Son ocho cuadros, entre ellos La Asunción, que vuelve a España tras un siglo de permanecer en el Instituto de las Artes de Chicago

Lunes 17 de marzo de 2025, p. 2
Madrid. La galería central del Museo del Prado se convirtió en espacio monacal y austero para alojar los trípticos que pintó el artista cretense Doménikos Theotokópoulos, El Greco (1541-1614), para el monasterio de Santo Domingo el Antiguo de Toledo, que además fue el sitio que eligió para ser enterrado.
Se trata de ocho pinturas, algunas de gran formato, como La Asunción, que en este caso pasó a formar parte del acervo del Instituto de las Artes de Chicago y que ahora, más de un siglo después, regresa a España y se vuelve a exponer.
El Greco: Santo Domingo el Antiguo es pequeña, pero una de las más complejas de los años recientes. El propósito de la curadora, la historiadora del arte Leticia Ruiz Gómez, era reunir las nueve pinturas que realizó El Greco entre 1577 y 1579 para el monasterio toledano, y que se convirtió a su vez en una de las primeras intervenciones tras su llegada a España, donde además decidió quedarse a vivir hasta su fallecimiento. De las nueve piezas, El Prado tiene dos; en el monasterio, todavía regentado por monjas de clausura, permanecen tres, y el resto se dispersó en colecciones privadas, como la de Chicago o la de la Fundación Botín en Santander, España.
Además de la dispersión, una dificultada añadida era el traslado de piezas de gran formato, que, dado su carácter religioso y que forman parte de los trípticos de la capilla, suelen estar empotradas a la pared. A pesar de los obstáculos, finalmente se lograron reunir ocho de las nueve piezas, incluida la central, La Asunción, gran tela del retablo mayor y que desde 1906 partió rumbo a Chicago y desde entonces había permanecido en las colecciones de su Instituto de Arte.
A mediados de 1577, recién llegado a España, El Greco obtuvo los dos encargos más importantes de su carrera hasta entonces: El Expolio, para la catedral de Toledo, y los tres retablos del monasterio de monjas cistercienses de Santo Domingo el Antiguo, uno de los cenobios más remotos de la ciudad.
El encargo fue complejo, ya que el pintor tuvo que diseñar la estructura de los tres retablos, las cinco esculturas que coronaron el principal y la pintura de ocho lienzos. La concepción de todo el conjunto supuso una renovación del tradicional retablo castellano. Así que el retablo mayor se organizó en torno a una tela de gran tamaño con el tema de La Asunción, obra a la que se subordinaron el resto de las pinturas: los cuatro santos de las calles laterales –san Juan Bautista, san Juan Evangelista, san Bernardo y san Benito– y, en el cuerpo superior, La Trinidad.
Años después de inaugurarse la iglesia se colocó un escudo de armas realizado sobre madera que se situaba sobre la pintura central, una obra también de El Greco.
Un trasiego peculiar
A excepción de tres pinturas que permanecen en la iglesia de Santo Domingo el Antiguo (los dos santos Juan y la Resurrección), el resto de las obras comenzaron a dispersarse a partir de 1830. Ahora todas volvieron a reunirse en el Museo del Prado, con la excepción del óleo sobre lienzo de San Bernardo, que pertenece al Museo del Ermitage de San Petersburgo, porque rechazó el préstamo.
La historia de esta obra es peculiar: la tela fue vendida en 1830 al infante español Sebastián Gabriel, y fue confiscada años después por el gobierno de entonces, el cual la restituyó en el monasterio. Luego, la recuperó el hijo de Gabriel y la vendió en 1890 en París, donde pasó por varios propietarios, el último de ellos, Margarete Scharf, quien decidió depositar su colección de arte en la Galería Nacional de Berlín en 1943. Ahí finalmente fue confiscada como botín de guerra
al finalizar la Segunda Guerra Mundial y fue traslada a la entonces Unión Soviética, donde se expone en el Museo del Ermitage.
Miguel Falomir, director de El Prado, explicó que la exposición es un acontecimiento extraordinario, además de que muestra las obras realizadas para los tres retablos de la iglesia de Toledo que en su día deslumbraron por su calidad y su audacia, y contribuyeron decisivamente a forjar una estrecha relación entre el convento y el artista, que decidió enterrarse ahí
.
La exposición se inauguró hoy y se podrá visitar hasta el 15 de junio.