presentado en Atlacholoaya, Cuernavaca, Xochitepec, Chiconcuac y la Ciudad de México.
Dos de las niñas que forman parte de ContraCanto han ganado ya varios premios internacionales en diversos concursos y al respecto, con el orgullo natural por estos premios, Suaste comenta que más que los logros musicales de sus pupilas, le interesa vivamente su desarrollo humano. ContraCanto cuenta con la presencia de siete mujeres que trabajan en sesiones sicológicas privadas con las niñas del coro y personas de su entorno familiar cercano, para guiarlas a través del laberinto de las complejas y problemáticas condiciones de la comunidad a la que pertenecen. Este es, me parece, el valor trascendente del proyecto ContraCanto: ir más allá del benéfico efecto multiplicador de la música comunitaria, para incidir de manera más amplia en la sociedad.
En la presentación de ContraCanto en Teopanzolco las niñas cantaron gozosamente un programa articulado principalmente alrededor de distintas vertientes del son. Escuché a un coro disciplinado, ordenado, atento, evidentemente estudioso y, sobre todo, un coro en cuyas integrantes se percibe una rendija de luz, un esbozo de esperanza, un deseo a la vez profundo y a flor de piel de que al paso del tiempo pueda haber para ellas (y para tantísimas otras) un futuro mejor. En este concierto, las niñas de ContraCanto fueron acompañadas por un grupo de música sudamericana que no venía al caso y que poco contribuyó, y por Scherzino, un ensamble de guitarras de muy buen nivel y de estimable labor de conjunto. Ojalá fuera posible escuchar pronto a ContraCanto cantar a cappella; les haría bien a ellas, nos haría bien a sus oyentes.
Por lo pronto, Luis Arturo Suaste ha organizado para julio de este año una reunión internacional de coros, con la participación de ContraCanto y de coros (infantiles y no), de Canadá, República Checa y Alemania. Las actividades se realizarán en Cuernavaca, Oaxtepec, Tlayacapan y Tepoztlán; después del encuentro, el coro ContraCanto tendrá su primera prueba internacional en Canadá. Que todo ello sea propicio para estas jóvenes cantoras de Atlacholoaya y para toda su comunidad. Si este fuera un país civilizado, habría más niñas cantando, en vez de tantas niñas muertas.