Opinión
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Penultimátum

Banda sonora para un golpe de Estado

A

l inicio de la década de 1960, 16 países africanos recién independizados hicieron parte de la Organización de Naciones Unidas (ONU); integraron con otros estados subdesarrollados el bloque opositor a Estados Unidos y sus aliados europeos.

Entre los independizados destacó el Congo por sus enormes riquezas. Más de un siglo fue colonia belga; especialmente, durante el reinado de Leopoldo II se cometieron crímenes atroces contra la población nativa.

Patricio Lumumba encabezó en 1959 la lucha por la independencia. Al lograrla, lo eligieron primer ministro y se opuso a concesionar la enorme riqueza del Congo, sobre todo en la provincia de Katanga: cobre, cobalto, litio, oro, esmeraldas y petróleo. Allí está la mina más importante de Uranio, de donde salió el que utilizó Estados Unidos para fabricar las bombas atómicas que destruyeron Hiroshima y Nagasaki en 1945.

Lumumba fue entonces tachado de comunista. Había que asesinarlo. Para ello se confabularon Estados Unidos, los países integrantes de la Organización del Tratado del Atlántico Norte y hasta el secretario general de la ONU. También para matar a miles de sus partidarios por medio de mercenarios y el ejército belga. Las grandes potencias tuvieron así vía libre para seguir explotando el Congo.

En protesta por el magnicidio, en 1961 la cantante Abbey Lincoln, el percusionista Max Roach y 60 activistas, irrumpieron ruidosamente en el Consejo de Seguridad de la ONU.

El espléndido documental Banda sonora para un golpe de Estado, del belga Johan Grimonprez, ofrece una certera visión sobre una etapa siniestra de la guerra fría entre Estados Unidos y sus aliados y el bloque soviético, tomando como eje el asesinato de Lumumba.

En esa guerra, Estados Unidos empleó la influencia cultural del jazz para inclinar la balanza en su favor. Para tal fin, envió de embajador a África a Louis Armstrong y a otras personalidades.

El fondo musical del documental se integra con la obra de otros compositores afroaestadunidenses, como Dizzy Guillespie, Nina Simone, John Coltrane, Duke Ellington y Thelonious Monk.

Lo que denuncia Banda sonora para un golpe de Estado es muy actual ante la política de expansión territorial y económica de Donald Trump