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Jazz

Uri Cisneros // El jazz y la academia

H

ablando del siglo XXI, una de las mejores cosas que le han pasado a nuestra música en general, y a nuestro jazz en particular, es el arribo de Uri Cisneros (Atizapán, 1995) a los escenarios, hace ya 10 años. Pero además de su poder instrumental, con su diario transitar como compositor, arreglista, docente y director de orquesta, conforma ya una de las gestas centrales en el haber artístico del país.

Uri Cisneros acaba de presentar un nuevo disco, el sexto en su haber. Once upon a time in jazz. Part 1. Lo hizo en febrero pasado en la Fundación Sebastián, y ahí estuvimos como parte de un público que no dejaba de aplaudir y ovacionar tema tras tema. Uri en una pianística muy cercana al virtuosismo, Cristopher Francis en la plataforma siempre sólida de su contrabajo y Pablo Loaiza con un discurso mucho muy personal, desde una batería de mil colores y texturas que por momentos despliega tres compases diferentes en una sola oración.

Y así, con esa solidez conceptual, Uri y Pablo se contrapuntean y se complementan y se retan mutuamente a lo largo de todo el concierto.

Uri Cisneros es un caso muy especial, con una sólida formación académica, aderezada con una imaginación desbordada y una dedicación inquebrantable al trabajo y al estudio, El joven maestro no deja un instante de reflexionar y hacer nuevos trazos sobre su propio quehacer artístico y sus conceptos sonoros, que conservan de alguna manera los antiguos ecos y la pesadez del rock progresivo y del rock sin adjetivos.

Todo ello, para abordar de vez en vez las rutas de la música académica contemporánea, como el año pasado, cuando ganó el primer lugar en el concurso de composición Arturo Márquez, con una pieza sui generis titulada Cumbia multiforme.

Pero hablando específicamente de jazz, desde sus inicios, Uri ha trabajado con los compases irregulares, con métricas irregulares y con su propia visión –obviamente– para abordar el hard bop contemporáneo; o neo bop, como muchos gustan en llamarle. Esos compases irregulares son un rasgo intrínseco al discurso del pianista. Además de su original manera de ensamblar sus armonías, que resultan espesas y amables para los oídos en un mismo instante.

Ya en su discografía, nos sorprende Homo Patiens (2024), un disco concebido en la pasada pandemia donde Uri aparece sólo como compositor, sin tocar una sola nota, y donde el pianista nos dice haber abordado la música contemporánea de concierto.

–Platicamos un poco con Uri. Cuando hablas de música contemporánea de concierto, ¿te refieres a lo que los académicos llaman música nueva?

–Exactamente. Un poco sí tenía esta referencia de la Segunda Escuela de Viena: Schönberg, Webern; pero también Helmut Lachenmann, Elliott Carter. Y quise vincularlo un poco como lo hacían algunos jazzistas, como Anthony Braxton, como Gunther Schuller. Quise escribir música para diferentes ensambles.

–Bueno, Gunther Schuller hace enlaces de música clásica y jazz, pero es todavía música amable, o fácil de digerir para los grandes públicos; pero la concreta de Lachenmann es mucho más espesa…

–Digamos que en este disco hay de las dos. Hay cosas que son amables, inteligibles; y tengo cosas un poco más locas, que sobre todo van alrededor del concepto. Hay una pieza que está dedicada a la esquizofrenia, que es para cuarteto vocal y ahí experimento con la improvisación a partir de voces, de ruidos. Hay una pieza para cuarteto de cuerdas que sí está más en la línea de Gunther Schuller, con una forma muy clara, donde exploro mucho con la armonía jazzera, que es lo que me caracteriza.

–Pablo y tú hacen una mancuerna muy especial, porque conversan contrapunteándose y, por momentos, hasta retándose directamente.

–Sí, definitivamente. De hecho, es lo que me gusta mucho de Pablo, que es un baterista muy inquieto, que me reta a mí y yo lo reto a él y nos contestamos y etcétera. Yo ya sé cómo acompaña, ya sé cómo reacciona; y eso me da la confianza de hacer otro tipo de cosas.

–En el nuevo disco está el tema Mexicanada, donde es evidente el son abajeño. ¿Has considerado otras rutas entre los amplísimos terrenos del mexicanismo musical?

–Lo he hecho no como quisiera, pero ahorita es en lo que más estoy explorando. El año pasado participé en el concurso de composición Arturo Márquez para orquesta de cámara, en el cual afortunadamente resulté ganador. Ahí me empecé a empapar y a hacer este ejercicio de indagación de todo este tipo de sonidos. Es en lo que ando actualmente en mi proceso composicional. Quiero trabajar más en este tipo de colores de lo que es, como mencionas, el mexicanismo musical, con todo lo que eso implica. Creo que lo más próximo que estaré haciendo está en torno a eso.

Salud