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La Autopista Sesenta y Uno, revisada
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Autopista sin fin, óleo pintado por Bob Dylan en 2016, imagen incluida en el libro Mixing Up The Medicine, escrito y editado por Mark Davison y Parker Fishel.
 
Periódico La Jornada
Sábado 22 de marzo de 2025, p. a12

Celebramos los 60 años de una obra maestra: Highway 61 Revisited, sexto álbum de Bob Dylan cuya peculiaridad consiste en iniciar con uno de los dos únicos temas que muchos conocen de este autor y culmina con una de las varias obras de largo aliento que caracterizan la grandeza poética y musical de quien mereció por este talante de trabajos, el Premio Nobel de Literatura.

La pieza inaugural: Like a Rolling Stone, nacida de la mente de Dylan puesta en el Delta del Mississippi, donde Muddy Waters escribió Cat Fish, el embrión de su pieza titulada Rollin’Stone, de donde nació el nombre del grupo inglés The Rolling Stones, una revista especializada, Rolling Stone y el título de esta obra de Bob Dylan cuyo eje prosódico es el verso What does it feel? (¿qué se siente, güei, estar solo, sin rumbo a casa, como un completo desconocido, como una pinche piedra que rueda?)

La pieza conclusiva se titula Desolation Row, nacida de la mente de Dylan puesta en la metáfora, la parábola, la ironía. Forma parte de las obras monumentales donde la poesía esplende, senda que abrió en 1962 con la estremecedora A Hard Rain’s-A Gonna Fall, de casi siete minutos de duración con versos de gran calado:

I saw a room full of men with their
hammers a-bleedin’
I saw ten thousand talkers whose
tongues where all broken
I saw guns and sharp swords in the
hands of young children

Y dos años después la deslumbrante Chimes of Freedom, escrita en seis stanzas de siete versos cada, con esta potencia:

As majestic bells of bolts struck
shadows in the sounds
seeming to be the chimes of freedom
flashing

A esa jerarquía pertenece también All Along the Watchtower, de 1968, cuyo verso inicial siempre nos salva:

There most be some kind of way
outta here

Hasta llegar a la gran culminación de esta corriente de trovador con la muralística Murder Most Foul, de 17 minutos de duración, escrita en pies yámbicos, trocaicos y dactílicos, como lo hizo en su momento William Shakespeare, quien es la máxima inspiración de Bob Dylan y como lo hicieron también Christopher Marlowe, John Milton y Allen Ginsberg, maestro de Robert Zimmerman, quien en esta pieza menciona más de 70 canciones y películas y obras de teatro (de William Shakespeare, por supuesto), óleos y personajes de cine mudo.

Y todo este contexto nos permite voltear a la pieza cúspide del disco que hoy nos ocupa: Desolation Row, del álbum Highway 61 Revisited.

Así como muchos han observado influencia de Arthur Rimbaud en la pieza Chimes of Freedom, otros tantos ven a John Steinbeck y a Jack Kerouac como referentes literarios en Desolation Row.

En realidad, el campo de interconexiones es más amplio y destacan dos figuras: Tennessee Williams y TS Eliot.

La especie más difundida es que el título Desolation Row proviene de la combinación de dos novelas: Cannery Row, de John Steinbeck, y Desolation Angels, de Jack Kerouac.

La novela de Steinbeck comienza así: Cannery Row en Monterey, en California, es un poema, un hedor, un ruido gratinado, una cualidad de la luz, un tono, un hábito, una nostalgia, un sueño.

Y eso nos aproxima al contenido de Desolation Row: El Paseo de la Desolación es una calle, La Calle de la Desolación, pero no es un lugar físico sino un estado de conciencia, una inquietud del alma, un espíritu sacudido, una tribu de fantasmas. Una ópera.

Dura más de 11 minutos y obedece, de acuerdo con el propio Dylan, al género tradicional llamado minstrel, que consiste, desde hace dos siglos, en representaciones teatrales callejeras en los carnavales, interpretadas por actores blancos que se pintan la cara con betún para parecer negros.

Robert Zimmerman ha narrado esas experiencias que vivió de niño como espectador. Tuvieron gran efecto en mi persona, de entre las cosas que más me impresionaron fue haber visto a la dama con cuatro piernas.

Esa atmósfera explica lo que para muchos resulta inexplicable porque esperan encontrar en Desolation Row una historia lineal, sin complicaciones, cuando se trata en realidad de un fresco impresionista con dejos irónicos, una fuerte carga de nonsense, tonos paródicos y elaboraciones narrativas que incurren en la metáfora, la parábola y el hipérbole.

Es una balada folk con todas las de la ley, por su extensión, sus dimensiones épicas y su manera de contar historias alrevesadas.

A lo largo de toda la producción de Dylan encontramos relatos de matanzas, crímenes de Estado, protestas, luchas civiles, proclamas, reivindicaciones sociales, referentes teatrales, cinematográficos y literarios.

Es así que desde el primer verso, Dylan da data de la historia que le contó su padre, Abram Zimmerman, del linchamiento que presenció de tres negros que trabajaban en un circo en su natal Duluth, el 15 de junio de 1920, acusados injustamente de haber violado a una mujer blanca, mero pretexto para perpetrar el crimen contra ellos tres, a quienes colgaron en público, en las calles céntricas de Duluth, tomaron fotografías y las hicieron tarjetas postales para ponerlas a la venta.

They’re selling postcards of the hanging
They’re painting the passports brown
The beauty parlor is filled with sailors
The circus is in town

La impunidad y cinismo de los gobernantes racistas lo evidencia Dylan en el segundo verso: los pasaportes de los funcionarios de gobierno eran color café. Enseguida, subvierte los roles de género y mete a marineros a los salones de belleza. El circo ha llegado, anuncia.

Lo que sigue es un carnaval. Alusiones a La tierra baldía, de TS Eliot, quien por cierto era aficionado al music hall y al vodevil y por eso Dylan imprime ese tono a Desolation Row y un ritmo shakespereano, su especialidad literaria y hace ecos de F. Scott Fitzgerald, quien solía usar fragmentos de jazz y canciones populares en sus textos y WB Yeats cantaba sus versos mientras los escribía y hacía primero la letra y luego recurría a la música, a la inversa de como hacía Dylan, todo esto observado en el filme Don’t Look Back, de DA Pennebaker.

Siguen pasajes literarios, desfilan personajes cambiados de rol:

It takes one to know one, she smiles
And puts her hands in her back
pockets
Bette Davis style

además de la aparición de personajes célebres, la entreveración de frases coloquiales como it takes one to know one proporcionan el toque de crítica social característico de Dylan: el león cree que todos son de su condición, o el hecho de acusar a alguien de crímenes que quien acusa comete.

Ya dijimos que William Shakespeare es quizá la mayor influencia de Bob Dylan. Es por eso que aparecen Romeo y Ophelia, pero en forma de personajes trastocados. Romeo trata de ligarse a la Cenicienta pero alguien en la calle le dice: güei, no te alcanza y los versos de Dylan sonríen así:

And the only sound that’s left
after the ambulances go
is Cinderella sweepin up
on Desolation Row

y así como la única música que queda cuando las sirenas de las ambulancias se llevan a Romeo y callan, es la música de la escoba de Cenicienta barriendo la Calle de la Desolación, y escuchamos la música de la pelea que libran en la torre del capitán del barco dos poetas: Ezra Pound y TS Eliot, en la semificción de Dylan, porque ellos en realidad fueron grandes amigos: Eliot salvó a Pound del pelotón de fusilamiento después de su arresto por colaborar con los nazis, además de que dedicó a Pound su poema The Wasteland, mientras Ezra ayudó a Eliot a escribir ese poema, lo editó y le sugirió hacerle cambios y lo que hace Dylan es burlarse de los académicos que todo lo miran con ojos de acusar a alguien cuando ellos son quienes cometen tales crímenes que acusan.

Desfilan los personajes de la vida real y los personajes literarios en los versos de La Calle de la Desolación.

Y así Casanova es acusado y sufre en el Paseo de la Desolación, como sufre El Fantasma de la Ópera, como sufre El Jorobado de Nuestra Señora, como sufre El Buen Samaritano, como sufre Alfred Einstein al ver mal utilizados sus hallazgos científicos por los Masters of War (otro título dylaniano) y se refugia en El Paseo de la Desolación tocando el violín, pero, oh, sorpresa, ¡cambió su violín acústico por un violín eléctrico! En un juego de ironías de hechos históricos, como cuando el público abucheó a Dylan cuando éste cambió su guitarra acústica por una eléctrica.

Así es La Calle de la Desolación.

Una metáfora del mundo.

Así es el genio de Bob Dylan.

Celebremos los 60 años de su disco Highway 61 Revisited, escuchando la música exquisita que abriga, degustando su poesía, sonriendo como está sonriendo en este instante Robert Zimermman en algún punto de El Paseo de la Desolación, que no es otra cosa que la Epifanía: la conversión de las penas en bienestar, la consecución del gozo. La alegría de vivir y estar vivo.

Larga vida a Robert Zimmerman.

X: @PabloEspinosaB

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