
l 19 de marzo se cumplieron 40 años de la partida de don Jesús Reyes Heroles, gran ideólogo, político, historiador, administrador público, maestro, estadista ejemplar y reformador de gran visión, quien dejó de existir casi a los 64 años de edad con plena energía y excepcional brillantez.
Por la respetabilidad y el reconocimiento que alcanzó a lo largo de su vida –desde sus años en la Universidad Nacional Autónoma de México como estudiante y más tarde como académico, hasta su labor como secretario de Educación Pública–, acudió al que sería su último acto público, aquella tarde del 16 de marzo de 1985 en el salón Carranza de la otrora residencia presidencial de Los Pinos, donde presidió junto al presidente de la República la ceremonia de entrega de los Premios Nacionales de la Juventud.
Debido a su rectitud, influencia ideológica y enseñanzas, tras su fallecimiento y desaparición física este excepcional mexicano dejó a la política nacional un gran legado, pero también en una auténtica orfandad política, por encima de partidos políticos, ideologías y posiciones encontradas, de diferente signo y conformación, pues en todos lados se reconoce su loable labor.
Un repaso de la vida política de México desde la perspectiva de don Jesús Reyes Heroles, nos muestra sus aportaciones trascendentales como observador acucioso, historiador riguroso, analista crítico y valiente, legislador estudioso, reformador enjundioso y visionario, administrador público eficiente, probo e intachable, ideólogo brillante, servidor público exigente, dirigente partidista valeroso e innovador, y un gran y muy respetado estadista de fama internacional que marcó un hito aún no superado en la política mexicana por sus contribuciones aún vigentes y siempre recordadas y citadas por quienes han abrazado la política y el servicio público en general, y ubican a este excepcional veracruzano como un ejemplo a seguir.
Afortunadamente, su desaparición física no ha afectado su legado ideológico ni su imagen señera, que con el paso de los años, y más aún tras los acontecimientos recientes, se ha ido agigantando.
Su trascendencia fue encomiable en frentes muy variados y distintos, desde la investigación histórica plasmada en los tres tomos de El liberalismo mexicano, su magna obra académica; en Petróleos Mexicanos, donde con su portentosa dirección logró la rescisión de los llamados contratos riesgo
, que afectaban a tan importante empresa nacional, y atajó la influencia perversa de los líderes venales de entonces; o con el incremento de la productividad que obtuvo en el Combinado Industrial de Ciudad Sahagún, y más con el sacudimiento histórico y las nociones ideológicas discursivas innovadoras en la depuración del Partido Revolucionario Institucional y de sus candidatos, con respeto irrestricto a la oposición de entonces y a los resultados electorales de los comicios, o en la consolidación de los servicios del Instituto Mexicano del Seguro Social, pero sobre todo por la gran reforma política madre promovida por él desde la Secretaría de Gobernación en bien de la evolución política nacional y para enriquecer la vida democrática del país, al abrir espacios y dar voz a las minorías en el Poder Legislativo, otorgando el registro a partidos políticos que habían navegado en la clandestinidad. Aquella gran reforma se coronó con la Ley de Amnistía y las reformas constitucionales que dieron paso al derecho a la información, al plebiscito y a la iniciativa popular.
Finalmente, don Jesús se desempeñó durante un espacio corto como Secretario de Educación Pública con su proyecto de revolución educativa
, que implicaba la descentralización del sector y una muy bien sustentada corresponsabilidad entre la normatividad federal de la educación por parte de la SEP y la participación creciente, seria y decidida de los gobiernos estatales.
Así concluyó su vida pública, y lamentablemente perdió la batalla por su salud a una edad relativamente corta.
Poco se sabe de sus formidables apoyos a la República española en el exilio.
En España se le otorgaron sendos reconocimientos y el doctorado honoris causa.
En el recuerdo y en homenaje, infinidad de personas respetables consideran, y yo coincido, que mucha falta hace en nuestro tiempo y en nuestro país la presencia en vida del pensamiento lúcido y de la acción decidida y comprometida de aquella personalidad tan recia, exigente, notable y tan destacada como lo fue la del ilustre Jesús Reyes Heroles.
Ante esa imposibilidad, habrá que apegarnos más a su legado para fomentar el respeto a la dignidad de las personas, a las ideas, al pluralismo, a la honestidad y a la tolerancia, para buscar y lograr consensos armoniosos en busca de la unidad en lo fundamental o en lo esencial que es México, más aún ante la aciaga realidad que hoy confrontamos.
Las enseñanzas de Reyes Heroles, sus expresiones sus textos, sus discursos, sus frases y sus actitudes tan profundas y atinadas quedan como una herencia que debemos tomar, asumir, hacerla nuestra, divulgarla y ponerla en práctica por el bien de México.
En este tiempo urge la presencia creciente de ideólogos y de políticos cultos, honestos, patriotas y comprometidos: mujeres y hombres de bien y de grandeza, para integrar y oponer un valladar frente a los radicalismos obtusos, retrógradas y nefastos que, desde la intolerancia y la cerrazón del poder autoritario, pretendan sofocar la democracia participativa y el debate civilizado de las ideas, aquello que don Jesús Reyes Heroles promovió, alentó y defendió con tanto vigor y denuedo.